Lengua de Papa
No se le puede exigir a un pontífice que sea bombero, pero es dable exigirle, al menos, que se abstenga de causar un incendio en las relaciones entre la Urbe y el Orbe. Pero eso es precisamente lo que provocó Benedicto XVI hace una semana en el aula magna de la Universidad de Ratisbona, donde pronunció una conferencia titulada "Fe, razón y universidad. Memorias y reflexiones" que, da la impresión, no tenía como objetivo maltratar al Islam sino fanfarronear con las presuntas erudición y hondura del ponente. John Ratzinger es menos conocido como teólogo que como verdugo de teólogos, y acaso el afán de contrarrestar esa mala fama ganada a pulso lo llevó a exhibir un "apetito desordenado de la propia excelencia", como caracterizaba santo Tomás a la soberbia, y a mencionar sin ton ni son a un costal de autores: el propio Tomás, san Agustín, Juan Duns Scotus, Ibn Hazm, san Pablo, Juan el evangelista, Adolf von Harnack, Jacques Monod, Sócrates, Emmanuel Kant, Roger Arnaldez, Manuel Paleólogo.
Este último, emperador en las postrimerías de Bizancio, acabó manoseado a lo largo de la ponencia, por más que no viniera mucho al caso, como admitió el propio orador. La cita incendiaria es de un diálogo entre el bizantino y un erudito persa, en el que el primero califica de "maligna e inhumana" la supuesta orden de Mahoma de difundir la fe mediante la espada. "No es mi intención analizar esta cuestión; querría abordar sólo un punto, marginal, en sí mismo, al diálogo como un todo...", justificaba Ratzinger, pero para ese momento todo estaba consumado. Es posible que algunos de los oyentes se admiraran ante los enormes conocimientos y las dilatadas lecturas del pontífice -de milagro no citó, santo Dios, a Freud, al Marqués de Sade, a William Burroughs-, pero el efecto principal de su conferencia fue una inmediata ola de repudio en el mundo islámico porque, si bien el docto orador "no tenía la intención" de pronunciarse sobre lo que dicen que dijo Paleólogo, es claro que las palabras que se le adjudican son una reducción ofensiva y una caricatura maniquea de la fe de Mahoma.
En la ciudad sagrada de Qom el clérigo iraní Ahmad Jatami, chiíta, acusó al pontífice de ser un gran ignorante del Islam y lo comparó con George W. Bush; en el vecino Irak la Comisión de Ulemas, sunita, afirmó que "el Papa incita al terrorismo y da a las tropas de Estados Unidos un pretexto para seguir matando a los musulmanes"; en la Palestina martirizada el premier, Ismail Haniyeh, dijo que las disquisiciones de Ratzinger "van contra la verdad y hieren la esencia de nuestra fe"; Salih Kapusuz, del partido en el gobierno en Turquía, arremetió: "Benedicto, el autor de estos comentarios desafortunados e insolentes, pasará a la historia en la misma categoría que líderes como Hitler y Mussolini"; en Pakistán la cancillería destacó en un comunicado oficial la ignorancia de Ratzinger en asuntos del Islam y el parlamento le exigió que retirara sus palabras; el Ministerio de Relaciones Exteriores del presunto gobierno afgano pidió más responsabilidad a Ratzinger a la hora de abrir la boca; en Egipto el diario oficial Al Ahram señaló en un editorial que lo dicho por el alemán "es un intento de generalizar a todos los musulmanes un fenómeno ligado a una minoría extremista", en tanto que el teólogo Hassan Hanafi aseveró que "el Papa tendría que releer y verificar datos para comprender correctamente el Islam". En Europa organizaciones islámicas de Inglaterra, Alemania e Italia condenaron los dichos del pontífice y le exigieron que se retractara. Y la cereza en el pastel: Ali Bardakoglu, presidente del Comité de Asuntos Religiosos de Turquía, organismo gubernamental, dijo de la visita papal a ese país, prevista para noviembre: "no creo que obtengamos nada positivo con la llegada al mundo islámico de un hombre con ideas como las suyas", y remató: "antes de venir tendría que cancelar el rencor de su corazón y sustituirlo con valores morales y respeto por los prójimos".
El Vaticano ha balbuceado que la polémica es fruto de malentendidos, de citas fuera de contexto o de "manipulaciones periodísticas"; en todo caso, ha puesto mucho más empeño en reforzar las medidas de seguridad alrededor de Ratzinger que en ofrecer disculpas.
Se sabe desde siempre que el actual pontífice es un tipo autoritario, intolerante, hipócrita y, en general, un mal bicho, como suele decirse; pero hasta la semana pasada no se le conocía esta habilidad para meter la lengua en nidos de avispas.
Dato para Ratzinger: en cosa de dos meses Rubén Aguilar estará sin chamba.