Perteneció a una gran generación de artistas; hoy sólo hay mediocridad: Jacobo Zabludovsky
Falleció Silverio Pérez, último genio taurino de mediados del siglo XX
El Faraón murió a los 90 años de edad por diversas complicaciones, tras someterse a una cirugía de cadera hace un mes
El periodista recordó a quien fue su amigo por 75 años en una entrevista radiofónica
Ampliar la imagen El toreo de Silverio Pérez era "estrujante, no apto para cardiacos", según los calificativos que los cronistas de la época utilizaban para describirlo. En la imagen, el matador es velado en su domicilio, en Texcoco Foto: Roberto García Ortiz
El tormento de las mujeres, El Faraón de Texcoco, el creador de la escuela taurina mexicana, el último de los grandes toreros que dio México, Silverio Pérez, falleció este sábado a las 4:30 horas en su finca de Pentecostés, en Texcoco, estado de México, a los 90 años de edad. El matador se encontraba en retiro. El experimentado diestro, quien se apartó del mundo taurino el primero de marzo de 1953, comenzó a tener complicaciones en su salud tras la cirugía de cadera a la que se sometió hace apenas un mes, situación que se agravó por una neumonía y una insuficiencia renal.
Luego de una recaída, el destacado matador, acompañado por sus hijos Silverio, Silvia, Marcelo, Consuelo y Ana Laura, recibió los Santos Oleos la noche del viernes. Sus restos fueron velados en su domicilio, en el municipio de Texcoco, durante la mañana, y posteriormente incinerados la tarde de ayer.
Con el fallecimiento de Silverio Pérez Gutiérrez se fue una parte importante de la historia del toreo en México, y a partir de ahora se le recordará como una bella leyenda de la tauromaquia nacional e internacional.
Jacobo Zabludovsky, en entrevista telefónica ayer, en la estación noticiosa radiofónica Formato 21, en el segmento conducido por Carlos González, definió a Silverio Pérez como: "El último de los grandes toreros que dio México. Cuando se rompió el convenio taurino con España, en los años 40, se dieron los grandes carteles con toreros mexicanos; la fiesta en España sufría una baja por la Guerra Civil; muchas ganaderías se acabaron o sufrieron daños. Los toreros estuvieron en la guerra y no había temporadas formales; entonces los toreros españoles no venían a México ni los mexicanos iban a España. Los carteles se dieron sólo con toreros mexicanos; hubo grandes carteles, y Silverio siempre era garantía de que sería una corrida interesante. Es el último no sólo de los grandes toreros, sino de las grandes personalidades del México de la primera mitad del siglo XX".
Zabludovsky agregó: "Era un maestro de la faena, sobre todo en los últimos pases, cuando preparaba al toro para la muerte. Tenía un gran dominio".
Mencionó que el matador pertenece a una generación de mexicanos destacados: "Como la Generación del 27 en España, aquí se dio la generación posterior a la revolución, a mediados del siglo XX, con grandes pintores, escultores, poetas, artistas, directores de cine, cantantes, compositores; gente destacada en todos los medios. Ahora hay una mediocridad en la que ninguno alcanza la dimensión de un Octavio Paz, de un Martín Luis Guzmán, de un Juan Rulfo o de un José Clemente Orozco, o de un director como Emilio Fernández, o artistas como los hermanos Soler, Joaquín Pardavé, Cantinflas en su mejor momento. Y de toreros, dónde hay un Lorenzo Garza, un Fermín Espinoza, un Silverio Pérez o un Luis Castro, El Soldado"
Un pasodoble en su honor
Precisamente uno de los artistas de esta generación, Agustín Lara, se inspiró en Silverio Pérez para componer un famoso pasodoble en 1943, considerado por el propio matador como: "Un himno. Uno de los pasodobles más bellos, y no es porque haya sido dedicado a mí, pero es precioso por su música y por su letra", declaró en una ocasión El Faraón.
