La derecha es la que busca confrontaciones: Santiago Santa Cruz, ex integrante de la URNG
La lucha política de la izquierda ha sabido evitar provocaciones
Las condiciones de inestabilidad sirven a la elite para usar la "gran violencia", considera
Presentará en Centroamérica su libro Insurgentes. Guatemala, la paz arrancada
Ampliar la imagen Santiago Santa Cruz, durante la entrevista Foto: José Antonio López
La lucha actual en México para impulsar cambios políticos y sociales mediante las vías democrática y pacífica es un "movimiento inteligente" que ha conseguido esquivar las provocaciones de las elites de poder para llevarlo hacia la violencia.
El presente es un "momento definitorio" en la historia de México, considera el ex guerrillero guatemalteco Santiago Santa Cruz Mendoza, el comandante Santiago, uno de los dirigentes principales de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA) de su país y, luego, del frente unitario de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
Santa Cruz, quien participó tanto en la lucha armada que se dio en su país entre 1980 y 2001 como en los posteriores acuerdos de paz e incorporación a la vida político-electoral de la URNG, a la que luego renunció al criticar las divisiones internas de la izquierda, se encuentra en México para promover su libro Insurgentes. Guatemala, la paz arrancada (Editorial Era).
Radicado en Bélgica y de paso en un viaje a Guatemala, en su libro el ex comandante Santiago relata con precisión los hechos trágicos que vivió y en los que perdió a tres hermanos y otros familiares y amigos, así como los graves problemas y aportes de la guerrilla en su país, como el sectarismo y un mayor "aceleramiento" de los procesos de cambio político y social.
En una larga entrevista con La Jornada y en la que se expandieron ecos tan válidos para México como para Guatemala y el resto de los países de América Latina, Santa Cruz comenta:
"Existe una actitud muy inteligente de este movimiento revolucionario, progresista, de izquierda, en México por pelear las cosas como se debe hacer a fin de lograr el quiebre de una sociedad en la que, por mucho que se diga que todo camina bien, como sucede en Guatemala, cada vez hay más desigualdad y pobreza. Eso es lo que está en juego ahorita en este país."
El autor de Insurgentes... coincide en que cuando la ciudadanía se decide a usar los instrumentos de la democracia para mejorar su situación, se le impide. "Ahí es donde uno se da cuenta de que esta democracia termina donde comienzan intereses hegemónicos y excluyentes".
Menciona situaciones similares en América Latina, como la de Guatemala, donde persiste la negativa del poder judicial para enjuiciar a militares responsables de la desaparición y muerte de "decenas de miles" de personas.
Acelerar los cambios
Ante la larga duración de los procesos históricos, y en relación con la diferencia entre las vías pacífica y armada para impulsar transformaciones sociales, políticas y económicas, Santa Cruz reflexiona:
"Ahí entramos en una cuestión de definición. En sí, lo que el revolucionario busca es una aceleración de los cambios. A veces se puede y a veces no, y en América Latina, en la mayoría de lo casos, no se pudo tomar el poder a través de la lucha armada para lograr esos cambios. Sólo sucedió en Cuba y Nicaragua: en uno se mantienen y en el otro hubo una regresión."
Precisa, sin embargo, que ambos tipos de lucha, la pacífica y la armada, terminan impulsando cambios hacia adelante y abren espacios antes cerrados. Y como ejemplos menciona, para el caso de México, el movimiento estudiantil de 1968, el cardenista de 1988 y el neozapatista de 1994, y para el caso de Guatemala, la revolución armada de 1980-2001, la cual logró una "paz arrancada" a la dictadura militar, motivo del subtítulo de su libro.
En México, menciona como ejemplo, se dio la Independencia hace 200 años y, hace un siglo, la Revolución Mexicana, que fueron luchas armadas. "Ahora hablamos de un tercer momento, de una lucha pacífica". Pero sin las luchas anteriores, agrega, no se hubiera podido dar el movimiento actual que lucha por la legalidad y la democracia real como vías para lograr un cambio en el país.
