¿Hacia dónde vamos?
Frente a la militarización de la zona del Congreso, no había otra respuesta. ¿Qué se cree Fox? ¿Qué piensa? ¿Quién lo asesora? Ya lo sabían no sólo los empleados de Los Pinos, sino aun el irrespetuoso secretario de Seguridad Pública, quien dormitó durante toda su estancia en San Lázaro (Canal del Congreso dixit). ¡Qué vergüenza!
Por eso, a nadie sorprendió la acción del PRD. En esta ocasión -que no se dude-, con la Constitución en la mano. Restablecer el estado de derecho en la zona. Sólo eso. Nada más que eso.
Y luego, con una anacronía inexplicable, el mensaje presidencial de las nueve de la noche. Un mensaje presidencial -televisado, desde luego- que no es sino una muestra más de la impericia e incapacidad presidenciales para enfrentar los problemas reales de nuestro país. Por su contenido. Por su forma.
Grabado y editado antes de los eventos de San Lázaro, no logró transmitir -muchos comentaristas lo dijeron en el momento- no sólo el estado que guarda la Unión -la desunión-, sino una visión y una perspectiva de altura, de grandes miras -de estadista, pues- sobre la coyuntura y sobre nuestro futuro inmediato.
Tremendo desperdicio de 24 minutos. Tremenda decepción. Culminación de una decepción sexenal. No menos, pero tampoco no más. Tremendo desperdicio de la decena de asesores cercanos. Tremendo. ¡Qué lástima!
Pero lo cierto es que la situación no puede quedar como está. Para la coalición Por el Bien de Todos se abre un panorama aún más difícil y complejo. La anécdota reciente del candidato de Chiapas lo muestra nítidamente. Absurdo sería negarlo. Más para quienes nos identificamos con los objetivos esenciales de esta coalición y -con críticas o sin ellas- los respaldamos en la votación. Y los respaldaremos en la resistencia.
Pero, atención....¿Qué papel jugarán los de la coalición en el Congreso? No siempre se podrá o deberá tomar la tribuna. ¿Cómo se ubicarán frente a los objetivos que resulten de una Convención Nacional Democrática que ya se enfrenta con los dichos más recientes -ligeros y superficiales, digo yo- de López Obrador, como el de "al diablo las instituciones"? Más aún, ¿qué significa este dicho? Nadie podrá decir que tenemos las mejores, más honestas y democráticas instituciones. Nadie. Pero ¿cómo las vamos a cambiar? ¿Desde fuera? ¿Desde dentro? ¿Desde fuera y desde dentro? ¿A dónde vamos? No está claro....De veras que no...
Mañana -acaso hoy mismo- el Tribunal Federal Electoral cumplirá su plazo y anunciará al triunfador del 2 de julio ¿Quién duda que será Felipe Calderón? Y, entonces... entonces... ¿qué sigue? Tenemos la obligación, la dura obligación -efectivamente- de cambiar las instituciones. Pero una condición para ello -nunca la única- es afinar el análisis. Aguzar las miras. Si de ordinario las simplificaciones no ayudan mucho, en estos momentos no sólo no ayudan sino que perjudican.
Respondo el desplegado del 29 de agosto. Mi opinión es que debemos crear un movimiento nacional de resistencia orientado a desplegar un conjunto de líneas alternativas a las que -sin duda- impulsará el gobierno de Felipe Calderón. En todos los órdenes. En todos. Y debe haber -así lo creo- una coordinación nacional de resistencia civil pacífica. No un coordinador.
Para mí, decir que "al diablo" las instituciones es, ante todo, abrir el compromiso de modificarlas. No más. Pero, de nuevo, no menos. Es una consigna orientada a una acción transformadora desde abajo y -sin duda- desde fuera y desde dentro del aparato estatal. Bajo un equilibrio cuidadoso. Fino. Inteligente. Sagaz. Astuto. Inclusive, prudente.
No hay que burlarse de la gente. Nunca. De otra manera todos los representantes al Congreso y a los gobiernos locales elegidos el 2 de julio, deberían renunciar, lo que -obviamente- resultaría absurdo. Como absurdo sería sujetarse a la mera dinámica parlamentaria para impulsar el cambio. Por eso -precisamente por eso- se impone la profundización del análisis y la discusión cuidadosa sobre la situación.
Para finalizar, el programa de cinco puntos: 1) Combate a la pobreza; 2) Defensa del patrimonio nacional, del petróleo, de la industria eléctrica, de la educación pública, de las instituciones públicas de salud y seguridad social, de los recursos naturales estratégicos, de la independencia y la soberanía nacionales; 3) Derecho público a la información; 4) Erradicación del patrimonialismo estatal y de la corrupción; 5) Renovación institucional.
Debo decir algo antes de terminar. Muchos empezaron la resistencia hace muchos, pero muchos años. Algunos nos sumamos a ella también hace algunos años. Eso no se puede ignorar. Y lo que viene, lo que viene es la lucha social inteligente porque México siga siendo México. Resistencia civil pacífica se dice hoy. A comprometerse con ella. Y eso -déjenme decirlo hoy- lo quieren muchos que, inclusive, no votaron por la coalición Por el Bien de Todos. No lo olvidemos. Jamás, so riesgo de arribar al autoritarismo más regresivo.
Pero tampoco olvidemos que el candidato de la derecha no sólo tuvo muchos partidarios, sino que contó -¡qué duda cabe!- con el apoyo de prácticamente todas las personas y grupos de alta posición: industriales, financieros, banqueros, comerciantes, de dentro y de fuera, que quieren cambiar a México en su provecho. Un México en el que 85 por ciento -no se nos olvide nunca- recibe menos de cinco salarios mínimos y el 15 por ciento restante concentra prácticamente todo el ingreso nacional. De veras.