Qué poca certeza
La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para desechar de plano el conteo voto por voto y casilla por casilla y abrir parcialmente los paquetes electorales, amenaza con convertirse en un bumerán, si se da cuenta del cúmulo de "errores evidentes", irregularidades "conscientes" y deficiencias manifiestad del Instituto Federal Electoral (IFE). Todo ello aleja el principio de certeza en el resultado que anunció el propio IFE. De manera que vivimos el ensayo de una impostura cuando el PAN ostenta a su candidato como virtual "presidente electo". No funcionará aquí aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad como no les resultó en la campaña del miedo contra López Obrador. No quedaron claras las razones técnicas del tribunal para resolver cuáles y cuántas casillas se recontarían ni por qué no lo harían con las que desecharon y eso sin prefigurar escenarios de confabulación política que resulta inherente al conservadurismo de origen en todos los ámbitos del Poder Judicial.
Si bien es cierto que el tribunal sólo resolvió un incidente y debe abordar aún otros aspectos relativos a los juicios de inconformidad, como es el caso relevante de la petición de nulidad de casillas, lo es también que este primer ejercicio dará indicios de la operación electoral, de sus anomalías, que van más allá de lo "errorcitos", y debería llevarle a retomar la postura de la coalición Por el Bien de Todos y ordenar el recuento total.
Existe el riesgo, sin embargo, de que simplemente avale la postura que está anunciando el PAN consistente en realizar ajustes numéricos parciales y convalidar el resultado que anunció el IFE. Esto se presentaría si el tribunal opta por desestimar las evidencias que resultan de su exiguo conteo, de las cuales por lo menos debería resultar la anulación de casillas irregulares destacadas en el recuento parcial. También cabe la posibilidad de que el tribunal termine enredado en sus propios formalismos y ante la negativa al recuento total se vea aplastado por tantas anomalías y nulidades de casillas que acabe recurriendo al clavo ardiente de la nulidad abstracta al calificar la elección, escenario que la derecha empezó a prefigurar antes del 2 de julio: todo antes que reconocer el triunfo de López Obrador así sea entregar al sacrificable Felipe Calderón.
Este galimatías es resultado de la visión legalista antes que constitucional que asumió el tribunal. No encontramos argumentos de la talla de los derechos fundamentales que están en juego y ello lamentablemente nos anuncia el lente que prevalecerá.
Cuando los defensores de las "instituciones" se asustan de que la operación de éstas sea cuestionada y desestiman el significado de la movilización ciudadana, pierden de vista que justamente en ella se refleja la defensa de derechos constitucionales que tienen preminencia. Rasgo propio del conservadurismo asustadizo de ciertas corrientes de intelectuales que les causa urticaria la protesta en las calles y ven atropello en los bloqueos y lo desconocen en los que se están asestando a la certeza como principio constitucional.
Desde el poder nadie está pensando en la transición democrática, más bien apuestan a su regresión, y con ello no están contando con que el torrente social de indignación no es una vertiente manejable a voluntad. López Obrador se arriesgó al ofrecer que pararían las movilizaciones si se hace el recuento voto por voto, y no sólo eso, sino que se aceptarían sus resultados aun cuando no le favorecieran, dejando de momento todos los cuestionamientos al proceso en su conjunto. Aun así les pareció radical una propuesta que es francamente conciliadora y la convirtieron en demanda "máxima".
No han tomado en cuenta que la gente en las calles mientras pelea por su voto comparte muchos otros problemas que vive y se van tejiendo alianzas para ampliar y diversificar un movimiento que empezó defendiendo al candidato de la coalición porque ven en él la esperanza de que sus demandas sean atendidas y el país cambie de rumbo. De no ser así no se regresarán simplemente a sus casas a esperar que pase el sexenio. Ya en la quinta asamblea aceptaron la propuesta de que, si se formaliza la usurpación caminarán hacia una Convención Nacional Democrática en la emblemática fiesta por el levantamiento popular que inició en 1810 y logró la Independencia de México.
La moneda está en el aire. Estamos viviendo un parteaguas, bien lo planteó López Obrador; falta ver si se detiene el empuje neoliberal con un nuevo proyecto de nación o se desata una crisis social de dimensiones incalculables, porque lo que está claro es que el pueblo ya no aguanta más de lo mismo.
¿Subordinará el tribunal los derechos fundamentales de orden constitucional a una visión codiguera y procedimental? ¿Tendrá certeza de la dimensión de sus próximas decisiones?