Ciudad Perdida
Crimen perfecto
Ya son legales los comicios sucios
Decisión amparada en el cinismo
Lo acontecido ayer en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es, para no dar vueltas al asunto: una gran provocación.
Hoy sabemos que en la elección presidencial, que para ellos (los magistrados) ganó Felipe Calderón, no hubo certeza ni honestidad.
Armados del cinismo amparado por el poder del dinero, los responsables de procurar justicia declararon válida la ilegalidad y consumaron, como ya habíamos apuntado en este espacio, el fraude, cuyas repercusiones no sólo habrán de sentirse en las calles y en los actos cívicos que sucedan de aquí en adelante, sino que pesarán sobre el apellido de estos señores.
Para decirlo de otro modo, los magistrados del tribunal electoral jalaron el gatillo que asesinó a la democracia mexicana, y con ello desataron una impredecible reacción cuyas consecuencias deberán pesar sobre sus conciencias porque han afectado irremediablemente el desarrollo del país.
Supieron de las marranadas de Fox; justificaron la intervención perversa de las cúpulas empresariales; entendieron de la campaña de odio, sin propuestas, sólo odio, que levantó Felipe Calderón para buscar los consensos que nunca alcanzó; llenaron de oprobio a una población que en algún momento confió en ellos y que ahora los señalará por donde quiera que los lleven sus pasos. En fin, se convirtieron en cómplices de la ilegalidad, del crimen perfecto.
Es decir, lo que ayer validaron los magistrados electorales no fue la elección en la que regalaron el cómputo a Felipe Calderón, sino el triunfo de un plan de opresión contra la gente, cuyas divisas son la transa y la ilegalidad. De aquí en adelante las elecciones serán legalmente puercas y siempre ganará el que más dinero y más poder tenga. El votante ya no existe.
Andrés Manuel López Obrador se precipitó al mandar al demonio a las instituciones que conscientes del daño que causan sus decisiones las proclaman, y se precipitó porque los organismos como el tribunal electoral se han suicidado, es decir, se fueron al diablo porque así se les ordenó y no por el deseo o la voluntad del líder de la coalición Por el Bien de Todos.
Pero además los magistrados se han burlado de la gente, de cuando menos la mitad de los pobladores de este país, al tocar fibras sensibles; le dijeron, en otras palabras, que si en este momento siente humillación y coraje por el mal parido fallo, dentro de muy poco tiempo se le pasará.
Así, Leonel Castillo, el presidente de los cortesanos que componen el tribunal, acompaña a las voces de la derecha que se han cansado de pedir represión, por ejemplo, porque apuestan a que el tiempo haga que se olvide cualquier tipo de atrocidad.
Lo malo es que esta vez, como se miran las cosas, el final del conflicto aún no se puede avizorar, porque los instrumentos de protesta que ya articula el movimiento social generado por el fraude y la injusticia, no son como las olas en el mar, que sólo existen cuando sopla el viento, sino que en este momento ya son capaces de ocupar el lugar que antes tuvieron los partidos políticos y los sindicatos, para reforzar las bases comunitarias.
Las formas de organización que se ha dado la gente, que con toda seguridad se manifestarán en la convención nacional democrática el 16 de septiembre, van más allá de los partidos y cruza de lado a lado las instituciones caducas, que han dejado de cumplir su papel social al convertirse en oficinas de representación de algún consorcio extranjero o de los intereses de la camarilla en el poder.
Tal vez para aminorar su cargo de conciencia, Leonel Castillo apuesta a que el olvido y el inmovilismo terminen por cicatrizar la herida, aunque parece no tener idea de su profundidad. No, este sucio episodio aún no termina. Ya estaremos platicando de él en los siguientes días.