Editorial
Noal: contrapeso a la sinrazón
En la 14 Cumbre de los Países No Alineados (Noal) que se lleva a cabo en La Habana, Cuba, se ha dado muestra de la vigencia, la pertinencia y la necesidad, en el mundo contemporáneo, de ese foro que agrupa a 114 países en vías de desarrollo.
No está de más recordar que el Movimiento de los No Alineados fue fundado en un contexto internacional muy diferente al actual, cuando las relaciones planetarias estaban dominadas por la tensión entre las dos superpotencias que emergieron de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos y la Unión Soviética y los dos bloques geopolíticos articulados en torno a ellas. Para las naciones menos poderosas no resultaba fácil, en ese entorno, eludir una afiliación casi forzosa en uno de los dos grandes polos del poder mundial, mantener una política independiente, poner en práctica un modelo económico propio o ejercer la soberanía sin interferencias derivadas de los intereses estratégicos puestos en juego en el contexto de la guerra fría.
El colapso del bloque mundial que tenía su epicentro en Moscú y de las organizaciones que lo encarnaban el Pacto de Varsovia, el Consejo de Ayuda Mutua Económica, la propia Unión Soviética significó, así fuera por mera pérdida de referentes, una crisis en el Movimiento de los No Alineados, crisis que se profundizó con la primera guerra emprendida por las potencias occidentales contra Irak y por el ensayo subsiguiente de establecer un "nuevo orden mundial", unipolar, neoliberal y formalmente democrático.
Muy pronto, sin embargo, se puso de manifiesto la incapacidad del capitalismo occidental triunfante para resolver los problemas más acuciantes de la mayor parte de la humanidad: deuda externa, estancamiento, desempleo y crisis recurrentes, en lo económico; pobreza, marginación, insalubridad, falta de educación y vivienda, en lo social, y persistencia de regímenes antidemocráticos, cuando no atrozmente dictatoriales, en lo político, así como la continuidad de buena parte de los añejos conflictos regionales y surgimiento de otros. Con la extinción del "socialismo real" y la imposición plena del llamado Consenso de Washington a buena parte del planeta, tales problemas no sólo no se resolvieron sino que, en muchos casos, se profundizaron y se hicieron más explosivos. Para colmo, la concentración de poderío político, militar, diplomático y económico en un solo país multiplicó y materializó las agresiones militares contra estados débiles.
En ese nuevo entorno el actual, el Movimiento de los No Alineados constituye un factor fundamental de contrapeso a las desmedidas ambiciones imperiales de Estados Unidos y Europa occidental. Es significativo y alentador que el proyecto de declaración de la cumbre de La Habana rechace, uno por uno, los designios agresivos e injerencistas impulsados por el gobierno estadunidense contra una multitud de países: la República Islámica de Irán, Siria, Venezuela, Corea del Norte, Venezuela y la propia Cuba, y que rechace las bárbaras agresiones militares perpetradas por el régimen de Tel Aviv, en sintonía con Washington, contra los pueblos palestino y libanés.
En un entorno internacional en el que la "guerra contra el terrorismo" estadunidense pareciera contar con el respaldo de casi todo el mundo, es reconfortante constatar que 115 países las dos terceras partes de los integrantes de las Naciones Unidas se disponen a deslindarse de esa cruzada inmoral y genocida, y a desarticular el entramado ideológico que la sustenta: el terrorismo es condenable, señala el proyecto de declaración, "venga de donde venga" de los aparatos militares estadunidense e israelí, por ejemplo, pero no es equiparable a "la legítima lucha de los pueblos bajo dominio colonial u ocupación extranjera", lo que reivindica a los movimientos de resistencia nacional que se enfrentan, en Afganistán e Irak, a los invasores estadunidenses y británicos. Por otra parte, el documento critica el engendro totalitario denominado "guerra preventiva" con el que el gobierno de George W. Bush ha buscado otorgar cobertura moral a sus guerras de saqueo y dominación en Medio Oriente y Asia central.
Finalmente, por lo que hace al país anfitrión, el encuentro de La Habana ha mostrado que el régimen cubano mantiene, en ausencia de Fidel Castro, apartado del poder por problemas de salud, plena capacidad de convocatoria y organización, un dato que debiera enfriar las prisas de la Casa Blanca por empezar a operar en la isla una "transición" que sería, en realidad, el regreso de Cuba a una oprobiosa circunstancia de sometimiento y dependencia.