México es hoy un país con mayor deterioro ambiental
El presidente Vicente Fox no desperdicia oportunidad para decir que deja un país con más empleos, finanzas sanas y más desarrollo de la industria, la agricultura y la pesca, además de menos pobreza e injusticia social. Los datos oficiales desmienten su triunfalismo (en su sexenio aumentó el desempleo y la concentración de la riqueza, y la economía no creció ni siquiera la tercera parte del 7 por ciento anual prometido, por ejemplo) y en ciertos campos resulta todavía más difícil dibujar el anhelado cuadro color rosa, como es en materia ambiental, donde los indicadores muestran claramente el retroceso registrado en los últimos años.
Al inicio de su gestión anunció grandes cruzadas en pro del agua y el bosque, pero lo que deja el señor Fox es desalentador: somos uno de los países con mayor tasa de deforestación en el mundo y el problema del agua se agudizó en las ciudades mientras en el campo su mal uso y contaminación crean grandes desajustes. La eficiencia en el uso del tan vital recurso no llega ni siquiera a 30 por ciento a nivel nacional. El avance en el tratamiento de las aguas negras es mínimo y contrasta con el azolve generalizado de presas y ríos, fruto de la erosión causada en las áreas antes cubiertas de árboles.
Tampoco resolvió el problema de los desechos tóxicos y peligrosos: no creó un solo sitio nuevo para confinarlos con seguridad y son excepcionales las poblaciones que cuentan con auténticos rellenos sanitarios para depositar la basura doméstica. Ninguna dispone de sistemas de separación, reciclaje y reutilización. Ni siquiera porque la basura es riqueza que se tira hizo que la iniciativa privada se interesara en el negocio de recogerla y transformarla.
En cuanto a los cuadros técnicos dentro de la administración pública, es aleccionador lo que ocurrió con la secretaría responsable de los asuntos ambientales y con la dependencia encargada de proteger el ambiente: la brusca salida del licenciado Víctor Licthinger permitió colocar en la nómina a militantes del partido gubernamental sin experiencia en los asuntos que les fueron encomendados. La improvisación y el amiguismo impusieron su ley sacrificando a personal capaz y experto.
Aun así, quedaron elementos de valía que hacen lo mejor que pueden su trabajo y son voces críticas, nada triunfalistas. Es el caso del Instituto Nacional de Ecología (INE), organismo descentralizado que tuvo su mejor momento cuando fue dirigido por el maestro Ezequiel Excurra.
En un estudio del INE, del que dio cuenta recientemente La Jornada, advierte que cada año se pierden en promedio 15 mil hectáreas de manglares. Si no se revierte la tendencia, en 20 años más apenas quedará la mitad de las 800 mil hectáreas que todavía tenemos de ese invaluable ecosistema formado luego de cientos de años en las costas. Hasta hoy cerca de un millón de hectáreas de manglar han sido destruidas para dar paso a asentamientos humanos, construcción de hoteles y "desarrollos" turísticos, diversa infraestructura urbana e industrial o la creación de granjas para producir camarón con técnicas "modernas" depredadoras del medio.
El INE informa que los manglares (bosques de agua, según suelen llamarlos los habitantes ribereños) son una protección contra la fuerza de los huracanes; son áreas donde se localiza una importante y variada flora y fauna, donde crecen y se alimentan peces y mariscos, que son el sostén de las poblaciones locales, además de que genera recursos forestales.
Fue un triunfo de los científicos y defensores de la naturaleza que el gobierno mexicano reconociera la importancia del manglar y decretara su protección legal. Poco duró el gozo porque esta administración estableció que, pagando, se puede eliminar dicho ecosistema. Y es lo que hacen con toda libertad ahora los empresarios hoteleros en Quintana Roo, por ejemplo. Fue la presión del sector empresarial, alentada desde el gobierno, la que logró hace algunos meses que los diputados del PRI y el PAN rechazaran en el Congreso de la Unión una iniciativa para detener la destrucción del manglar.
Lo peor que le podría pasar al país es continuar la actual política ambiental como promete hacer el señor Calderón. Lo que se necesita es un cambio radical, no el continuismo ni el reinado de más Hildebrandos.