REPORTAJE / LA HISTORIA DE LOS TRES PESCADORES EN ALTA MAR
"Todo es ciencia ficción, menos comer"
Critican en San Blas burocratismo de autoridades
Ampliar la imagen La temporada pasada "acudimos unas siete veces, por accidentes de mar, y no hubo respaldo de la capitanía de puerto, que ayuda mucho a los que hacen pesca deportiva, y qué bueno, pero no nos apoya con la misma voluntad", asegura líder de pescadores de San Blas. En la imagen, Virgen en la bahía del lugar Foto: Tania Molina Ramírez
San Blas, Nay. Antes de subir un tiburón en una panga, "si no estás seguro de que está muerto, le metes un gancho en el ojo; si respinga, uno lo agarra de la cola y otro le pega con un palo en medio de la frente, entre los ojos". Basta un golpe para que muera.
Lo cuenta el tiburonero Marciano Montes Ponce mientras se espanta un zancudo en este puerto, bautizado como "la capital mundial del mosquito" por Juan Bananas, chilango que llegó hace 30 años y descubrió que podía vivir del pan de plátano y ahora es activista ecológico.
Montes Ponce, a sus 60 años, recién dejó de salir a alta mar en busca de tiburones. Su cuerpo macizo, sin embargo, no delata el paso de los años ni la ruda vida que ha llevado.
Está sentado con sus compañeros de oficio en el embarcadero de la U. El golpeteo del mar contra las pangas, el hambriento escándalo de los pelícanos, los cuchillos de las mujeres al filetear pargos acompañan la plática.
La brisa aminora el pesado calor, pero el sudor no deja de escurrir por los cuerpos de pescadores y albañiles. A un lado de las pequeñas bodegas que bordean la U crece una construcción moderna, que será infraestructura para el sitio donde atracarán embarcaciones turísticas, como parte de la Escalera Náutica. Este proyecto de Fonatur y los gobiernos estatal y municipal intenta transformar el pueblo pesquero en turístico.
Las autoridades pretenden sacar a los pescadores de la U. El año pasado lo intentaron, pero éstos no se dejaron. No es que se opongan a la Escalera Náutica, simplemente se niegan a abandonar el lugar antes de que esté listo el sitio de la reubicación.
El grupo ecologista El Manglar, en cambio, se opone al proyecto en sí. Juan Bananas explica que no fue consultado con la población ni la beneficiará, y no toma en cuenta las características del lugar; por ejemplo, la inmensa riqueza en manglares. Ni siquiera, señala, traerá beneficios económicos importantes al pueblo, ya que "le apuesta a un tipo de navegantes que no viene a gastar; nomás se queda en su barco".
Los pescadores, sin embargo, sienten que tienen problemas más apremiantes, como conseguir el sustento diario. Y otras dificultades persistentes, como la mala relación con algunas autoridades, lo cual echa un poco de luz sobre un par de puntos oscuros en la historia de la travesía de Lucio Rendón Becerra, Jesús Eduardo Vidaña López y Salvador Ordóñez Vázquez, Chavita, los tres pescadores rescatados en alta mar.
¿Por qué no avisaron de su salida a la capitanía de puerto? Porque ningún pescador lo hace. "¿Para qué? Si ni ayuda recibimos", es la respuesta generalizada.
¿Por qué los familiares y amigos no dieron parte a la capitanía cuando vieron que no regresaban? Porque nunca lo hacen. Y cuando lo han hecho, así les va.
"Han ido pescadores y les piden realizar un sinfín de trámites. Lo que quieres en ese momento es que encuentren a la persona, y no que si este papel, que si el otro... que si no tiene matrícula", reclama Abel Cortés, afamado tiburonero.
"La temporada pasada acudimos unas siete veces, con accidentes de mar, y no hubo apoyo. El capitán ayuda mucho a los que hacen pesca deportiva, y qué bueno, pero no nos apoya con la misma voluntad", asevera David Lara Plascencia, líder de los pescadores y director de Pesca de San Blas, respetado tanto por autoridades como por su gremio.
El colmo le ocurrió a Cortés en 1981, cuando pegó el huracán Otis: él naufragó, junto con nueve pescadores más. Tras la impresionante hazaña de sostenerse a un bidón de gasolina durante dos días, el mar lo depositó en la playa de una isla. Un rato después, lo llevaron a Vallarta, buscó una patrulla de la Armada y les pidió ayuda para buscar a sus compañeros, que quizá seguían en alta mar. Le dijeron que no, que estaban protegiendo un torneo de pesca.
