Número
121 | Jueves 3 de agosto de 2006 Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER Directora general: CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
|||
Salud sexual en las tocadas sonideras Por Antonio Medina En los años setenta las bocinas, el ubicuo sonido, abrieron nuevas posibilidades de comunicación con el público. Así nació la forma característica de amenizar, de mandar saludos a los barrios, a los amigos, a las novias, a los ligues, a través de ese altavoz que multiplica el eco, sello del buen sonidero que tuvo en La Changa, del barrio de Tepito, a su primer clásico. Los nuevos tiempos hicieron consolidar a los sonideros y ampliar su oferta musical. El high energy, el house, la música pop o el break dance, pudieron convivir con la salsa, la cumbia y, la nueva moda, el reguetón. A las fiestas callejeras asisten, como desde hace años, adolescentes y jóvenes que no tienen acceso a las discotecas, ya sea por sus bajos ingresos o por la política restrictiva que aún priva en esos espacios —el clásico “nos reservamos el derecho de admisión” como manera institucional de discriminar. Las empresas de sonidos les dan a esos sectores, con pocas expectativas de desarrollo económico, social y cultural, una opción de entretenimiento. Ámbito que también sirve para reforzar las relaciones sociales entre los y las adolescentes, expresadas a través del baile y el flirteo. Es en esos espacios al aire libre donde aprenden sobre tolerancia y diluyen momentáneamente las diferencias. Bailes, sensualidad y protección El más indicado para dar la información es el diyéi, la voz característica de las tocadas, quien manda mensajes, saludos, hace bromas y da información de otros eventos. Es el personaje que da cohesión e identidad a los asistentes. “Hace que los y las jóvenes existan y no pasen desapercibidos durante la noche. También puede ser él quien a partir de una mensaje reflexivo a su manera y con su propio lenguaje cree conciencia sobre el uso del condón o haga pensar en la importancia de evitar un embarazo no planeado”, comenta a Letra S Wendy Salas, integrante de Equidad de Género y responsable del proyecto. Wendy y un equipo de jóvenes voluntarios han desarrollado estrategias para hacer más atractiva la información a los y las asistentes a esas fiestas, como introducir condones en cajetillas de cigarros y regalarlas a la concurrencia. En el interior lo que encuentran es un par de condones y recados: “No seas torolas, para evitar boda, yo me espero tantito y voy x mi gorrito”. “X qué me quiero = me cuido, X que me quieres = cuídame”. “Nuestras decisiones sí van con el condón”. De acuerdo a los testimonios que Wendy Salas ha recabado en las tocadas, los chavos y las chavas consideran que bailar es un paso previo a la formación de relaciones afectivas o una manera de conseguir relaciones sexuales ocasionales: “Bailan pegado y nomás es para cachondear y ya de ahí sale… el siguiente paso es el hotel, un carro, afuera en la calle, en el terreno baldío o donde sea, donde caiga es bueno”, dice uno de sus entrevistados. El baile “es un lugar donde puedes ir a bailar y a cotorrear con tus cuates. Ahora que si conoces a una chava, vas a cachondear”. “En este panorama influyen muchísimos factores, —explica Salas— la mayoría destaca el alcoholismo como el principal elemento que propicia situaciones de riesgo en el ejercicio de la sexualidad”. Para la mayoría, el ambiente diluye las diferencias: económicas, de género o, incluso, de preferencia sexual: “En el baile sonidero no hay diferencias, aquí todos son la banda, es chido, es cotorreo; no se discrimina a nadie, sea homosexual o sea mujer, sea hombre o sea lesbiana. Tenga lo que tenga, aquí todos somos la banda”. |
|