Usted está aquí: lunes 31 de julio de 2006 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.

Temor a las pérdidas

Een su valioso libro ¿Tener o ser?, Erich Fromm observa que "aunque el miedo a la muerte puede parecer irracional, no lo es si la vida se concibe como posesión. No sentimos miedo a morir, sino a perder lo que tenemos: el temor de perder mi cuerpo, mi ego, mis posesiones y mi identidad; de enfrentarme al abismo de la nada, de perderme".

Y agrega: "La pérdida del miedo a morir no debe comenzar como preparación para la muerte, sino como esfuerzo continuo para reducir el modo de tener y aumentar el modo de ser... La instrucción sobre cómo morir es, desde luego, la misma que la instrucción sobre cómo vivir. Cuanto más nos libremos del afán de poseer en todas sus formas, en especial de nuestro egocentrismo, menos poderoso será el temor a la muerte, ya que no tendremos nada que perder".

Egocentrismo en el sentido de entender mi yo como centro único o excesivamente autocentrado, interesado en mí mismo y en lo que me concierne, pero añadiendo mi indiferencia hacia lo que concierne a los demás, incapaz de empatizar.

Este grave error de perspectiva, esta mentalidad infantil de confundir lo que percibe mi yo con la realidad, es lo que a la postre tiene a las sociedades humanas sumidas en una extendida crisis relacional. (Véanse por ejemplo los despiadados ataques de Israel-Estados Unidos contra la población civil de Líbano como presunta protectora de terroristas y el ominoso silencio de los listillos.)

Si algo se opone entonces a una actitud serena y sensata ante la vida y frente a nuestra condición de mortales, es precisamente el espíritu del capitalismo, sustentado en la perspectiva pueril de una extraviada producción utilitaria y un consumo irracional, en la permanente promoción y satisfacción de necesidades, artificiales las más pero fomentadas por así convenir al mantenimiento de dicho sistema y a las enormes utilidades de sus principales beneficiarios.

Por extraña coincidencia , consumo significa no sólo la última etapa del proceso económico, sino además extinción, término, pérdida, en este caso por la demencial producción, publicidad y venta de lo que en esencia no es necesario para el ser sino a lo sumo complacencia de ciertas formas de tener.

El paraíso de la vida estadunidense que Hollywood machaca en sus idiotas películas o en sus triunfalistas series televisivas es, igualmente, la cima del tener a costa de la disminución del ser y de su expresión, de verdades que sólo pueden surgir de la interioridad esclarecida que no confunde aquello que puede ver con lo que es.

Entre lo que tampoco preocupa a los beneficiarios del capitalismo es que a mayor consumo, más acumulación de dinero, sí, pero también de desperdicios, y mayor deterioro tanto del planeta como de los seres, no sólo en su afán de adquirir los codiciados productos sino tras cumplir estos su ciclo fugaz de satisfacción de falsas necesidades. Optar por el consumo y no por la conservación es otra manera segura de perder.

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