Usted está aquí: miércoles 30 de agosto de 2006 Opinión Bajo la Lupa

Bajo la Lupa

Alfredo Jalife-Rahme

Las "guerras del agua" que vienen

De todas las guerras por los recursos naturales, las más ominosas son las del agua. Se puede vivir sin petróleo y gas, pero no sin el líquido vital que forma parte del metabolismo humano en sus tres cuartas partes

Ampliar la imagen Las guerras por los recursos naturales se han profundizado debido al ingreso de China e India al modelo pernicioso de la desfalleciente globalización. En la imagen, Abdul Kalam, presidente de India FOTOAp

Ampliar la imagen En el contexto de las guerras de carácter global por la captura de los recursos naturales, donde la tripleta israelí-anglosajona destaca bélicamente en su enajenación, se comienza a escenificar un género de guerras locales, pero de impacto global, que tienen como objetivo el control y el reparto del agua. En la imagen, el primer ministro de Israel, Ehud Olmert FOTOReuters

En el contexto de las guerras de carácter global que se han desatado por la captura de los recursos naturales (Erich Follath, Spiegel Online, 18.8.06), y donde la tripleta israelí-anglosajona destaca bélicamente en su enajenación (en el doble significado sicológico y catastral), se comienza a escenificar un género de guerras locales, pero de impacto global, que tienen como objetivo el control y el reparto del líquido vital.

Las guerras por los recursos naturales se han profundizado por el ingreso de China e India (cerca de 40 por ciento de la población mundial) al modelo pernicioso de la desfalleciente globalización manejada financieramente por la bélica banca israelí-anglosajona.

Dentro del enfoque multidimensional de las guerras unilaterales que libran Estados Unidos e Israel en la costa oriental del mar Mediterráneo, descuella el control de los mantos freáticos en la colindancia del río Jordán en Palestina ocupada, el dominio del lago Galilea-Tiberiades-Kineret-Naharya (cuatro nombres distintos del Babel lingüístico: ni en eso se ponen de acuerdo) en la frontera de las ocupadas Alturas del Golán de Siria, y la enajenación del río Litani en el sur de Líbano, una potencia hidráulica de nieves eternas en Monte Líbano (Las Guerras del Agua, Joyce Starr, Foreign Policy, No. 82, Primavera 1991).

La abundancia y carestía del líquido vital debería formar parte de las mediciones cruciales del poderío de los países. Ya existe un mapa del instituto sueco International Water Management (IWMI) y, en referencia a Latinoamérica, asombra la carestía de la parte mexicana arriba del Distrito Federal hasta la frontera con Estados Unidos, así como la abundancia de Sudamérica que todavía no saca provecho a su milagrosa dotación acuífera, pero, por lo menos, la hace menos vulnerable frente al asedio depredador de la banca israelí-anglosajona que tiene en la mira a Venezuela, primera reserva mundial de petróleo (cuando se suma la parte convencional y la no-convencional).

Chietigj Bajpaee (CB) , de Power and Interest News Report, aborda en forma fatalista las "próximas guerras del agua en Asia" (22.8.06) y define al líquido vital como "catalizador emergente de conflictos e inestabilidad". Se concentra en tres regiones: el delta del río Mekong en el sudeste asiático, en los "ríos sagrados y la guerra santa del sur de Asia", y en el "Gran Juego" del agua en Asia central.

Comenta lo consabido: "El agua ha emergido como una materia prima escasa, lo que ha sido alimentado por presiones demográficas, irrigación intensiva y patrones erráticos de clima debidos al calentamiento global". Cita a IWMI: "En 2025 una tercera parte de la población mundial no tendrá acceso al agua", lo que afectará en particular a los países en vías de desarrollo, con severas carencias de agua potable y donde serán más probables los "conflictos relacionados" por carecer de "mecanismos de cooperación gerencial" para su reparto, donde destacan tres quintas partes de las 263 cuencas internacionales.

Refiere el estudio conjunto de la Organización de las Naciones Unidas y la Universidad de Oregon, en el cual sobresale que 20 por ciento de asiáticos carecen de acceso fácil (sic) al agua cuando "60 cuencas han sido identificadas como puntos conflictivos entre estados".

