Usted está aquí: lunes 21 de agosto de 2006 Deportes Modesto pero lucido homenaje a Manolo Martínez en su décimo aniversario luctuoso

Hermosas faenas de los tres alternantes: Rodrigo Muñoz, Pepe López y Víctor Mora

Modesto pero lucido homenaje a Manolo Martínez en su décimo aniversario luctuoso

Los dos últimos cortaron oreja

Preparan bello libro sobre el maestro de Monterrey

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen Víctor Mora tuvo un debut prometedor y con sus 17 años demostró que porta la expresión más refinada del arte de la interioridad Foto: Jesús Villaseca

¿Qué se tiene que hacer en México para que alguien reciba un homenaje proporcional a su legado profesional? Si en este país la desmemoria ya nos rebasó en materia política, ¿cómo no nos iba a rebasar en materia taurina?

Por lo pronto, mientras los que sí saben de esto siguen pensando si homenajear o no a Manolo, un sencillo pero talentoso martinista, el fotógrafo taurino Donaciano R. Botello, da los últimos toques a su estupendo libro fotográfico-literario, Manolo Martínez, genio y figura, con 90 hermosas imágenes de su autoría de otras tantas tardes del gran torero y estupendos ensayos de plumas como las del maestro Raymundo Ramos, el escritor Jorge F. Hernández, el periodista Rafael Cardona, los cronistas Víctor López El Vito, de Venezuela, y Juan Antonio de Labra, y una emotiva evocación del propio Botello.

Y ayer, en la sexta novillada en la Plaza México, los sucesores del ganadero Manuel Martínez Ancira enviaron un bravo y noble encierro, aunque disparejo de presentación, cara y peso, para Rodrigo Muñoz Gitanillo, que tan grata impresión dejó la temporada pasada; Pepe López, que repitió luego de estar muy bien en el quinto festejo, y Víctor Mora, de Aguascalientes, que hizo su debut y a la postre resultó una gratísima, prometedora revelación.

A partir del cuarto novillo empezó a llover, en el quinto la lluvia se convirtió en fuerte aguacero y en el que cerró plaza un bíblico diluvio pretendió suspender lo antes dicho: la sólida, convencida y convincente presentación del joven Víctor Mora, con un caudal de facultades en su espuerta.

Pero ya se sabe que en México del plato a la boca, suele caerse la mayoría de las sopas, por lo que habrá que ver si los taurinos no lo echan a perder o al olvido. ¿Verdad, inolvidable Elizabeth Moreno?

Con nombres alusivos a la carrera de Manolo, abrió plaza Maestro y se desató un vendaval que impidió a Rodrigo Muñoz acomodarse con el capote, no así con la muleta, pues el joven torero capitalino consiguió soberbias tandas por ambos lados, de una belleza y una cadencia que por momentos aplacaron el inoportuno ventarrón. Aire y arte se conjugaron entonces para dar paso a la mejor tradición tauromáquica de México... empañada con el acero hasta escuchar dos avisos.

Arrastre lento se ordenó para el novillo y el villamelonaje, que con trabajos llegó a 3 mil, ni al tercio llamó a Gitanillo. Pero lo que éste hizo bien merece que volvamos a verlo en la monumental. Con su segundo, que se quedaba corto y soseaba, Muñoz anduvo empeñoso y mató pronto para escuchar palmas.

Mal anduvo Pepe López con su deslucido primero, pero con Mandón inició con verónicas de manos bajas para luego, en medio del aguacero, derechazos y naturales de gran hondura, en tandas muy bien rematadas. De pronto, la sombra inmarcesible de Silverio se apareció en unos trincherazos de incopiable sentimiento con los que López, vistiendo un terno blanco con bordado negro en punto de cruz, como el del compadre la tarde de Tanguito, le dio al desapacible clima rango de fantástico escenario. Un bello desdén fue el postrer homenaje de Pepe a Manolo. Tras dejar media en lo alto, oír un aviso y atinar en el descabello, López paseó orgulloso la merecida, anhelada oreja.

Y Víctor Mora, bueno, este jovencito de 17 años trae en los alamares la expresión más refinada del arte de la interioridad, ese que nace muy dentro y que apenas si necesita de lo externo para remover y reflejar la interioridad de los otros.

Con su primero, Regiomontano, de armoniosas hechuras, tras quitar por estatuarias gaoneras, muy bien plantado en los medios Mora se puso a torear con la derecha de aquí hasta allá, es decir, adelantando mucho la muleta a la cara del novillo para traerlo muy metido en el engaño y, al cabo de una eternidad, despedirlo con limpieza en el último tiempo para ligar el siguiente muletazo.

La gente, incrédula, coreó emocionada cada nueva versión de estos insólitos pases con la diestra, sólo para aumentar su asombro ante las tandas con la zurda. Más derechazos, una arrucina, un pinchazo arriba y una estocada entera, hicieron que el otrora rigorista juez Miguel Angel Cardona otorgara la oreja a Mora y ordenara arrastre lento al noble astado. Estimular, no alcahuetear, es el verbo a conjugar, como dijera el soso ripioso.

Con el que cerró plaza, Número uno, Víctor, joven en busca de su alma torera, se descalzó en medio del chubasco e hizo brotar, entre aquel lodazal, la fresca flor del toreo auténtico en sentidos y templados muletazos, sin que el novillo descompusiera la embestida o cambiara de lidia. ¡Vaya un debut prometedor!

 
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