Usted está aquí: sábado 22 de julio de 2006 Espectáculos Al clamor de "¡Viva Villa!", Parral recreó la muerte de Doroteo Arango

Cada año, los habitantes de la ciudad representan la ejecución de El Centauro del Norte

Al clamor de "¡Viva Villa!", Parral recreó la muerte de Doroteo Arango

Cabalgatas, mesas redondas, espectáculos musicales, poesía y teatro, son algunas de las actividades de las Jornadas Villistas, mediante las cuales se rinde tributo al general de la División del Norte

JUAN JOSE OLIVARES ENVIADO

Ampliar la imagen Parral revivió la muerte y la sepultura de su héroe. Arriba, la representación de los últimos momentos del guerrillero. Según Friedrich Katz, el día de su muerte, Villa iba manejando su auto y estaba de buen humor Foto: Ignacio Hernández

Parral, Chih., 21 de julio. Francisco Villa, el "Robin Hood, el Napoleón mexicano, el asesino despiadado, el mujeriego, el único extranjero que atacó el territorio de Estados Unidos desde la guerra de 1812 y salió indemne (como lo describió su biógrafo Friedrich Katz)", volvió a morir en Parral, Chihuahua, este 20 de julio. Fue asesinado a balazos por sicarios en la esquina de las calles Juárez y Barrera.

Falleció emitiendo el grito de "Viva Villa", que tantas veces marco la victoria en sus batallas, pero que en esta ocasión fue la voz de aviso de un individuo que lo vigilaba, para que los "cobardes" que lo masacraron dispararan desde unas casas de esas calles, donde ahora, 83 años después, se encuentra el museo Francisco Villa, sede de la representación que desde hace algunos años se realiza en esta ciudad chihuahuense con actores no profesionales, en el contexto de las Jornadas Villistas que organiza el gobierno del estado.

"Parral me gusta hasta pa'morirme"

José Doroteo Arango, nombre real de Villa, había salido de su residencia en Parral, ubicada en la calle Zaragoza 139, acompañado por el coronel Miguel Trillo, Rosalío Rosales, Daniel Tamayo (asistente del general), Claro Hurtado, Rafael Medrano y Ramón Contreras. "Estaba de buen humor. Iba manejando él mismo el coche y bromeando con su secretario y sus guardaespaldas", dice Katz. Llevaba una bolsa con mil pesos de plata para la raya de su gente, una sandía y un facsimilar con varias notas de periódicos de la época reproducidas en la edición única del diario Siete leguas. Al llegar a la esquina de Juárez y Barrera, cerca de las ocho de la mañana, los complotistas estaban escondidos en las casas siete y nueve de la calle Gabino Barreda, prestadas por Guillermo Gallardo.

Los hombres que dispararon son reconocidos oficialmente como los asesinos materiales: Melitón Lozoya, José Sáenzpardo, Librado Martínez, Ramón Guerra, José Guerra, José Barraza, Jesús Salas Barraza (diputado, a quien le habían ofrecido una senaduría), Ruperto Barra y Juan López Sáenzpardo. En unos cuantos segundos el automóvil recibió múltiples disparos antes de que girara sin control y chocara contra un poste de teléfonos. El general Villa murió instantáneamente. "Parral me gusta hasta pa'morirme", había dicho el jefe de la División del Norte.

La gente de Parral y Durango recrea el asesinato e introduce algunos elementos, como los gritos de una de sus amantes, La China Hilaria, quien pretende "asesinar al diputado Salas, por cobarde".

Pero ellos ven a su héroe, se apasionan con su historia. La breve representación se ha convertido en una tradición, porque creen que El Centauro del Norte murió en uno de los momentos más productivos de su vida.

"Villa representa todo para Durango y Chihuahua, sin embargo, las nuevas generaciones van perdiendo la noción de los acontecimientos. Si podemos rescatar esa identidad con actos como éstos es maravilloso", comenta el profesor Esbardo Carreño Díaz, cronista de San Juan del Río, Durango, cuna de Francisco Villa.

Carreño hace un monólogo previo al acto. Es una breve semblanza sintetizada de cómo surgió este personaje. Narra desde el inicio su peregrinar, a la edad de 16 años, cuando disparó al hacendado Agustín López Negrete en el Guajolotito, donde éste intentaba abusar de su hermana de 12 años, hasta los días previos a su muerte.

Villa, adelantado a su época

Cuenta el maestro Carreño que el texto que interpreta es para hacer un marco referencial. "El monólogo da una explicación previa. Me pregunté cómo llegar a la gente, que en la actualidad lee poco, entonces se me ocurrió un monólogo breve.

"Villa es una dualidad, pero sólo es un hombre no común, uno que se adelantó a su tiempo. No tuvo más alternativa que entrar a la lucha armada, pero se descubre como el hombre que quiere un México diferente. Se vuelve autodidacta, por su trato con maestros e intelectuales. Esa hambre para que México tuviera gente preparada fue un sueño grande que realizó de alguna manera, además de su afán por el reparto de tierras", relata el cronista.

El público se vuelca tras el carro luego de la ejecución. Creen ver a los personajes verdaderos. Sienten que el tiempo regresa y se sienten orgullosos de su raíz norteña. Es su historia que comparten con todos los mexicanos.

Cortejo fúnebre

Pero no para allí. Horas después, el féretro, envuelto en la parafernalia mortuoria, se instala en el antiguo hotel Hidalgo, propiedad de Villa, donde la gente hace filas para condolerse. Para la gente de acá, Villa era un benefactor, ya que en su hacienda, en Canutillo, creó una escuela, talleres de oficios y la infraestructura que desarrollaría la industria "para que los mexicanos no salieran al extranjero en busca de trabajo".

Al día siguiente, un cortejo le acompaña hasta el panteón, como hace 83 años, en una carroza fúnebre, que en ese tiempo era de Pedro de Alvarado, minero filántropo amigo de Villa. Hoy lo hicieron, como en esos años, con la intención de acompañar a su héroe hasta su tumba, que tiempo después (6 de febrero de 1926) fue profanada: unos ladrones exhumaron su cadáver y lo decapitaron para vender su cabeza, con muchas versiones en cuanto a los autores intelectuales.

Pero esta vez sólo van a despedir, como cada año desde que se realizan las Jornadas Villistas, a quien en su tiempo, como lo publicó The New York Times y quedó asentado en la biografía de Katz, "pudo en cierta forma, a pesar de sus excesos, su falta de respeto a la ley, sus crímenes y atropellos, ser presidente de México, si hubiera sido instruido".

 
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