El compromiso histórico
La frase de Charlotte Corday con la cual se inicia la película de Peter Brooke (1966) Marat-Sade, "¿Aún nos quedan enemigos en alguna parte?", podría aplicarse al momento actual. Todos se pelean con todos. Monólogos interminables que van a ninguna parte. Rumores, chismes y maledicencia, mucha pero mucha mala leche. Las elites políticas y económicas andan enloquecidas queriendo hacer realidad la famosa frase de Oscar Wilde. Suicidarse en defensa propia parece ser la consigna del momento.
Algunos en el campo de la coalición Por el Bien de Todos hacen referencia a la revolución naranja de Ucrania para explicar su propia estrategia de desobediencia civil. Las moviizaciones en 2004 lograron revertir lo que fue un flagrante fraude electoral en un contexto de débiles instituciones y la presencia de un cuasi partido de Estado. La intervención directa de la Unión Europea obligó a realizar nuevas elecciones. Después de múltiples intentos por generar una coalición parlamentaria estable, finalmente los dos enemigos históricos (Yanukovich, el presidente ilegítimo depuesto por las movilizaciones encabezada por Yushenko, y éste) acordaron un pacto parlamentario que hizo al primero primer ministro del presidente Yushenko.
He caracterizado la coyuntura actual como un equilibrio catastrófico pensando en el término usado por Gramsci. Para éste, una de las razones de esta crisis orgánica es el "fracaso" de la clase dirigente en alguna iniciativa política de envergadura, para la cual demandó el apoyo y obtuvo el consenso de los ciudadanos. El fracaso del gobierno de Fox en el tema central que enfrenta cualquier alternancia política después de un régimen autoritario, es decir, la refundación del régimen político, está en la base de la crisis actual. La crisis puede resolverse con el aniquilamiento político mutuo que puede llevar a una especie de emancipación social mediante la decadencia política, es decir, rupturas sociales y políticas múltiples que desarticulen al país. Garton Ash lo describió para los países comunistas de Europa como un lento proceso de erosión institucional por medio de acciones individuales o colectivas, desde adentro o desde afuera, pero no coordinadas, en el contexto de una creciente decadencia. Este aniquilamiento mutuo puede llevar la forma de un proceso de desgaste prolongado con movilizaciones, represiones y acuerdos oportunistas que buscarían maquillar la realidad actual.
Pero también hay otra forma de enfrentar esta coyuntura de equilibrio catastrófico que no signifique la anulación de ambas coaliciones políticas, la de derecha y la de izquierda. Exige avances paulatinos por medio de acuerdos sobre la base de asumir claramente cuatro premisas: a) hay un grave problema de fractura social en el país debido a la erosión de los instrumentos del Estado, que debían, unos, atenuar una profunda desigualdad social que se profundiza, y otros, atender una creciente inseguridad pública que amenaza a todos; b) la coalición Por el Bien de Todos no se va a desarticular o a dividir de manera sustancial; aumentará o disminuirá su capacidad de convocatoria según el momento, tendrá mayor o menor coordinación entre su lucha como movimiento y su accionar como partido político y su dirigente indiscutido seguirá siendo Andrés Manuel López Obrador; c) la derecha política que avanza en su constitución como una fuerza autónoma y articulada con una clara vocación para gobernar tiene aún que marcar distancias con una derecha iliberal y con los grupos oligárquicos que se distinguen de los grandes grupos empresariales en cuanto que los primeros ven la política, y sobre todo las políticas públicas, como supeditadas a sus intereses particulares. Los integrantes del capitalismo de los compadres al cual se refirió el Premio Nobel Gary Becker.
Los acuerdos paulatinos tendientes a conformar un gran compromiso histórico entre la derecha y la izquierda tendría tres ámbitos. El ámbito de la cooperación entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo. Requeriría, primero, una propuesta programática a manera de un declaración de principios fundadores para un gobierno de coalición por parte del candidato presidencial electo. Sobre esa base el siguiente paso sería un acuerdo parlamentario entre las principales fuerzas políticas del Congreso -particularmente, pero no exclusivamente, PRI, PAN y PRD-, y basada en esos principios fundadores una agenda de las principales iniciativas legislativas a impulsar en el primer periodo de sesiones, centradas sobre todo en reformas políticas institucionales.
El segundo ámbito es el espacio de la cooperación entre el Poder Ejecutivo en su relación con la sociedad y sus grupos organizados. Requeriría el establecimiento de un pacto para el combate a la desigualdad y el relanzamiento al crecimiento económico conformando un consejo económico y social que fungiera como coadyuvante, y en cierto sentido auditor, del Poder Ejecutivo en la implantación de ciertas y claramente definidas políticas públicas.
El tercer espacio sería entre las instancias de seguridad pública y nacional del Estado, los medios de comunicación y las organizaciones ciudadanas ligadas a los derechos humanos, y tendría por objeto central un pacto para la seguridad ciudadana. Tendría que dar lugar a un consejo nacional de seguridad pública.
Para muchos estas propuestas pueden sonar ingenuas, porque la pregunta obligada es ¿con quién pactar? Yo pienso que el propósito de este conjunto de pactos es arribar a un compromiso histórico entre el conjunto social que hace del concepto de libertad su eje articulador y el conjunto social que hace de la justicia su concepto unificador. Este compromiso histórico después de un adecuado transitar en los tres ámbitos a los que me he referido tiene un propósito inequívoco. La convocatoria al primer Congreso Constituyente en México que surgiera como resultado de acuerdos políticos y movilizaciones sociales esencialmente incruentas.