La Jornada
El pasado 19 de septiembre, además de recordarse los terremotos ocurridos en 1985, y sus consecuencias sociales y políticas, también se conmemoró otro aniversario: los 22 años del periódico La Jornada. Dicho aniversario ocurre en una coyuntura muy especial, en la peor subordinación mediática al poder ocurrida desde 1988. Ofensiva vulgar de los medios contra la fuerza política que ganó la elección y fue burlada por el fraude electoral; ocultamiento de la información sobre el fraude electoral; exclusión de las imágenes, discursos y acciones realizadas por el movimiento de resistencia civil en televisión, radio y prensa escrita: la gran mayoría de los medios de comunicación han mostrado un rostro francamente totalitario. La sensación de cambio, de transformación de los medios, que muchos teníamos, se desvaneció en unos cuantos días.
Casi todos los conductores de los programas de radio y televisión pasaron a adoptar una postura de agresividad externa en contra de Andrés Manuel López Obrador, y al mismo tiempo decidieron que no había fraude electoral y que ni siquiera valía la pena comentar las pruebas del fraude exhibidas por la coalición Por el Bien de Todos. La televisión decidió declarar inexistente el impresionante Grito de la Independencia en el Zócalo. Algunos comentaristas de radio y hasta de televisión han llegado al insulto contra Andrés Manuel López Obrador y varios de sus colaboradores, incluso algunos lo han llamado loco y lo han "analizado" siquiátricamente, sin que haya procedido reconversión alguna de los directivos de esas empresas en contra de esas conductas ilegales y abyectas. La mayoría de los diarios, incluidos casi todos los que surgieron después de 1988, han regresado a los tiempos en lo que se seguía un guión oficial y repiten la misma línea editorial. Cuando abre uno las páginas de Reforma, Excélsior, Milenio, Crónica y El Economista, en otros, ve que reproducen en sus columnas, editoriales y cabezas el discurso elaborado y pronunciado por los asesores de la Presidencia de la República. Estamos frente a una pluralidad periodística ficticia. Todos estos periódicos dicen lo mismo; es más, se parecen hasta en el formato.
El poder político nos quiere recetar las estrategias seguidas por Carlos Salinas de Gortari, que juntaba una pluralidad de actores y personajes para que dijeran lo mismo. No se nos olvida cómo el grupo Vuelta, encabezado por Enrique Krauze, y el grupo Nexos, dirigido por Héctor Aguilar Camín, arroparon discursivamente a Salinas de Gortari. Hoy en día, Televisa organiza una supuesta mesa de periodistas, en la que Joaquín López Dóriga, Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva, Denise Maerker y Víctor Trujillo defienden la misma posición, compiten para ver quién es más agresivo contra López Obrador, y no debaten entre sí, sino contra quienes están vetados en ese espacio. Ni uno, ni siquiera uno, de los muy numerosos periodistas que defienden la causa de López Obrador, es invitado a debatir en ese espacio.
Estamos en el peor momento, en el punto más oscuro de los medios de comunicación, que funcionan a todo lo que da como una maquinaria ideológica, que no informa ni investiga, sino que ejecuta una línea de acción política decidida desde el poder.
Los medios parecen no aprender de nuestra propia historia. En 1968 la televisión decía escuetamente que en Tlaltelolco hubo un enfrentamiento entre estudiantes, y tardó 30 años en reconocer lo que todo mundo ya sabía: el gobierno masacró a los estudiantes. En 1988 se realizó un fraude electoral en contra del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y para imponer como presidente espurio a Carlos Salinas de Gortari. Televisa avaló el fraude. Pero apenas hace un par de meses, al entrevistar a Andrés Manuel López Obrador, Joaquín López Doriga no tuvo reparo en afirmar: "esto no es igual que en 1988".
Afortunadamente la sociedad ya no es igual; 95 por ciento de los medios de comunicación dice que no hubo fraude y apoya en sus transmisiones y ediciones a Felipe Calderón. Sin embargo, 70 por ciento de la población considera que hubo irregularidades, 50 por ciento de la población justifica las acciones de resistencia civil y más de 30 por ciento de plano considera preferible que Felipe Calderón no tome posesión del cargo de presidente de la República. La gente no le cree a los medios. Cuando una persona en su vehículo o en su casa prende la tele o la radio de antemano sabe ya o piensa que lo que ahí digan no necesariamente es cierto.
Por un lado o por otro la gente ha encontrado la manera de informarse: de manera directa, a través de Internet o recurriendo a los pocos pero significativos espacios que tienen credibilidad. No puede dejar de reconocerse que en medio de la más abusiva presión del gobierno federal, de las cúpulas empresariales y de los patrocinadores, medios de comunicación como Radio UNAM, Radio Educación, Monitor, Detrás de la Noticia, Proceso y La Jornada han cumplido con el papel de una prensa libre: informar, investigar y criticar al poder.
Mención especial merece La Jornada, pues día a día en sus 22 años de vida ha logrado ser por excelencia el periódico de las grandes causas de la gente, y en el que han encontrado voz los que no tienen voz. ¿Qué haríamos sin La Jornada? Ningún cambio democrático o progresista se explicaría sin su presencia nacional. Hoy más que nunca frente al terrible cerco informativo puede uno exclamar: "¡Qué bueno que existe La Jornada!"