Número
121 | Jueves 3 de agosto de 2006 |
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Carnaval de atrocidades | ||
Por
Joaquín
Hurtado Cuando mi hijo Isaac, nuevo votante a sus diecinueve, me preguntó cuál era el caso de acudir a las urnas le dije que podíamos elegir entre un modelo económico y social depredatorio y otro humanista: uno que ofrecía compensar décadas de expoliación. Estudiante universitario, él tomó su decisión: no te daría su voto. Sabíamos que la moneda estaba en el aire, así lo evidenciaron las encuestas. En un proceso como este se gana o se pierde, incluso por un sufragio. Pero cada día nos preocupa el creciente nivel de rabia, de exasperación que expresan sus compañeros de la universidad, nuestros amigos, vecinos y familiares: tu contrincante más cercano, dicen con tono admonitorio, es un feroz peligro para nuestros bienes, nuestras vidas, nuestros hijos por el solo hecho de exigir el justo recuento de los votos. Tu juego fue suicida: si ganabas malo, porque tu propaganda creó un desbarrancadero post-electoral que ahora parece insalvable. Si perdías peor: instauraste en la sociedad la doctrina del desprecio irracional, gratuito. Soy homosexual, tengo sida, no lo oculto: entro y salgo de mi escondite por mis medios. He aprendido a sobrevivir entre los marginados, los renegados, los apestados, los condenados; mi lengua y mi razón son mis instrumentos de conservación, mis armas de defensa. Pero pertenezco a una minoría, soy un privilegiado. Ante el fantoche del estigma y el vaho de la discriminación opongo argumentos como ciudadanía, justicia, derechos humanos. Pero hay miles que no pueden defenderse en ese idioma. Su país, mi país los sigue manteniendo en el escondrijo, en el silencio, tatuados para siempre con las siglas del asco. Cuando osamos salir de nuestro ataúd de muertos sociales nos han acusado, curiosamente, con los mismos juicios con los que enlodaste esta fiesta cívica. Enemigo, traidor, monstruo, culpable, verdugo, ser bestial, ente abominable, espectro sediento de venganza, asesino de niños, maricón de mierda. ¿Será coincidencia que quienes más nos lo han escupido son los mismos grupos que te apoyan en el libreto obsceno y en el activismo vomitivo de esta contienda electoral? Mi hijo no le debe nada a las leyes de los hombres ni de tu Dios, su única falta es ser mi hijo, opción que no eligió. Fue duro liberarlo del gueto de cuna. Pero su razonada voluntad fue no votar por ti: por eso ya está de nuevo en el basurero civil, junto a millones. No tardará en huir de esta patria atroz. Esa infamia jamás la pagarás, Felipe Calderón. |