Ovación a Macari en el Teatro de la Ciudad

Jeanette Macari presentó el pasado sábado en el Teatro de la Ciudad su espectáculo Las que me sé, de Kurt Weill a Bola de Nieve, síntesis y concepto de sentimientos, recuerdos y vivencias de esta artista reunidos a lo largo de su vida y compartidos con un público que al final, de pie, le tributó una ovación, tras poco más de dos horas de un concierto con atmósfera de teatro-cabaret.

Canción tras canción, vestido tras vestido, Macari ofreció una estética oscura e íntima. Su voz, brillante, llena de matices, no tiene ese dejo de ópera del que otros intérpretes no pueden despojarse, aunque su formación se desarrolló en ese arte.

Su fino sentido del humor provocó risas y a veces carcajadas. En un momento pidió que barrieran el escenario. No aparecía el barrendero. "Es que no alcanzó el presupuesto", dijo.

Los vestidos negros, con escotes que levantaron suspiros; las medias del mismo color que enfundaron las piernas torneadas, que resaltaron cuando se sentaba en una silla y las cruzaba. Mon homme (Mi hombre), de Maurice Yvain, le permitió hacer alusiones feministas irónicas.

Los mareados, de Cadicamo y Cobián, fue un alarde. "Esta noche, amiga mía, el alcohol nos ha embriagado, qué me importa que se rían y nos llamen los mareados..."

Las hojas muertas (Les feuilles mortes), de Joseph Kosma y Jacques Prévert, profunda, sentimental.

Quién fuera, de Silvio Rodríguez, sobre un corazón oscuro, que se esconde. Varias personas salieron silbando la tonada. Una pieza de sinceridad: Je ne t'aime pas (Ya no te amo), de Kurt Weill. Cerró con Lágrimas negras, de Miguel Matamoros, con un ritmo sabrosón marcado por su grupo de maestros: Mark Aanderud, en el piano y arreglos; Agustín Bernal, contrabajo, y Gabriel Puentes, batería y percusiones.

Fue una noche de abanicos de plumas negras y de palabras como champaña.

Arturo Cruz Bárcenas