Una comparación que agravia
"Lo que se ha llamado la apertura al diálogo es el único camino digno de los hombres: la razón y no la violencia; la discusión y no la injuria o la condena, la educación y no la represión."
J. B. S.
Dijo ayer el presidente Vicente Fox: "Como defensor de la pluralidad y de las instituciones, decía el rector Barros Sierra, la verdadera democracia es escuchar a los demás. Mi gobierno está totalmente abierto al diálogo."
Mi padre, Javier Barros Sierra, enfrentó con una actitud digna precisamente a un gobierno autoritario como el de Gustavo Díaz Ordaz, que agravió brutalmente a la Universidad Nacional Autónoma de México, al pedir sin fundamento la intervención del Ejército, atentando así contra la autonomía universitaria. El Ejército destruyó con una bazuca la puerta de la Escuela Nacional Preparatoria y se abrió uno de los capítulos más negros de la historia contemporánea.
Al desoír las voces que clamaban por la apertura de espacios frente a un sistema ya caduco desde entonces, se gestó el llamado Movimiento de 68. El gobierno de Díaz Ordaz prefirió imponerse antes que escuchar y aquel movimiento, que pudo ser el principio de una reconstrucción nacional, fue ahogado en sangre con la matanza del 2 de octubre ese año. La prisa por tener el país en condiciones para que se iniciaran las Olimpiadas fue más importante que las vidas de los estudiantes, de los hombres y mujeres que cayeron en la plaza de Tlatelolco.
Hoy, el presidente Fox utiliza las palabras de Javier Barros Sierra, él sí un hombre que demostró con su vida ser respetuoso y tolerante; puede decirse con certeza que con la dignidad de su actitud, abrió cauces a la democracia que ha sido uno de los reclamos de los mexicanos desde hace más de un siglo.
Qué lejos está Vicente Fox de la actitud nacionalista y conciliadora de Javier Barros Sierra. El afirmó "¡Viva la discrepancia porque es lo mejor para servir!"; Vicente Fox ha llamado renegados a millones de mexicanos que defienden ideas distintas a las suyas. Con su actitud antidemocrática ha puesto todo su empeño desde hace tres años en detener a un candidato a la Presidencia, utilizando para ello el dinero de los mexicanos e inclusive a las instituciones como en el caso del desafuero, quebrantando así la división de poderes, que debe ser uno de los baluartes de la democracia en México.
Habiendo sido un defensor del voto ciudadano en tiempos del ingeniero Manuel Clouthier, Vicente Fox hoy no es ya ni sombra de sí mismo, pues mantiene su empeño de imponer a un candidato que de llegar al poder lo hará sin ninguna autoridad moral, pues los mexicanos hemos sido testigos de las inaceptables violaciones al derecho que han tenido lugar durante todo el proceso electoral de 2006, que pasará a la historia como uno de los espectáculos más indignos que se hayan vivido en la época contemporánea.
El persistente desgaste de que han sido objeto las instituciones al tratar de culminar esa imposición pone en grave riesgo al país, pues al cerrarse el gobierno de Vicente Fox al diálogo, está abriendo la posibilidad de que millones de mexicanos y mexicanas agraviados por la pobreza, la indefensión y la falta de verdaderas oportunidades para vivir con un mínimo de dignidad, concluyan que su voz no será escuchada por medio de los cauces institucionales.
Barros Sierra fue un hombre de paz. Su figura representa lo mejor de México. Los comentarios que hasta la fecha suscita, son siempre de respeto, de admiración, de agradecimiento y afecto. Así lo recuerdan quienes los conocieron personalmente o por medio de su actuación. Ese es el juicio que de él hace la historia.
En cambio, el presidente Fox ha optado en los meses recientes, no por escuchar sino por reprimir y cerrar las puertas a la democracia. Su gobierno está ya empañado por la sangre y de seguir así, tendrá una seria responsabilidad frente a la historia.
Impensable compararse con Javier Barros Sierra.