La letra de Silverio Pérez dice: "Mirando torear a Silverio/ me ha salido de muy hondo/ lo gitano de un cantar./ Con la garganta sequita/ muy sequita la garganta/ será de tanto gritar./ Silverio, Silverio Pérez/ diamante del redondel/ tormento de las mujeres/ a ver quién puede con él./ Silverio, torero estrella/ el príncipe milagro de la fiesta más bella/ Carmelo que está en el cielo/ se asoma a verte torear./ Monarca del trincherazo,/ torero, torerazo, azteca y español/ Silverio cuando toreas/ no cambio por un trono/ mi barrera de sol."
Silverio nació un 20 de noviembre de 1915 en Texcoco, estado de México. En 1935, cumplió con una destacada gira como novillero por toda España, y posteriormente, el 6 de noviembre de 1938, tomó la alternativa como matador de toros en la ciudad de Puebla, de manos de Fermín Espinosa, Armillita, con Paco Gorráez como testigo. Su confirmación en la ciudad de México llegó el 11 de diciembre, también de 1938, en la Plaza de Toros de la Condesa, nuevamente de manos de Armillita, y como testigo Fermín Rivera, padre del también ya fallecido Curro Rivera.
En otro momento de la entrevista que dio Zabludovsky, opinó que la vida fue generosa con Silverio Pérez: "Fue generoso con él porque lo merecía; fue un buen hombre, muy unido a su familia. Fueron 75 años de unión, de amistad, de caminar juntos, de una vida sencilla. Murió en su casa, en un barrio de Texcoco que se llama Pentecostés; la casa se llama finca Silvita, en honor a su hija Silvia. Disfrutaba mucho la plática; yo escuché 50 o 60 veces alguna de sus anécdotas y cada vez me hacían gracia".
Fue Silverio Pérez quien sacó la cara por el toreo mexicano, cuando nadie parecía hacer sombra a Manuel Rodríguez, Manolete.
Sentidas anécdotas
"Silverio elabora un toreo estrujante, no propio para cardiacos, emotivo, emocionante", eran palabras comunes entre los grandes cronistas de la época, como Paco Malgesto, Pepe Alameda y Sordo Noriega.
A pesar de que el periodista Jacobo Zabludovsky no quiso contar ninguna anécdota de Silverio Pérez, recordó: "Uno de sus mejores amigos fue José Pagés Llergo, el director de la revista Siempre!, el más grande periodista, según yo, del México del siglo XX, con quien nos reuníamos a comer con mucha frecuencia. De ahí viene el sobrenombre de compadre, porque dicen que en un viaje a España, en barco por supuesto en esa época, iban Silverio y el maestro Pagés, y en el barco iban unas muchachas; entonces se tomaron algún café o una copa, y el maestro Pagés les compró unos ositos de peluche, un regalo inocente, pero entonces ahí se hicieron compadres, por los ositos de peluche que les entregaron a las muchachas. Otro de sus amigos fue Gabino Lombana, quien es el presidente de nuestra peña taurina; también fueron sus amigos ganaderos, empresarios taurinos, gente de su pueblo, de Texcoco. Me estoy acordando que hace aproximadamente un año yo inauguré, él me pidió que inaugurara en la plaza central de Texcoco, un gran monumento de Silverio toreando; yo develé el lienzo con el que estaba cubierta esa estatua".
Zabludovsky agregó que se sentirá la ausencia de Silverio Pérez en su peña taurina: "Sí, ya lo sentíamos. La semana pasada tuvimos nuestra junta mensual en Ciudad Universitaria, porque le tocó al rector Juan Ramón de la Fuente darla, ya que es miembro de la peña; ahí informé que acaba de hablar con Silverio, que lo veía muy mal. Hablamos de él; en la peña hay gente que sabe mucho de toros y se habló mucho de él: los toros que desorejó, los toreros con quienes le gustaba alternar. A Manolete lo quería mucho; por ahí debe andar una grabación, porque en una fiesta, en Texcoco, Manolete y él cantaron La feria de las flores. No sé si yo la tengo, si la encuentro la pondré en uno de los programas la semana próxima. Se va sentir su ausencia".