Un rapto de éxtasis
El primero de los dos volúmenes se inicia con una voz de encanto irresistible, sostenida sobre los acordes electrizados e intuitivos de su guitarra y sus historias cotidianas: ''Me llamo Fred McDowell pero me llaman Mississippi Fred McDowell, aunque vivo en Rossville, Tennessee y me parece bien que me llamen Mississippi porque aquí me siento siempre en casa. Y no toco rock and roll, lo que hago es puro blues" y suelta unos acordes exquisitos de su guitarra y suelta más netas de su ronco pecho: ''el tipo de blues que hago es primitivo, sencillo" y explica su técnica, el slide, o bottleneck que inventó con el hueso de una chuleta de res, un artefacto que le diseñó su padre, cuando el guitarrista era todavía niño, y le colocó ese hueso limado y pulido en el dedo donde va el anillo, ''y es que así suena mejor", dice el músico desde lo alto de los altavoces y suelta una carcajada cavernosa plena del encanto, limpidez, ternura y magia que solamente los hombres del blues poseen.
Tal es el inicio de un álbum doble y sensacional: Mississippi Fred McDowell. I do not play no rock n'roll (Capitol), un rapto de éxtasis.
Porque el estado del alma de este músico enraizado en las entrañas del Mississippi no puede ser otro que el del éxtasis. Un incendio de clepsidras.
Los gemidos de placer de su guitarra han dejado babeantes, extasiados, a los mejores guitarristas de la cultura rock del orbe. Y porque el mundo merece belleza, el genio de Fred McDowell no quedó en el anonimato entre las multitudes que han desarrollado la cultura madre de la música del delta del Mississippi, sino que se volvió una celebridad gracias al rescate fonográfico del pionero Alan Lomax, quien hizo las grabaciones de campo que catapultaron al músico de cuya obra posterior tenemos una muestra en este álbum doble y exquisito.
Salud.