Por años fue aceptada; el problema empezó cuando se escindieron en priístas y perredistas
La tradición de quitar tierras a viudas confronta a ejidatarios de Ocosingo
Las enfrentamientos recientes entre ambos grupos alejan la posibilidad de acuerdos
Ampliar la imagen Algunas mujeres despojadas de sus parcelas, durante la reunión entre priístas, perredistas y funcionarios de Chiapas, en el ejido de Tenango, el 16 de junio pasado Foto: Elio Henríquez
Ejido de Tenango, Ocosingo, Chis., 24 de julio. A la pena de haber perdido al marido, las mujeres que enviudan en este ejido indígena tienen que enfrentar el despojo de su parcela, con el argumento de que los "usos y costumbres" impiden que la hereden legalmente.
En los dos años recientes este acuerdo no escrito ha provocado enfrentamientos entre los varones de la comunidad, divididos en priístas y perredistas. El más reciente, ocurrido el viernes, con saldo de dos priístas heridos.
Desde hace meses las autoridades estatales han convocado a los antagonistas a dialogar y devolver las parcelas a sus "legítimos sucesores agrarios"; es decir, a las viudas y a sus hijos, o a quien acredite plenamente los derechos de posesión; sin embargo, los avances han sido nulos.
La "tradición" de quitar las tierras a las viudas, cuentan los hombres de este lugar, se inició hace décadas y por mucho tiempo no hubo diferencias en la comunidad, debido a que todos los hombres estaban de acuerdo.
El problema empezó a crecer cuando hace unos años el ejido, donde habitan unas mil familias, se dividió en dos grupos: uno, el más antiguo, perteneciente al PRI, y el otro, el minoritario, al PRD.
A partir de esta escisión, el despojo de las parcelas a las viudas ha adquirido otra connotación. Al fallecer un ejidatario que militaba en el PRI, los perredistas se apresuran a quitar la parcela a la viuda y viceversa, en una cadena de represalias mutuas que ha ahondado las diferencias entre ambos bandos y alejado la posibilidad de un acuerdo que beneficie a las afectadas.
Una de las perjudicadas es María Gómez López, indígena tzeltal, cuyo marido, Antonio Vázquez López, murió hace dos meses, por lo que ahora ella tiene que trabajar para mantener a sus cinco hijos, pero, paradójicamente, cuando más necesita la tierra para producir, se la han arrebatado.
"Todavía no enterrábamos a mi esposo y otras personas ya me habían despojado de la parcela y del cafetal; sólo me han dejado mi casita", afirma llorosa.
Acompañada de varios priístas que tradujeron sus palabras, pues ella sólo habla tzeltal, su lengua materna, la mujer exige que le devuelvan su propiedad. "Yo no tengo la culpa de que mi esposo se haya muerto, estaba muy enfermo y me dejó a mis hijitos", expresa.
Del lado de los perredistas, Sebastiana Pérez González, quien hace 25 años quedó viuda, reclama que le devuelvan su parcela de ocho hectáreas. Narra que cuando los priístas la despojaron de sus terrenos, hace 20 años, le quemaron su casa. "Es una injusticia, me quitaron todo", lamenta. Su hijo Sebastián Vázquez, mayor de edad, también demanda la parte que le toca.
El 16 de junio pasado tuvo lugar en el ejido de Tenango una reunión entre priístas, perredistas y funcionarios estatales, para buscar una solución.
Las partes en disputa firmaron un acuerdo en el que los perredistas aceptaron que se apoderaron de las parcelas de los difuntos Pedro Martínez Gómez, Sebastián Gómez Pérez, Juan Gómez Vázquez y Antonio Vázquez López, así como de Miguel Pérez Gómez, quien está vivo, pero ciego.
Los priístas a su vez, reconocieron que se posesionaron de las parcelas del difunto Nicolás Méndez Pérez, y las de Juan Vázquez Pérez y Antonio González Gómez, quienes aún viven.
Ambas facciones reconocieron que no tienen derecho sobre las parcelas y manifestaron su disposición a desocuparlas y "dejarlas a sus legítimos sucesores agrarios o a quien acredite plenamente tener derechos de posesión", se señala en el documento.
El siguiente encuentro entre ambos grupos se programó para el 21 de julio en la cabecera de Ocosingo, pero se suspendió debido a que los priístas se hicieron acompañar por más de 200 de sus correligionarios, cuya presencia no favorecía las condiciones para el diálogo.
Una de las propuestas que tienen en la mesa los dos grupos para poner fin al conflicto es que se elabore un reglamento interno que surja de la asamblea, conjuntamente con las autoridades agrarias, para "depurar" los usos y costumbres.