Usted está aquí: martes 12 de septiembre de 2006 Política La CND

Magdalena Gómez

La CND

El próximo 16 de septiembre se realizará la convención nacional democrática (CND) en respuesta -pacífica y organizada- a la parafernalia de la usurpación, en lo inmediato, y la profundización de las políticas neoliberales una vez "garantizada" la continuidad de la familia del PRIAN en el poder. Una vez más en nuestra historia los escenarios de la legalidad y la legitimidad tienen caminos opuestos. Consumado el golpe de Estado fraguado desde las entrañas del poder, hemos confirmado que en el país el orden constitucional está definitivamente trastocado; no existe el principio de división de poderes, sino que opera el de unión y complicidad de poderes.

La resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) muestra la inaceptable "unanimidad sospechosa". No alcanzó el cinismo para justificar la limpieza de la elección presidencial y adornaron las diversas violaciones al proceso electoral con su frasecita de que, sin embargo, "no se comprueba que hayan afectado al proceso electoral".

Los magistrados no cumplieron con su mandato constitucional, y la institucionalidad actual sacrificó la defensa de los principios de certeza y equidad al conceder el rango de "inatacable" a las decisiones del TEPJF. Este testimonio acredita el dicho de Andrés Manuel López Obrador: "al diablo con sus instituciones", aun cuando casi todos los medios cambiaron el "sus" por "las", para colocarlo de nueva cuenta como un "peligro para México".

Regresando a la CND, habría que considerar sus desafíos para impulsar no sólo otra institucionalidad, sino otro proyecto de nación. En primer lugar, ese espacio nace en el contexto de la lucha poselectoral marcada por la masiva participación ciudadana que protesta contra el fraude, por lo que una vez consumado requiere ampliar sus miras hacia otro complejo escenario: enfrentar el avance de las políticas neoliberales, razón última y sentido del propio fraude de Estado.

Habría que considerar que, en el inicio su composición, será mayoritariamente ciudadana, de representación individual. Por ello, en su arranque la CND será más parecida a las asambleas informativas previas y menos a una representación de sectores o movimientos previamente organizados, aun cuando algunos estén presentes y sean impulsados por asambleas de deliberación en las entidades. Es evidente que muchos otros que no confluyeron ni coincidieron con el proceso electoral estarán fuera de la misma.

Aquí se presenta uno de sus desafíos: ¿cuál será la política de alianzas en el plano nacional e internacional de la CND? Factor que probablemente se deje para un momento posterior. Pero vale la pena reconocer que si bien la CND se inicia como resistencia al fraude, la política anticapitalista y antineoliberal tiene otros actores, con los cuales habría que buscar alianzas por aquello de la correlación de fuerzas ante la embestida que prepara el sistema. En ese sentido, pareciera más propicio que la CND defina un gobierno alterno o legítimo, dado que está en su origen la convicción de que a López Obrador le robaron la Presidencia de la República, además de que no todas las resistencias del país estarán en la convención, y nombrar un "jefe de la resistencia" generará inconformidad en ellas.

Un ejemplo de estas contradicciones de origen es que un sector del movimiento está convocando a la convención nacional indígena, mientras otro, el que se agrupa en el Congreso Nacional Indígena, no parece interesado en el camino hacia la CND. Por ello habría que evitar la afirmación de que en la convención estarán representantes de todos los pueblos indígenas y, en cambio, afirmar que asistirán indígenas integrantes de los pueblos originarios, lo cual es legítimo.

Por otra parte, el consejo político nacional propuesto debería considerar obligaciones de trabajo regular con sectores y ciudadanos representados, pues si cada seis meses se convocará a la CND, ésta se desfondaría si el referido consejo se aleja de las bases. Otro reto es la relación de la convención con la parte institucional del movimiento, particularmente con diputados y senadores del PRD y PT, que son formalmente autónomos, pero hoy tienen la oportunidad de mostrar que ser representantes populares los obliga a caminar en la lógica de las demandas sociales antes que los acuerdos cupulares parlamentarios, como ha sucedido hasta ahora.

Los tiempos que se vienen son difíciles. No hay que olvidar que una parte de los electores consideran que su responsabilidad terminó con su voto en la urna y no están dispuestos a defender el sentido del sufragio. Habría que dirigirse a ellos para que comprendan que el sentido de la CND empata con los problemas que vive el país y que también los afectan. Hay una amplia base social ganada y no debe perderse.

 
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