Usted está aquí: lunes 21 de agosto de 2006 Política Surgen coro de pejeviejitos antitanquetas y el ''monumento a la revolución pacífica''

En el pétreo mausoleo miles de personas escucharon himnos de Luther King y Gandhi

Surgen coro de pejeviejitos antitanquetas y el ''monumento a la revolución pacífica''

El concierto fue ideado por la actriz Jesusa Rodríguez, conducido por el director de orquesta Eduardo García Barrios y reforzado por la soprano Regina Orozco y varios cantantes de ópera

JAIME AVILES

Después de construir una nueva y "poderosa herramienta de resistencia", es decir, un maravilloso coro de pejeviejitos que "pronto va a cantar quizá frente a las tanquetas que lanzan agua", el movimiento ciudadano que apoya a Andrés Manuel López Obrador le cambió ligeramente el nombre al Monumento a la Revolución, que desde ayer se llama a la "revolución pacífica".

Así lo proclamó, al menos, una gigantesca manta blanca en letras negras, que apareció sobre la base de la cúpula del esperpéntico mausoleo, diciendo ''revolución pacífica'', mientras en la explanada que lo rodea miles de personas entonaban o escuchaban con deleite un himno compuesto con palabras de Martin Luther King y Mahatma Gandhi, en apoyo a la demanda de voto por voto y casilla por casilla.

Con lágrimas en las pupilas, vibrando de emoción por la música de Arturo Márquez, el público miraba el aire gris de la plaza llenarse de pétalos de rosa y papelitos disparados a chorros, mientras el sol de las cinco de la tarde pujaba para volver a salir entre las nubes y larguísimas lenguas de tela blanca descendían desde la cima de la gigantesca mesa de patas de piedra ondulando, mecidas por el viento, hacia la izquierda, hacia la izquierda, como señalando el rumbo que quiere agarrar el país.

Soñé que soñando estaba

Fue el debut del coro monumental de los pejeviejitos, ideado por Súper Jesusa Rodríguez, conducido por el gran director de orquesta que es Eduardo García Barrios y reforzado por la soprano Regina Orozco y un selecto grupo de cantantes de ópera que todavía son alumnos del Conservatorio Nacional, a todos los cuales hicieron contrapunto, leyendo los recitativos con dolorosa intensidad, la preciosa actriz que es Dolores Heredia y el galanazo Daniel Giménez Cacho.

Pero mientras del fondo de cientos de gargantas brotaban las sílabas del poema cortadas con estruendo o rebotando como ecos de rayos por los cielos crepusculares de la épica -"¡Soñé/ que soñando esta-ba-a-á!/ un sueño que yo soné!/ y en el sueño desperté!/ desperté soñando que no soña-ba-a-á/ aunque al soñar sollozaba/ porque soñando querí-a-a-á!/ que aquel sueño que tenía/ fuera ensoñación feliz!/ el sueño de mi país/ es un sueño todaví-i-i-aaaaa!"-, soldados de la Policía Federal Preventiva, armados hasta los dientes, colocaron un cerco de vallas de alambre en torno de la Secretaría de Gobernación, donde no había nadie, absolutamente nadie, pero tampoco nada, excepto el Reloj Chino de Bucareli y el miedo pánico de la agonizante administración de Vicente Fox.

Algunos instantes después, desde la cúpula del Monumento a la Revolución empezaron a descolgarse atletas vestidos como caballeros águila, mientras -no se sabe dónde- en la cúpula de la Iglesia católica el cardenal Norberto Rivera Carrera tomaba la decisión de apresurar la conclusión de la misa de domingo a las 12 en la Catedral Metropolitana, en respuesta al sorpresivo mitin efectuado ayer a esa hora, dentro del atrio del templo, por un nutrido grupo de la organización Mujeres de Andrés, que irrumpieron con carteles de repudio al fraude electoral del 2 de julio y de rechazo a la complaciente postura del purpurado frente a la crisis política del país.

"Norberto Rivera: si Jesús viniera de la Catedral te corriera", expresaba una de las cartulinas. Los gritos de las mujeres -"¡voto por voto, casilla por casilla!"- causaron profundo malestar entre los feligreses que rezaban en la nave central, pero también provocaron alarma en el campamento de López Obrador en el Zócalo capitalino, de donde salió casi corriendo Gerardo Fernández Noroña, vocero del Partido de la Revolución Democrática, con un altavoz en la mano para dirigirse a la Catedral y suplicar a las combativas mujeres que por favor no mezclaran la religión con la política.

