Medio Oriente y el petróleo
Los mercados del petróleo están determinados en estos difíciles momentos por un verano muy caliente, tanto que la violencia puede enviar una señal a los principales productores. Israel no dará un solo paso atrás en esta guerra, que para efectos prácticos es una invasión a Líbano, que no cesará hasta no ver aniquilada a la fuerza del Hezbollah. Cuenta para ello con el respaldo del gobierno estadunidense, como quedó claro por boca de Condoleeza Rice, secretaria de Estado, quien habló, por supuesto, a nombre del presidente George W. Bush.
Y no es que Líbano sea por sí mismo productor de petróleo ni miembro de la OPEP, sino que está latente la amenaza de que se vean involucrados en el conflicto: Siria, por una parte, y desde luego Irak, país donde no ha dejado de estar presente la violencia desde la invasión de las fuerzas de la coalición, integrada muy principalmente por Estados Unidos y Gran Bretaña, con participación muy relativa de otros países, cuya fuerza militar no es, desde luego, comparable con éstos. Para no mencionar a Irán, que tiene sus propios problemas con los estadunidenses a causa de los ensayos nucleares que está llevando a cabo y de los que no va a desistir como ya declaró su joven presidente Mahmoud Ahmadinejad.
La tarea de destruir el arsenal de misiles del Hezbollah puede tomar varias semanas o meses. Los analistas pronostican que el petróleo de 80 dólares puede empezar a aparecer pronto en las pantallas de las computadoras de los importadores del combustible fósil y de sus acompañantes inseparables, como el gas natural, el cual ha subido considerablemente su demanda en el propio Estados Unidos.
Entre los siete países, de los diez de Medio Oriente que pueden verse afectados por este conflicto, más o menos directamente, representan la tercera parte de las exportaciones de la OPEP con diferentes destinos y la mitad de sus importaciones.
El Petroleum International Weekly (PIW) afirma que durante las primeras aunque efímeras gestiones que se hicieron, principalmente provenientes de la ONU, para calmar la situación en Medio Oriente, los precios disminuyeron en no muy grande proporción, pero el hecho es que el mercado se mostró sensible, sin que hubiera desaparecido el peligro de que se recupere el precio, que llegó a 77 dólares por barril.
El sobrecalentamiento del mercado es evidente y podría volver a subir a la menor provocación. Cualquier nuevo brote de violencia, aun si se sostiene en el nivel actual, será causa suficiente para que se disparen los precios, sin que sea posible que los analistas siquiera puedan prever hasta dónde pueden llegar. Se habla ya de la posibilidad de que veamos petróleo de 100 dólares por barril.
Es cierto, asevera el PIW, no estamos en 1973, y no hay la más remota posibilidad de una disrupción coordinada de la producción a nivel mundial que pudiera hacer presión considerable sobre los aliados de Israel y de Estados Unidos; sí es muy posible que los precios vuelvan a subir a niveles nunca considerados, con graves consecuencias para la economía mundial.
México no sería inmune a los graves daños que pudiera acarrearle una situación de excesivo sobrecalentamiento del mercado: por una parte, obtendríamos utilidades extraordinarias debido a los sobreprecios del mercado en estas condiciones, pero nos afectarían muy negativamente los sobreprecios del gas y de las gasolinas que importamos, que ya representan cerca de la tercera parte de nuestra factura de exportación y una buena tajada de nuestra balanza de pagos. Por otra parte, la industria que se alimenta de gas natural, pública y privada, así como la que se produce gracias a la energía eléctrica que genera la Comisión Federal de Electricidad y distribuye la Compañía de Luz y Fuerza, serían indudablemente afectadas, así como los programas de gobierno para el próximo régimen que plantean una disminución considerable en los precios de los combustibles que afectan al pueblo mexicano, desde su medio de transporte hasta el consumo de casa.
La conclusión es clara y contundente: a México le conviene o, mejor dicho, le es condición indispensable la paz mundial para poder llevar a cabo los programas de gobierno que propicien el desarrollo industrial y el bienestar de nuestro pueblo.
La variabilidad reciente en los precios del crudo demuestra la incertidumbre inherente en las proyecciones para los mercados del petróleo. El crecimiento que muestran las estadísticas más confiables y prestigiadas es de 1.2 por ciento anual para el petróleo y 0.7 por ciento para el gas natural entre 2004 y 2030.
El Annual Energy Outlook, de la Administración de Información sobre Energía, por primera vez está lanzando a la opinión pública estadísticas hasta el año 2030 y vale la pena tomarlas en cuenta. Las hicieron públicas en su edición de febrero pasado y contienen datos que es muy necesario analizar. Una de las conclusiones es que aun en un mundo hipotético que estuviera en paz y sin conflictos bélicos en marcha se acabó el petróleo barato, y los combustibles alternos de fuentes renovables no se desarrollarán lo suficiente para satisfacer la voracidad energética de países como Estados Unidos, que consume 20 millones de barriles diarios, es decir, 7 mil millones de barriles anuales, de los cuales importa la mitad. ¿De dónde? Adivine usted, pero México tiene el segundo lugar como abastecedor de esa gran potencia. No hay que perder de vista que para el año 2030 aumentará de 21 cuadrillones de BTU (Unidad Térmica Británica) a poco más de 29 cuadrillones. Ni tampoco que sus reservas totales en la actualidad le alcanzan para cubrir sus necesidades más de cinco años. Esto probablemente dará al lector una idea de la verdadera causa de las guerras.