Navegaciones
Señora Ramírez, señor Villegas
Venus y Marte en el siglo XVII
Un pleito conyugal a sonetazos
Ampliar la imagen Sr. Villegas
Ampliar la imagen Sra. Ramírez
Por hablar de ella, encontré gusto en la costumbre de designar a las personas por sus últimos apellidos, y los que titulan esta entrega corresponden, respectivamente, a Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana y a Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas. Hecha la aclaración, vamos a las honduras: no sé de qué oscuro rincón de mi ignorancia surgió la idea de contraponer a Sor Juana y a Quevedo y convertirlos en símbolo de incompatibles actitudes femenina y masculina, en abanderados del combate eterno entre viejas y machos, en representantes de Venus y de Marte, para rendirse al lugar común inventado por John Gray. Tras un breve repaso, la noción me resultó insostenible y hallé que la monja novohispana y el escritor castellano no pueden ser tomados como antónimos de nada y que, en cambio, hay en ambos personajes marcadas coincidencias: ambos son barrocos y geniales, los dos constituyen una mezcla de conformismo y transgresión, sumisión y rebeldía, convencionalismo y ruptura ante sus respectivos contextos políticos, ideológicos y sociales, ambos eran cortesanos, tanto la nepantlense como el madrileño combinaban con maestría cerebro y víscera, los dos fueron de una o de otra forma reprimidos en su escritura por las autoridades, uno y otro tuvieron vidas afectivas un tanto frustrantes y, al parecer, a los dos les encantaban las mujeres. Hasta ahí las semejanzas.
http://www.randomhouse.com/author/results.pperl?authorid=10895&view=full_sptlght
http://es.wikipedia.org/wiki/Sor_Juana
http://www.usc.es/quevd/docs/vida.html
http://cvc.cervantes.es/obref/quevedo_critica/p_amorosa/alonso.htm#Arriba
http://sorjuanaines.homestead.com/sorjuana.html
http://www.jornada.unam.mx/2001/04/22/sem-sergio.htm
http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v15/torres.html
Las diferencias: Juanita y Pancho eran irónicos, pero en forma muy distinta. La mexicana era crítica hacia los hombres, pero no propiamente androfóbica, y en cuanto a la presunta misoginia del español, me parece que no era sino una pieza más en el complejo aparato de su misantropía. Juana aprendió a comportarse de manera taimada, en tanto que Francisco tuvo el margen necesario para desarrollar una marcada insolencia. Además, no coincidieron nunca durante sus respectivas estancias en este planeta, porque cuando la Sra. Ramírez vino al mundo en Nepantla, hacía ya tres años que, en el otro lado del Atlántico, en Villanueva de los Infantes, para ser precisos, el Sr. Villegas había estirado su pata torcida.
Hechas estas precisiones, parece que si las circunstancias de la vida hubiesen puesto en una misma cama a estas dos plumas monstruosas, habrían protagonizado un desencuentro de género digno de pasar a la historia, una riña conyugal ejemplar y hasta canónica.
Qué cuesta imaginar: un nacimiento se atrasa (el de Paco) o se adelanta (el de Juana) 50 años y queda todo listo para que un peninsular de fortuna media, feo como las malas acciones, pero dotado de un (in)genio demoledor, seduzca a una novohispana ilustre y de buen ver, aunque bastarda, de las de acá: "¡Ay Floralba! Soñé que te ... ¿Direlo? / Sí, pues que sueño fue: que te gozaba. / ¿Y quién, sino un amante que soñaba, / juntara tanto infierno a tanto cielo? Mis llamas con tu nieve y con tu yelo, / cual suele opuestas flechas de su aljaba, / mezclaba Amor, y honesto las mezclaba, / como mi adoración en su desvelo."
Tal vez la dama habría sido incapaz de resistir semejante labia, y quien quita y la hubiese respondido de esta manera: "Detente, sombra de mi bien esquivo, / imagen del hechizo que más quiero, / bella ilusión por quien alegre muero, / dulce ficción por quien penosa vivo. / Si al imán de tus gracias atractivo / sirve mi pecho de obediente acero, / ¿para qué me enamoras lisonjero, / si has de burlarme luego fugitivo?"