En esos momentos, López Obrador acababa de iniciar un discurso que se prolongaría 55 minutos, y que era más bien un balance y una reflexión acerca de lo que ha ocurrido en estas siete semanas de lucha después de las elecciones, y un resumen de los peligros que acechan a la democracia mexicana si se consuma la imposición de un presidente espurio, y a la vez un repaso de las maniobras foxistas que se sucedieron a lo largo del sexenio y una comparación con otras etapas de la historia nacional, aciagas como ésta, de las que el país salió más fortalecido gracias al pueblo.

Mensaje al ingeniero

Decenas de miles personas atendían lo que una señora definió como "clase de historia", pero en diversas regiones de la plaza las cartulinas que domingo a domingo han venido registrando la evolución del conflicto y aportando comentarios a los hechos más significativos de cada semana, en esta ocasión traían mensajes para el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien el pasado miércoles reapareció en los medios de comunicación y dijo palabras escépticas respecto al movimiento de resistencia civil, que no le gustaron nada a la gente.

Dos ejemplos: "Cuauhtémoc, allá tú, con tu PAN te lo comas", y otro, aún más severo, que borró el parentesco del ex líder moral del PRD con el general Lázaro Cárdenas del Río: "Cuauhtémoc Solórzano, qué lástima me das". Otros, por su parte, ligaban su nombre completo a la palabra "traidor". Uno específicamente contrastaba dos épocas: "2006 no es 1988, López Obrador no es un traidor como el Cuatemochas".

Opera en resistencia

Asesores de López Obrador consultados por este cronista reconocieron que el mitin de ayer, básicamente, era para demostrar una vez más la cohesión del movimiento, que sigue al alza: de todas partes, en efecto, llegan informes de pequeños actos de resistencia civil en cines de Polanco, supermercados de Ciudad Satélite, puentes del Periférico, pero también desde los diversos estados, como el que se registró la mañana del viernes en Mazatlán, donde los pejeseguidores cerraron el aeropuerto Rafael Buelna.

No era, en cambio, un acto de masas para anunciar nuevas medidas de lucha. Por eso, terminado el discurso de López Obrador, la gente se fue a comer antes de reunirse en el Monumento a la Revolución, donde pasadas las 4 de la tarde, una compacta muchedumbre atestiguó el último ensayo del coro de los pejeviejitos que terminó barrido por un momentáneo chubasco.

El público no dudó en guarecerse bajo el fallido arco del triunfo de la Revolución Mexicana, que se quedó en esa cosa horrible que es, pero desde el micrófono Jesusa lanzó una profecía: "Se va a despejar el cielo en señal de que muy pronto se abrirá una etapa luminosa en la historia del país" y, dicho y hecho, la lluvia se fue y la gente se acercó de nuevo al escenario donde Lech Zavadka, el gran contralto mexicano-polaco, y los tres tenores que son Marco Talavera, Héctor Palacios y Gerardo Villalobos, así como las mezzosopranos Lénika Reyes y Haina Elgueta, y las sopranos Yésica Urrutia y Regina Orozco rompieron a cantar la primera parte del concierto, el clásico Tengo un sueño, de Martin Luther King, al que siguieron los Aforismos del sueño, de Gandhi, y la síntesis de ambos textos, llamada Sueños, momento cumbre de la estremecedora pieza compuesta por el joven maestro Arturo Márquez y ejecutada por una orquesta sinfónica que tocó desde el carrete de una cinta bajo la batuta del virtuoso Ganso, Eduardo García Barrios.

Después, los alumnos del conservatorio se lucieron dando una gala de ópera con un repertorio integrado por Ma pensiero, del Nabuco, del Pepe Verdi; las dos arias más famosas de la Carmen, de Bizet; el dueto de los pájaros de La flauta mágica, de Mozart; el diálogo más conocido de Sansón y Dalila, así como canzonetas napolitanas, fragmentos de zarzuelas, el Ridi, pagliaccio, y por supuesto el O sole mío, y de postre un popurrí de rancheras inmortales al que se incorporó todo el público. Y fue en ese momento, culminada la orgía espiritual, cuando Jesusa comprendió, y lo dijo, que el movimiento acababa de construir una formidable herramienta para seguir resistiendo: ese coro que, auguró pensando quizá en las tanquetas de San Lázaro, "pronto va a cantar en lugares muy pero muy interesantes..."

 
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