De un Kazajstán falso a una Cataluña somnolienta
Toronto, Can., 9 de septiembre. Uno intuye que ha escogido mal en el primer día de muestreo intensivo en el festival de Toronto, cuando lo más rescatable ha sido una comedia con el largo título de Borat cultural learnings of America for make benefit glorious nation of Kazakhstan (Borat, aprendizaje cultural de Estados Unidos para beneficiar a la gloriosa nación de Kazajstán). Aunque dirigida por Larry Charles, de formación televisiva, la película se debe al tosco sentido del humor del cómico británico Sacha Baron Cohen (cuyo personaje también televisivo de Ali G es un gusto difícil de adquirir). En este caso, Cohen interpreta al epónimo Borat, periodista kazajastano que viaja a Estados Unidos para instruir a sus rupestres paisanos sobre cómo debe comportarse un país civilizado.
Construido con base en sketches, la comedia es una orgía de incorrección política en la que se ejerce un humor sexista, antisemita, escatológico y a todas luces grosero, para mostrar que el protagonista es suficientemente rústico como para usar un excusado como lavabo o portar siempre una gallina en su equipaje. No es casual la formación de los responsables, pues a menudo la película juega con el concepto televisivo de la cámara escondida; es decir, Cohen vuelve víctimas a gringos ingenuos que ignoran que se trata de una broma pesada. Si bien será prohibida seguramente en Kazajstán -país descrito como carente de humor- se trata finalmente de una sátira social de Estados Unidos, pintada con una brocha que no podría ser más gorda.
Al menos uno se divierte a ratos con Borat. Lo mismo no puede decirse de Ficció (Ficción), cuarto largometraje del catalán Cesc Gay, que ha desmentido el interés inicial de Krampack (2000) con realizaciones cuyo enfoque desdramatizado sugiere más bien una impericia para escribir guiones. En este caso, el encuentro de cuatro personajes -dos amigos de juventud y dos mujeres- en el Pirineo da lugar a sosas reflexiones existenciales en medio de mucho paisajismo con música cliché de fondo (el Adagio para cuerdas, de Barber, por ejemplo). A eso súmese el muy escaso carisma de los actores Eduard Fernández y Javier Cámara, y se explicará por qué los contados asistentes a su función de prensa empezaron a abandonar la sala a media hora de iniciada.
En cambio, Babel, del mexicano Alejandro González Iñárritu, registró un lleno total en la primera de sus funciones para la prensa y la industria, en una sala con 461 asientos. Las películas con mucha demanda cuentan con un par de esas proyecciones y la segunda de Babel se anunció para más tarde, en la noche. (Y eso que la película ya ha sido vista por muchos, un servidor incluido, en el festival de Cannes).
Por cierto, la organización perfecta de Toronto encontró ya su primer problema en el paraíso. La función programada de la australiana Ten Canoes, de Rolf De Heer, tuvo que cancelarse, muy probablemente, porque la copia no llegó a tiempo. Pasa hasta en las mejores familias.