Al comienzo todo habría sido miel sobre endecasílabos. Un lugar común tan atroz como la reducción de Gray (las mujeres son de Venus y los hombres, de Marte) quiere que el enamoramiento propiamente dicho dure noventa días, la tercera parte de un embarazo. Al final de ese periodo Juana habría empezado a descubrir que la belleza física no la tenía tan sin cuidado como había supuesto en un principio, que su Apolo babeaba al dormir y que su ingenio era sólo una rama del árbol robusto de su arrogancia; para colmo, las malas lenguas de la corte le habrían dado noticia de las aficiones un tanto cuanto putañeras de su cónyuge. El referido, para entonces, ya habría caído en la cuenta que en su dueña el esplendor del talento no bastaba para neutralizar las agruras del humor, que era dominadora por lo bajo, intrigante, mosca muerta y gélida en el tálamo. Y en forma paulatina, la miel se habría vuelto bilis.
http://www.asturlinux.org/comunidad/node/443
http://historia.fcs.ucr.ac.cr/biblioteca/esociales/QuevedoFranciscode-Juguetesdelani%C3%B1ez.doc
El, directo y desenvuelto, como buen madrileño, habría espetado: "Anteayer nos casamos; hoy querría, / doña Pérez, saber ciertas verdades: / decidme, ¿cuánto número de edades / enfunda el matrimonio en sólo un día? / Un anteayer, soltero ser solía, / y hoy, casado, un sin fin de Navidades / han puesto dos marchitas voluntades / y más de mil antaños en la mía. / Esto de ser marido un año arreo, / aun a los azacanes empalaga: / todo lo cotidiano es mucho y feo. / Mujer que dura un mes, se vuelve plaga; / aun con los diablos fue dichoso Orfeo, / pues perdió la mujer que tuvo en paga."
Prudente y reacia a mostrarse sin veladuras, como buena novohispana, ella habría escrito un soneto supuestamente alusivo a su propio retrato, a sabiendas de que su señor sabría verlo como un espejo dedicado a él, y que mucha y particular ofensa habría de encontrar al leerse comparado con una "flor al viento delicada": "Este, que ves, engaño colorido, / que del arte ostentando los primores, / con falsos silogismos de colores / es cauteloso engaño del sentido; / éste, en quien la lisonja ha pretendido / excusar de los años los horrores, / y venciendo del tiempo los rigores, / triunfar de la vejez y del olvido, / es un vano artificio del cuidado, / es una flor al viento delicada, / es un resguardo inútil para el hado; / es una necia diligencia errada, / es un afán caduco y, bien mirado, / es cadáver, es polvo, es sombra, es nada."
http://www.ub.uni-bielefeld.de/diglib/delacruz/fama/
http://amediavoz.com/sorjuana.htm
http://luis.salas.net/indexsji.htm
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02471615488135006317857/p0000001.htm
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=10484&portal=177
Por supuesto, los personajes son ficticios (sus textos no) y cualquier parecido con personas reales es mera coincidencia. La guerra conyugal no tuvo lugar ni hubo tal circunstancia en la que el gran soez se pusiera en plan macho de veras desagradable con una habladora de latín que por no volverse monja se habría vuelto bruja.
Ya sé, ya sé: es un abuso reducir a Quevedo y a Sor Juana a una antonimia hombre-mujer que para colmo es falsísima y a la que habría que llamar complementonimia, o algo así. Además, esos grandes de las letras se ocuparon de muchas más cosas que de las hostilidades y desencuentros entre los dos sexos, y no he dicho ni pío al respecto. Pero la idea de contrastarlos me ronda la cabeza desde hace lustros, y algunos atrás pergeñé una primera aproximación al asunto que apareció en el cuaderno Las verrugas de Venus. Hace unas semanas hallelo, retrabajelo, publiquelo en el blog de esta columna y latioles a lectoras y lectores. Ahora se titula "Ruptura entre Venus y Marte por culpa de dos starlettes del Siglo de Oro", y ahora viene de regreso al papel:
Impotente y frustrante, consideras
que soy, si acepto hablar de ontología;
y si el ansia carnal mis actos guía,
me ves cual semental con charreteras.
Mi detestable amada: no me quieras
por lo que debo ser en tu teoría
ni quieras retocar mi anatomía
a fuerza de navajas y tijeras.
Amor: vivir así no es cosa sana.
Me bajo de tu tren. Aquí me quedo
y en adelante, cada cual su gana.
Vistas así las cosas, no habrá pedo:
le llegas tú, feliz, con tu Sor Juana,
y me dejas en paz con mi Quevedo.