--¿Ya no es momento de la lucha armada, o es algo histórico, que depende de las condiciones de cada país?
--La historia de la humanidad dirá qué cambios podrán darse. Aunque no puedo hacer predicciones a futuro, es posible que se den alguna serie de condiciones en la que algún movimiento político diga: ya no nos queda otra opción, volvemos a una lucha violenta. Lo que sí pienso es que en este momento, al inicio del siglo XXI, una lucha armada no es factible como instrumento de transformación de la sociedad.
"Esa transición de capitalismo a socialismo, si hablamos desde el punto de vista teórico y en la idea de lograr una sociedad más justa, tiene que pasar inevitablemente por una fase capitalista desarrollada y equitativa, que es la lucha que se está dando ahora en Guatemala o en México.
"Se trata en ambos casos de un capitalismo tardío y subdesarrollado, pero hay minúsculos sectores muy poderosos, trasnacionales, que tienen más poder que los mismos gobiernos. Uno ve hablar a Bush, y él es un representante de un poder económico mundial."
Respetar las reglas del juego
Ante lo anterior, Santa Cruz se pregunta qué deberán hacer los países para defenderse y poder ofrecerle a la mayoría de la gente necesitada alguna posibilidad de mejorar. Y responde: "Que hayan reglas del juego que se respeten. Pero eso es lo que no pasa ahora: no se respetan las reglas del juego electorales, mucho menos las reglas del juego económicas".
-Pareciera por momentos que las elites de poder económico y político provocaran y empujaran las cosas hacia la violencia, en México y el mundo.
-Pero ello no es porque esas elites teman verse afectados por la violencia, sino que eso les da la excusa perfecta para usar la gran violencia que pueden implementar. Entonces, hay provocaciones y acciones que pueden hacer creer a la gente que es la izquierda la que está haciendo la violencia, con el fin de justificar el uso de la violencia institucional para reprimir esos brotes.
-¿Eso se ve aquí en México, con la posible alteración del marco democrático incipiente que el país parecía haberse dado?
-Creo que ese riesgo existe, que el poder económico, representado en una derecha que se dice democrática, al no funcionarle todos sus mecanismos legales o ilegales, transparentes u ocultos, y con el fin de preservarse en el poder, sí puede estar dispuesto a todo.
"Eso es algo muy delicado, pero por lo que he podido ver en México, la izquierda sí ha sido muy cuidadosa en no propiciar eso y en desmentir y reaccionar a tiempo. Eso es algo muy bueno en México. En Guatemala no se puede porque todos los medios son de derecha.
Estancamiento y división
La situación de Guatemala hoy, comenta, se encuentra estancada. "Como democracia formal estamos bien. Es un país cansado, con 36 años de guerra y un alto costo humano de un cuarto de millón de muertos y desaparecidos. Estamos en el espejismo de la democracia porque todos pueden decir lo que quieren, no hay represión, pero cuando comienzan a tocarse los temas de fondo para transformar la sociedad, no hay ninguna posibilidad."
Cita el caso reciente de la Corte Suprema de Justicia, la que, al responder a los acuerdos de paz establecidos, comenzó a trabajar sobre los tribunales agrarios y se invitó a sindicatos, campesinos y empresarios.
"Cuando se comenzó a tratar el tema de la expropiación de tierras ociosas, los terratenientes abandonaron las mesa de las negociaciones". Enseguida, agrega, ese sector regresó al discurso de la guerra fría, supuestamente superado, con adjetivos contra sus adversarios como "comunistas", "ateos", "defensores de intereses ajenos al país".
Algo diferente y a la vez parecido, se le comenta, a lo de "López Obrador es un peligro para México". Cada país, responde, "tiene su historia y particularidades, y la situación mexicana está en un nivel más desarrollado que la guatemalteca".