Daniel Sada habla de su nueva novela La duración de los empeños simples
''Cada vez la realidad se vuelve más superficial y deplorable''
Describe una aguda observación de la cotidianidad urbana
En el país ya existe una marcada tendencia a las obsesiones personales y sociales, expresa el narrador a La Jornada
Ampliar la imagen Necesitamos héroes, guerreros con visión de futuro y victoria, que no fla-queen, porque las personas se desilusionan ante cualquier eventualidad, expresa el escritor Daniel Sada Foto: Cristina Rodríguez
Beber la propia orina es la mejor medicina de la historia. De eso está convencida Leonora, fanática de la salud. Por eso le da igual que Alberto, gris marido, no quiera ni besarla y prefiera dibujar mapas de lugares inexistentes. Luis Lauro, el hijo, el vago, se conforma con ser poeta vanguardista. Los tres viven en la novela más reciente de Daniel Sada: La duración de los empeños simples.
Sin afán de etiquetas: ¿realismo bizarro?: ''Sí, podría serlo", dice a media sonrisa Daniel Sada y complementa:
''Lo que pasa es que cada vez la realidad se vuelve más superficial, cada vez más insuficiente, deplorable, y las personas buscan subterfugios, maneras de que esa realidad monstruosa no las abarque por completo."
Obsesivos y tragicómicos, así son Leonora, Alberto y Luis Lauro: ''No son imbéciles, son obsesivos, luchan por lo que se proponen, lo consiguen, pero se sienten insatisfechos y siguen luchando y luchando". Los empeños simples a que alude el título.
Resumiendo: ''Como todo personaje tragicómico, son eternos luchadores que nunca consiguen del todo sus propósitos". Y vuelta a empezar.
Esa es la sustancia de La duración de los empeños simples, publicada por el sello Joaquín Mortiz, del Grupo Editorial Planeta: ''La novela la concebí hace como 10 años, me venía dando vueltas en la mente, pero la escritura duró menos de un año porque ya tenía casi todo dilucidado".
Búsqueda de contrapesos
Con base en una aguda observación de la realidad urbana contemporánea, Daniel Sada encuentra que en México ya hay una marcada tendencia a las obsesiones personales y sociales, con sus correspondientes insatisfacciones.
''El año anterior estuve leyendo mucha literatura de Europa del Este -que, como señalaba Milosz-, huyó del tufo de las vanguardias y también evitó lo canónico.
''Leí a Gombrowicz, a Peter Handke, a la misma Jelinek, y descubro que son escritores que detectan y se guían por las obsesiones de sus personajes y por las obsesiones sociales.
''Me llamó la atención porque esas obsesiones son un fenómeno que ya está ocurriendo en México."
Tal proceso ''es producto de una catarsis, la gente se obsesiona cada vez más en cosas nimias. Por ejemplo hay quien depende de una laptop, del teléfono celular o de Internet de manera enfermiza.
''Dedica muchas horas a eso y evidentemente va anulando todo lo demás; vuelca todo su conocimiento en una sola cosa y descalifica lo demás.
''Los hacinamientos urbanos amplifican y repiten las realidades personales. Esta es la tesis de fondo de la novela. Si una persona se obsesiona es porque está insatisfecha, porque la realidad ya es insuficiente, porque la gente ya no puede tener tantos afectos, tan abiertos y candorosos, ni por el conocimiento ni por las personas con las que vive, ni por nada."
Y eso tiene que ver con la ausencia de lo que Daniel Sada llama ''un paisaje interior".
Hay muchas carencias: ''Uno está supeditado todo el tiempo a lo que le otorga la cotidianidad, todo es demasiado vacuo y si uno se revisa a sí mismo también encuentra vacuidades.
''Entonces uno tiene que obsesionarse por algo, busca contrapesos emocionales, porque de otra forma todo es demasiado insípido, deplorable, desilusionante. Como para estar llorando siempre."
Testigo metiche
Siguiendo el esquema de las tragedias griegas, Daniel Sada intercala en el libro tres puntos de vista: la víctima, el victimario y el testigo: ''A la manera de Sófocles, quise tomar la posición del testigo, pero es un testigo metiche que está muy cerca de los personajes.
''También quería lograr lo que T.S. Eliot llamaba el ritmo de la conversación, que fuera una conversación en lugar de una charla abierta y declarada."
En este punto es donde se destaca la prosa ''delirante y excepcional" (palabras de los editores) de Daniel Sada, provista de un ritmo fluido y veloz que no hay en otras de sus novelas.
Dicha fluidez -dice- tiene que ver con dos factores: el número de personajes y el que esta vez no haya profundizado demasiado en el paisaje interior de cada uno.
''Restringí la historia a tres personajes, cosa que jamás había hecho. Todas mis novelas anteriores están muy pobladas: en Porque la verdad parece mentira hay 90 personajes; en Luces artificiales y Ritmo delta hay alrededor de 40. Inclusive en los cuentos hay más personajes que en La duración de los empeños simples.
''Por lo general soy digresivo, conjetural, me gusta dilucidar aspectos de la conciencia y de las situaciones combinadas de los personajes.
''Esta vez no me quise meter demasiado en el paisaje interior de cada uno, sino simplemente hacer la combinatoria entre sus acciones y sus deducciones a partir de lo que hacen, y ya."
Frente a un panorama como el que describe en La duración de los empeños simples, Daniel Sada considera indispensable la reaparición de la figura del héroe.
''Una característica del héroe es no traicionar sus ideales, aun cuando esté equivocado, aunque el mundo le demuestre que no tiene razón. De hecho, el héroe muere por sus ideales.
''Creo que necesitamos hé-roes, guerreros con visión de futuro y victoria, que no flaqueen, porque la gente generalmente se agacha y cualquier eventualidad la desilusiona."
Antípodas del héroe
Los personajes de la novela de Sada, sin embargo, están en las antípodas del héroe: ''Sí, pero de alguna manera es la preeminencia de lo que puede venir. No se puede vivir tan deplorablemente la vida, tiene que haber heroicidad, alguien que tenga verdaderos ideales y esté dispuesto a llevarlos hasta las últimas consecuencias y morir con ellos.
''La heroicidad es trágica. De acuerdo con los preceptos griegos, la tragedia se da cuando alguien asume su destino y trata de cumplirlo. Claro, esto puede alterar, modificar de manera flagrante el orden de las cosas, nuestra cotidianidad. Pero no hay de otra."
En La duración de los empeños simples no caben los héroes: radiografía de la maltrecha vida urbana en estos días: Leonora tal vez, quién sabe, deje de beber orines. Alberto tal vez, quién sabe, la vuelva a besar. Luis Lauro, tal vez, quién sabe, gane un concurso literario.
De un modo u otro seguirán en la búsqueda obsesiva de paliativos para vivir: medio vivir; para no morir.