Describe que desde 1948 se han gestado "cerca de 40 incidentes de hostilidades sobre los recursos acuíferos, la mayor parte en el Medio Oriente, donde la cuenca del río Jordán y la cuenca del Tigres-Eufrates constituyen las regiones de mayor probabilidad a los conflictos". Ni más ni menos que la tesis añeja de Bajo la Lupa sobre las guerras israelí-anglosajonas desde Irak, pasando por Palestina, hasta Líbano.

Agrega que en Africa, "los ríos Nilo, Zambezi, Volta y Níger representan zonas proclives a conflictos". Se le escapó el vital río Congo-Zaire, ya no se diga la región de los grandes lagos, pero tampoco hay que ser tan exigentes cuando su enfoque versa sobre Asia, "hogar de 57 cuencas internacionales, el tercero más extenso después de Europa y Africa".

Se centra en la mayor proclividad a "conflictos acuíferos" de tres regiones asiáticas citadas. Tiene razón en teoría de que la delimitación del mar Caspio, tercera reserva mundial de petróleo, puede confrontar a los cinco ribereños: Rusia, Irán, Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán. Pero en la práctica, en forma inverosímil, llaman la atención su conticinio (el silencio ensordecedor de medianoche) y quietud, sin eliminar la posibilidad que la banca israelí-anglosajona con fuertes intereses petroleros en Azerbaiyán, su caballo de Troya en el Cáucaso y el mar Caspio, disponga sembrar la cizaña contra Irán y Rusia.

Advierte que el acceso al agua de los ríos Syr Darya y Amu Darya en Asia central es susceptible de confrontar a Kirguizia y Tayikistán, las dos potencias hidráulicas que concentran el 90 por ciento del agua en la zona, frente a los sedientos Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán, sin duda, el sueño geopolítico anglosajón para desmantelar al Grupo de Shanghai encabezado por Rusia y China.

Expone las tensiones entre los seis ribereños (China, Camboya, Laos, Myanmar, Tailandia y Vietnam) para construir presas que desviarían el trayecto del río Mekong. Pareciera que CB, de ostensivo origen hindú, busca amarrar navajas muy primitivas contra China, que ha construido más de 85 mil presas (casi la mitad de las que existen en todo el planeta) y que depende del poder hidráulico en 16 por ciento de su producción energética cada vez más creciente, por lo que, a su juicio, no se detendrá a controlar el río Mekong que nace en Tibet.

Aquí se contradice CB, porque, en caso de ser así, las guerras del agua no son exclusividad de subdesarrollados, sino también de los relativamente mejor desarrollados, como es también el caso flagrante y nada fragante de Estados Unidos y su voracidad del agua escasa del norte mexicano que el "texanizado" Fox entrega sin recato.

Alega que los tratados acuíferos tienden a ser poco respetados y que pone en evidencia en el subcontinente indio, la zona más densamente poblada del planeta, donde pueden estallar "guerras santas por sus ríos sagrados".

Considera que "tres de los siete estados del sur asiático -Pakistán, Bangladesh y Nepal- exhiben conflictos acuíferos con India, que se exacerban debido a sus economías agrarias".

Más allá de Cachemira, han emanado otras tensiones entre India y Pakistán, dos potencia nucleares medianas, sobre el sistema del río Indus que nace en India y que puede controlar el río Jhelum, considerado por Pakistán como su yugular acuífera.

En sus fronteras orientales, India está enfrascada en disputas acuíferas con Nepal, Bangladesh y China. Destacan los conflictos en la región del Ganges-Brahmaputra-Meghna, donde habitan 600 millones, y en el río Mahakali (frontera de Nepal e India), pero nada se compara con los 54 ríos que fluyen de India a Bangladesh que han calentado los ánimos transfronterizos.

De todas las guerras por los recursos naturales, las más ominosas son las del agua. Se puede vivir sin petróleo y gas, pero no sin el líquido vital que forma parte del metabolismo humano en sus tres cuartas partes.

 
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