Astillero
La toma de la ciudad de México
Movilización frente a la cerrazón
Se oscurece el panorama de FC
Otras dos formas de marchar
Astillas:
Ampliar la imagen Elena Poniatowska y Jesusa Rodríguez durante la tercera asamblea informativa en el Zócalo capitalino FOTOMaría Luisa Severiano
La histeria derechista ya tiene una nueva razón para desbordarse, pues Andrés Manuel López Obrador decidió ayer impulsar una forma de resistencia civil que implica colocar contingentes propios a lo largo de una avenida capitalina que no sólo es muy importante en términos viales sino, sobre todo, políticos y económicos (de un golpe han quedado en la ruta de la protesta cívica ciertos puntos simbólicos: el Palacio Nacional, la Bolsa Mexicana de Valores, la casa presidencial, las oficinas de los grandes corporativos nacionales e internacionales, por ejemplo).
La toma de la ciudad de México es una respuesta política y social a la pretensión calderonista-foxista-aznarista-bushista de someter el litigio electoral a los terrenos previamente amañados de lo demoscópico (ya están nuevamente en funcionamiento las tales encuestas de opinión que, según eso, confirman "tendencias" en favor del cuñado de Hildebrando y demuestran que "la gente" está conforme con el falso triunfo calderonista), de lo mediático (aunque es una lástima que los "principales" periodistas del país estén de vacaciones, pues habría sido una delicia escuchar o leer desde hoy los encendidos editoriales y ver cómo levantan las cejas esos próceres mediáticos) y de lo jurídico (siempre sujeto a las presiones del poder).
Pero, sobre todo, la instalación de campamentos en Paseo de la Reforma denota la voluntad política de pelear hasta el final por el reconocimiento a un triunfo en las urnas, de tal manera que a los beneficiarios del fraude electoral (no sólo los inmediatos, Feli-Pillo y su pandilla, sino los grandes empresarios y la ultraderecha desatada) les habrá quedado claro, a partir de ayer, que no enfrentarán un adversario tradicional, sino una movilización nacional concentrada en las calles capitalinas. Justamente es en estos escenarios, el de la movilización y la protesta, donde se han estrellado anteriores pretensiones de exterminio político de AMLO.
El movimiento lopezobradorista deberá ahora, sin embargo, cuidarse como nunca de las provocaciones y la violencia inducida. Plantar contingentes a lo largo de una arteria vial como la mencionada requiere organización y control para que esas acciones de protesta no generen más molestias o enconos de los que naturalmente conllevan. La resistencia o la desobediencia civiles deben atender el legítimo interés de la ciudadanía de que su vida cotidiana no sea afectada irracional o excesivamente, pues entonces se corre el riesgo de irritar y, con la ayuda de los medios alineados con la derecha, convertir el buen ánimo de una parte de la población en un segmento confuso o incluso cambiante.
Mención aparte merecen el número y el talante de los asistentes a la tercera asamblea informativa del lopezobradorismo. No sólo habrá sido la manifestación pública más concurrida de la historia política nacional, sino que los participantes mantuvieron una actitud alegremente combativa, en la que no pudo colarse ningún incidente natural o fabricado que la desdibujara o ensombreciera.
De otras dos andanzas habrá que dar cuenta aquí: la primera fue una marcha desangelada, testimonial, insuficiente. Tan débil habría sido por sí misma esa caminata que el candidato presidencial hubo de echar su resto personal para tratar de darle un poco más de fuerza a ese lance. Así fue como Felipe Calderón marchó (o caminó) personalmente a las oficinas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para decirles a los siete magistrados que él ganó las elecciones y que pide que le sea reconocido ese triunfo. Aunque eso no tiene ninguna relevancia jurídica, el buen Felipillo les platicó a sus anfitriones que él batalló incluso para alcanzar la candidatura presidencial. El confianzudo candidato fue acompañado por un funcionario de sexto nivel del gobierno foxista (Luis H. Alvarez, cobrador de cheques quincenales a cuenta de una fantasmal comisión pacificadora de Chiapas), el segundo hombre del organigrama de segunda del comité nacional panista (es decir, José Espina, pues no estuvo Manuel Espino: entre cactos te veas) y los hombres fuertes del primer círculo calderonista, el germanófilo Martínez Káiseres y César Nava Pemex (¡Oh, ¿no estuvo el muy querido joven Mouriño? ¿Andaría arreglando nuevos negocios familiares en Vigo, España, o arreglando más concesiones o permisos gubernamentales en Campeche?).
La segunda fue una visión en busca de ser confirmada. Una especie de ilusión óptica que hizo creer a distintas personas (reporteros e incluso su paisana, Isela Vega) que el vocero presidencial habría salido del antes citado tribunal electoral, en una visita que a estas alturas resultaría preocupante, pues sería una maniobra desangelada, testimonial e insuficiente de que Los Pinos estaría practicando las mismas artes de perversión de los criterios jurídicos que en los tiempos del desafuero se habían realizado, pero ordenando al presidente de la Suprema Pizza de Justicia, Mariano A Domicilio, que fuera a la casa presidencial a tomar nota de lo que el Ejecutivo le ordenara. Pero ahora México ha cambiado: ya no se cita a los ministros o magistrados, sino que se les envían personeros que lo mismo dicen hoy una cosa que mañana otra (ayer mismo, el vocero Rubén Solar y Aguilar -a veces es una cara de la moneda, a veces la otra- dijo que él no era él o, más bien, que la persona que creyeron ver en el IFE no era él).
Buena parte de los gobernadores panistas pusieron el aparato oficial al servicio de la causa electoral de Felipe Calderón. Represor, frívolo y clasista, el de Quéretaro, Francisco Garrido Patrón, rindió ayer un informe de labores en el Congreso estatal, donde el diputado de Convergencia José Luis Aguilera Rico detalló los manejos arbitrarios de los fondos estatales pero, además, dijo que el secretario de Desarrollo Agropecuario había dedicado "su tiempo, esfuerzo y presupuesto público a la compra indiscriminada de la voluntad popular en el campo, amenazando, chantajeando y condicionando los apoyos a la gente, con la consigna de votar por el PAN". La gradería, conformada por empleados de gobierno, chifló; el sonido por el que hablaba el diputado fue cortado y, al final, Francisco Garrido Patrón recibió aplausos con cargo al erario... ¡Hasta mañana!
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