Editorial
Detener la matanza de civiles
Nada parece conmover a las potencias occidentales. Este miércoles, mientras miles de soldados israelíes combatían en el sur de Líbano y Hezbollah respondía con ataques con misiles, en la zona del conflicto la angustia y el dolor eran permanentes. Como ha sido desde el comienzo del conflicto hace ya más de tres semanas, la población ha sido la principal víctima de las decisiones de sus líderes, la que ha visto morir a sus familiares y la que ha visto cómo son destruidas sus casas y comercios desde el aire. En tanto, la comunidad internacional, en particular las potencias de Occidente, miran hacia otro lado, balbuceando soluciones que no aportan nada.
Si bien este saldo de horror es inherente a cualquier conflicto armado, y no por ello menos reprobable, en este caso parece no haber límites y se vale todo. El gobierno de Tel Aviv justifica sus bombardeos masivos a zonas residenciales u otras áreas habitadas al decir que ahí los líderes de Hezbollah esconden armas, y éstos no dudan en usar a los civiles como escudos contra los ataques de Israel.
Ante este panorama, ¿qué hacen los líderes del mundo? La Unión Europea insiste con sus críticas tibias, que no aportan nada a la solución de la guerra. Estados Unidos, por el contrario, hace mucho por el conflicto, pero para avivarlo. Además de llenar con armas de última generación el arsenal israelí como las tristemente célebres bombas inteligentes, bloquea cualquier intento, salga de donde salga, para detener los enfrentamientos, sin importar que con sus acciones esté condenando a miles de personas, y termina por imponer su visión del mundo, como lo ha hecho desde que llegó al poder George W. Bush. La ONU, en tanto, amarrada de manos y pies por Washington, únicamente se dedica a lamentar el escandaloso número de bajas provocadas por los bombardeos.
Ni siquiera las docenas de niños que perdieron la vida en un ataque israelí la semana pasada han logrado conmover a quienes tienen la sartén por el mango en este conflicto.
Por el contrario, la escalada de violencia registrada en estos dos últimos días hacen pensar que los problemas aumentarán en esa región ensangrentada. El gobierno israelí ha asegurado que la campaña militar es un éxito pues ha diezmado considerablemente las fuerzas de Hezbollah y destruido dos terceras partes de sus lanzaderas de cohetes. Sin embargo, un día después de haber asegurado lo anterior, el grupo "diezmado" lanzó 250 misiles a territorio israelí, el mayor número desde que comenzó el conflicto. Es decir, hay suficiente fuego para hacer de esta guerra algo verdaderamente espantoso. Más aún, si cabe.
Por ello es necesario que la comunidad internacional actúe con firmeza, obligando a las partes en conflicto a guardar las armas. Un cese al fuego, exigido con la vehemencia que corresponde al caso por Estados Unidos y la Unión Europea, y una participación de mayor envergadura de parte de la ONU, seguramente harían diferencia en esta guerra cruel, un crimen de lesa humanidad contra los habitantes de Líbano e Israel. Como señaló Eduardo Galeano en un artículo publicado en estas páginas: "¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que este mundo enamorado de la muerte es nuestro único mundo posible?"