Usted está aquí: lunes 17 de julio de 2006 Deportes La muerte en Pamplona

José Cueli

La muerte en Pamplona

Los encierros que corren por las calles de Pamplona detrás de los mozos, resuman como exudación enfermiza, la esencia lúgubre de la raza española. El corazón late ante los bureles encarrilados como un relato donde colabora explícitamente la muerte. Y sin embargo la pintura de los "san fermines" tiene una potencia extrañamente sugeridora. No se llega a ella de una sola vez.

Después de mirar los juegos entre la vida y la muerte por el puro gusto de vencer la muerte, los pupilos se quedan irritados y en la mente crece ese "deseo de muerte" que nos habita. En especial cuando los toreros, en ocasiones, dan en el cuerpo de los mozos las cornadas y aparece el drama de la muerte envuelta en el jolgorio festivalero. Lo espléndido de este forma de torear colectiva -hoy en día la pureza del torear- es que los pamplónicas entre galleos y recortes con periódicos enrollados como muletas, hacen del trayecto un irresistible centro de atracción mundial de una fiesta brava a la baja. Las correteadas en Pamplona regresan la emoción, factor central del toreo. Arte de fiesta y religión y muerte, que trasciende la vida de esta pequeña provincia española. Aire que año con año se singulariza y encuentra un eco y trascendencia por el rebusto y cachondeo ajoarriero y vinillos rojos con el que se mira y admira la fiesta que esconde la muerte y la toma universal, desplazando las corridas formales, con toreros mecánicos y toros grandes, peligrosos y descastados, Miuras, Dolores Aguirre, Alcurucen e incluso "Victorinos" que se salvaron de la quema.

 
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