¿Música dadaísta?
Gracias a los denodados esfuerzos de los historiadores, los críticos y, sobre todo, los estetas, hoy día los legos contamos con un buen número de fórmulas fáciles, frases famosas y conceptos precocidos para definir toda clase de movimientos artísticos y tendencias estéticas. Lo malo del asunto es que hay algunos de estos movimientos que, en su terca necedad y voluntariosa obcecación, se resisten y además se rehúsan a ser clasificados y definidos con facilidad. Tal es el caso del divertido, irreverente, anárquico, autoparódico y finalmente autodestructivo episodio dadaísta de la historia del arte... o del no-arte, que es como sin duda sus profetas, practicantes, acólitos y epígonos hubieran preferido que se le llamara. ¿Qué diablos fue eso que se llamó Dadá? En la búsqueda de datos al respecto, me encontré con algunos términos que dan una idea parcial del asunto, aunque no resuelven las dudas (que no Dadas) mayores: internacional, nihilista, desaforado, destructivo, demoledor, antiético, antiartístico, antibélico, antinstitucional. Bueno... parece que ahí hay una clave importante: el Dadá como anti casi todo.
En esa misma búsqueda, encontré también un puñado de nombres que son considerados como los principales representantes del movimiento dadaísta: Tristán Tzara, Hugo Ball, Richard Hülsenbeck, Jean Arp, Marcel Duchamp, Man Ray, Francis Picabia, Georg Grosz, Max Ernst, Kurt Schwitters. Una revisión exhaustiva, pormenorizada y eficaz de las respectivas hojas de vida de estos ilustres antiartistas demuestra que se dedicaron fundamentalmente a labores de antiliteratura y antiarte plástica. Y por más que le busqué y le busqué en toda clase de antienciclopedias y antipáginas de Internet, no hallé nada que me indicara con claridad que en el enrarecido círculo de los dadaístas se aceptaron anticompositores. Todo esto viene a cuento porque hace unos días llegó a mis manos un fascinante disco compacto titulado Dada et la musique, que asume con valentía singular el hecho de que no parece haber existido tal cosa como la música dadaísta. De hecho, las primeras frases del folleto que acompaña al cidí son éstas: "No hay música Dadá. No realmente". Sin embargo, una revisión más cercana y puntual de los antiespectáculos, saludablemente irreverentes, perpetrados por los antiartistas del movimiento Dadá, demuestra que en casi todos ellos la música jugó un papel importante. Así, de manera tangencial, se hace mención del hecho de que numerosos compositores e intérpretes participaron en esos espectáculos, dando así una componente sonora a los explosivos happenings que ocurrieron en los años (1915-1922) de auge del movimiento dadaísta. El mismo texto menciona un dato que bien vale la pena de ser ponderado, masticado y meditado: que fueron los compositores del grupo de Los Seis (Poulenc, Honegger, Milhaud, Auric, Durey y Tailleferre), junto con Satie, los músicos que más cerca estuvieron de expresarse en un estilo digno de los alcances inconmensurables del movimiento dadaísta. (Ahí se los dejo de tarea).
Así, este irreverente cidí contiene trozos musicales de Satie, Honegger, Poulenc, Milhaud, el estadunidense George Antheil, y el checo Erwin Schulhoff, definido aquí como el más dadaísta de los compositores. ¿Será? Varios de los tracks contienen, además, lecturas de textos y poemas delirantes de autores como Ball, Tzara, Arp, ¡Vicente Huidobro!, Ernst, etcétera. Particularmente curiosos (y, supongo, con un cierto valor antihistórico) son los textos grabados en aquellos lejanos años en las voces de Schwitters, Hausmann y Hülsenbeck, y reproducidos en el cidí en cuestión. Dos de los tracks de este DadaDisco compacto me intrigan particularmente: uno que contiene una pieza para piano de Schoenberg, y otro que trae un texto recitado por el mismísimo Filippo Tommaso Marinetti, uno de los principales apóstoles del futurismo. Y yo me pregunto retóricamente dos cosas. Punto A, ¿qué tiene que ver el adusto y severo Schoenberg con las delirantes chacotas de los dadaístas? Punto B, ¿hasta dónde prosperaron las relaciones insanas entre los dadaístas y los futuristas, y qué resultados antiestéticos produjeron? Mientras son peras o son manzanas, y mientras me rasco el cráneo intentando desentrañar los Puntos A y B, les comunico por si les agarra la curiosidad, que Hülsenbeck afirmó que Dadá es un coloquialismo francés usado para describir un caballito de madera. Ajá.
Dicho lo cual, informo a los lectores de esta antireseña que el multimencionado cidí es francés, y fue producido por el Centro Pompidou. Este disco es un desmadre... y por eso bien merece ser escuchado.