Usted está aquí: viernes 4 de agosto de 2006 Política "Esto ya cuajó", expresan los dirigentes durante recorrido por los campamentos

La cultura popular aflora en los diversos sitios del plantón por la democracia

"Esto ya cuajó", expresan los dirigentes durante recorrido por los campamentos

Llama López Obrador a "cuidar el orden y la limpieza y causar las menores molestias posibles"

JAIME AVILES

Ampliar la imagen Habitantes de la delegación Tláhuac instalaron un panteón-ofrenda, donde enterraron al cuñado de Calderón, Hildebrando Zavala; a la democracia, al presidente Vicente Fox, al voto muerto, al ex presidente Carlos Salinas, entre otros, en el plantón permanente de la coalición Por el Bien de Todos sobre el Paseo de la Reforma Foto: José Carlo González

Dos ataúdes, uno metálico, ancho y gris, otro café, de madera, de utilería, también ocupan, el más ligero sobre el más pesado, el arroyo vehicular del Paseo de la Reforma. Cerca de ellos, en silencio, escondido en la oscuridad, protestando para nadie, un hombre permanece atado de brazos y tobillos a los maderos de un crucifijo. "Mi turno acaba a las 12", explica. Son casi las 11 de la noche del miércoles, después de la tormenta que inundó la colonia Condesa.

"Estaba hablando Carlos Fuentes, pero el ruido del granizo era tan fuerte que se tuvo que callar, y cuando el agua empezó a taparnos los pies se lo llevaron. Todos nos pusimos a tratar de salvar libros, pero de repente se abrió un hoyo en el techo y empezó a caer una cascada (en la flamante librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Ecónomica, estrenada hace apenas tres meses en lo que era el cine Bella Epoca)", cuenta desde un celular la voz de una automovilista que lleva hora y media atorada en el cruce de Insurgentes, Nuevo León y Viaducto.

Los motores de los coches vibran como insectos alrededor de la fuente de la Diana Cazadora, avanzando a vuelta de rueda por las angostas laterales de Reforma. A espaldas de los féretros y del crucificado, hombres y mujeres ensopados como sus banderas anaranjadas de Convergencia improvisan una plataforma de huacales para subir 30 centímetros sus tiendas de campaña y no dormir en contacto directo con la fría humedad del asfalto.

Bajo los árboles y los toldos que chorrean gotas plateadas y negras después del temporal, y mientras los celulares construyen el rompecabezas del caos capitalino -hay embotellamientos en el Circuito Interior, está anegada Benjamín Franklin, Revolución se paralizó, la esquina de Insurgentes y Xola es un lago ("¡los patos del parque México están nadando en el cruce de Amsterdam y Michoacán!", imagina un informante espurio), al tiempo que en Coyoacán, exagera otro, la noche es serena, brillan las estrellas y la gente cena al aire libre en las terrazas de los cafés-, brigadas especiales recorren los campamentos desde la fuente de Petróleos hacia el Zócalo, y viceversa, preguntando si no hay heridos o enfermos.

¿Y cómo les fue en el Zócalo? ¿Cómo está Andrés Manuel? ¿No le pasó nada? Son las palabras que se oyen con mayor frecuencia. Al otro lado de la glorieta del Angel, mientras sus compañeros atizan el fuego de un anafre para calentar quesadillas al carbón, una muchacha me muestra las imágenes que captó con la camarita de su teléfono durante el día que ha cedido paso a la noche y al diluvio.

En patín del diablo por Reforma

Primero sale la de un señor del plantón, lavándose los dientes a las 6 de la mañana con el Castillo de Chapultepec al fondo; en segundo lugar, bajo el tibio solecito de las 9, aparece un treintón rubio, de Armani negro y corbata rosa, con el estuche de su laptop colgado al hombro, desplazándose a bordo de un patín del diablo rumbo a la Bolsa Mexicana de Valores, el gesto feliz, como de niño, porque Reforma está exóticamente libre de coches para que él se divierta gracias al descontento social.

En la tercera, frente al Auditorio Nacional, el retrato de Andrés Manuel yace a los pies de una efigie en estuco de la poderosísima virgen oaxaqueña de Juquila, a quien los devotos le han encomendado que les cuide y les proteja al hombre al que, nomás ven, le gritan a coro: "¡Pre-si-dente! Pre-si-dente!" y "¡No estás solo, no estás solo!"

Mientras un gallo recién comprado en el mercado de Sonora (a 75 pesos) canta para los automovilistas que pasan mentando madres con el claxon por el cruce de Insurgentes y Reforma, en la entrada a las Lomas de Chapultepec, allá por la fuente de Petróleos, los de Tlalpan conviven con cuatro marranos a los que han bautizado como Calderón, Ugalde, Fox y Marta.

Entre verdes tlayudas, dientones esquites, tamales de mole rojo envueltos en hoja de plátano, frutas de todos colores, tacos de canasta, tortas de milanesa, barriles de tepache, la cultura popular brota nuevamente desde el fondo de sí misma y 72 horas después de haber sido instalados, afirma Andrés Manuel López Obrador, "los campamentos del plantón ya se consolidaron", y sus colaboradores opinan: "Sí, esto ya cuajó".

En sus visitas a la gente que aguarda la decisión del Tribunal Electoral, el candidato de la coalición Por el Bien de Todos repite con insistencia: "Hay que cuidar el orden y la limpieza, hablen con los comerciantes, díganles que no estamos aquí por gusto, que queremos causarles las menores molestias posibles, y no hay que poner música ni hacer ruido después de las 10-11, máximo 12 de la noche, porque mucha gente se acuesta temprano y tiene derecho a descansar".

La respuesta que obtiene es unánime: "¡Voto por voto, casilla por casilla, a López Obrador lo queremos en la silla!" Un mes después de las elecciones, la consigna ha evolucionado hasta convertirse en una cuarteta dueña al fin de un ritmo y una rima. Desde un altavoz en Madero e Isabel la Católica un rapero declama estirando las sílabas: "Voooooootoporvotoooo, casillaaaaporcaaaaaaaasilla", y una muchacha gorda, de cola de caballo y ojos muy bonitos, juega a chocar las palmas de las manos con su niña, al compás de la música. Ambas tienen camisetas que proclaman: "No queremos a Fecal en Palacio Nacional".

Escribir una carta para AMLO de nueve kilómetros de largo -distancia aproximada entre el Zócalo y la Fuente de Petróleos- es la propuesta de los campamentos colocados ante el Palacio de Bellas Artes, donde alguien ha instalado una feria de juegos mecánicos que cobra tres pesos el boleto "pa' sacar lo del dísel", dice el encargado.

En la glorieta que preside el almirante Cristóbal Colón preparan conciertos de rock para las tardenoches de ayer y de hoy, mientras de campamento a campamento avanza la convocatoria de un torneo de ajedrez y del concurso Bailando contra un fraude. Son las nuevas crónicas de la sociedad que se organiza para combatir y derrotar los fantasmas de 1988.

 
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