Más allá de la desconfianza en estas autoridades, así como hay pescadores que toda su vida trabajan las mismas aguas, los hay que pueden desaparecer durante semanas o meses. Y de pronto aparecen.
A los campesinos los ata la tierra; a los obreros, la fábrica, pero los pescadores sólo están atados a la inmensa libertad del mar. Como los jornaleros agrícolas, algunos van a donde está la chamba, de un campo pesquero a otro. "Se van a la aventura. No tienen aquel apego a lo familiar, a estar en contacto. La familia les pierde la huella", describe el capitán Enrique Velázquez Torres, comandante del subsector naval en San Blas. Como les ocurrió a los parientes del oaxaqueño Chavita.
Quizá el carácter errante ayude a entender que sea común entre pescadores trabajar con gente que apenas conocen. Sólo Don Marciano mencionó que en sus 25 años de tiburonero nunca se había ido con desconocidos.
Por otro lado, es cierto que no todos regresan. El pasado primero de junio, Día de la Marina, David Lara leyó una lista de más de 20 desaparecidos en el mar.
Cuando una embarcación no regresa, los propios pescadores salen a buscarla durante tres o cuatro días, como hicieron en el caso de Jesús, Salvador y Lucio.
Barcos depredadores
Para los pescadores, un problema apremiante es no tener permiso para ejercer su oficio. La mayoría está en esta situación. "Desde hace 30 años está cancelado (el otorgamiento de permisos)", denuncia David Lara.
En San Blas, el director de Pesca calcula que hay mil 500 pescadores y unas 700 embarcaciones.
Muchos pescadores se amparan con el permiso de un bodeguero. Pero "el permiso lo dan a la embarcación", así que sigue siendo una situación irregular.
Los pescadores se dicen "libres" cuando no tienen permiso de pescar; las autoridades los llaman "furtivos". "No le robamos a nadie, nacimos en el mar; ya estábamos pescando cuando la autoridad ni siquiera existía", argumenta Lara Plascencia.
La producción de los "libres" no se registra; por tanto, afecta el presupuesto para el sector pesquero, agrega.
No se puede descartar la posibilidad de que favorezca a los narcotraficantes el poco control de las autoridades sobre los pescadores, a la hora de contratarlos para trasladar mercancía.
Muchos pescadores tampoco tienen libreta de mar (especie de licencia que acredita que saben pescar, lo cual se antoja absurdo en un pueblo que siempre ha sido pesquero). "(Las autoridades) piden demasiados requisitos, ¡como si uno fuera a trabajar al otro lado!", se queja Abel Cortés.
El curso que tomó Chavita, Básico de seguridad a pescadores (2 y 3 de septiembre de 2004), se realiza para obtener la libreta de mar.
Si no hay un registro de los pescadores, menos lo hay de embarcaciones, denuncia Lara. La mayoría no está matriculada.
Reflexiona: "Quienes cometen el delito son ellos (las autoridades), porque nosotros somos pescadores ancestrales. Un delegado de Pesca dura unos años; nosotros seguimos aquí y sufrimos las consecuencias de lo que pasa en el medio marino. Si el gobierno verdaderamente se preocupara por el daño al medio, ¿por qué nos quitaron el derecho de ser pescadores legales (al dejar de dar permisos)? Dicen que hay sobrexplotación, pero quienes la provocan son los barcos arrastreros camaroneros".
Esos navíos lanzan una red que va enterrada hasta medio metro en la arena, arrastra todo, distancias de hasta 10 kilómetros, y luego la suben a cubierta.
"Por capturar 10 kilos de camarón matan toneladas de especies, aparte del daño que hace en el fondo, donde hay miles de organismos microscópicos", explica el también técnico pesquero. "¡Cuánto daño hacen! Claro, era más fácil echarle la culpa a los pescadores."
El camarón de más alta calidad es el nayarita, así que llegan a estas costas cientos de barcos de flotas de Sinaloa y Jalisco.
"No me siento héroe"
Chavita, el avezado tiburonero al que probablemente deben la vida Lucio y Jesús, estaba tomándose unas chelas en el Matamarea, las primeras después de su travesía; de fondo, Los Tigres del Norte en la rocola.
El oaxaqueño, con una profunda inteligencia, que hace que la mayoría del tiempo esté bromeando, por un momento dejó de hacerlo.
Se quedó callado, su rostro se serenó, y luego dijo: "No me siento héroe. Ellos me hicieron un héroe: la parroquia y los demás. Yo soy un pecador, me gusta tomar cerveza, estar con amigas y amigos..."
La mesera sirvió los cueritos de botana. Mientras tomaba uno, exclamó: "¡Todo es ciencia ficción, menos comer!"