Usted está aquí: viernes 22 de septiembre de 2006 Opinión El capital y sus percepciones

Editorial

El capital y sus percepciones

En el cónclave Forbes CEO Forum México, realizado el miércoles pasado en esta capital, los señores del dinero dieron por sentado que ha terminado la incertidumbre política en el país y que el único factor posible de turbulencia es el punto muerto en que suelen desembocar las negociaciones en el Poder Legislativo cada vez que se introduce el tema de la privatización de las industrias petrolera y eléctrica, la eliminación de los derechos laborales consagrados en el artículo 123 de la Constitución y la imposición del IVA en alimentos y medicinas. En esos tres puntos se resumen, en efecto, las "reformas estructurales" por las que los intereses financieros nacionales y extranjeros han pugnado desde el salinismo y que ahora vuelven a aparecer como demanda central de los dueños del capital a un gobierno encabezado por Felipe Calderón Hinojosa.

En el horizonte de los potentados que se dieron cita antier en el hotel Four Seasons no existe, en suma, el movimiento de descontento poselectoral que encabeza Andrés Manuel López Obrador ni la suma de hartazgos y de agravios acumulados que confluyó el sábado pasado en la convención nacional democrática que se realizó en el Zócalo capitalino con la asistencia de más de un millón de personas. Una vez más, los excluidos de siempre vuelven a serlo, en una perspectiva empresarial que no ve más obstáculos para sus designios que los pantanos legislativos en que han caído, hasta ahora, las llevadas y traídas "reformas estructurales". En ese panorama, jamás existieron las graves irregularidades introducidas en el proceso electoral pasado por la Presidencia de la República, el partido en el poder, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), los medios informativos privados ­especialmente los electrónicos­, el Instituto Federal Electoral (IFE) y el propio Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), que en un dictamen incoherente reconoció los vicios de la elección y, sin embargo, la dio por buena.

Los destacados representantes del sector privado asumieron, también, que un Poder Ejecutivo encabezado por Calderón Hinojosa se consagraría a sacar adelante las privatizaciones del sector energético, el desmantelamiento del artículo 123 y una reforma fiscal al gusto y a la conveniencia del gran capital y en detrimento de los pequeños causantes, especialmente los asalariados. Una vez más, la propuesta de liquidar lo que queda de propiedad nacional, devolver a los trabajadores a las condiciones de explotación que imperaban hasta antes de 1917 y establecer esquemas fiscales que premien la riqueza y castiguen a los pobres, está sobre la mesa, y el designado para llevarla a cabo es, desde antes de que tome posesión, el político panista que a principios de este mes fue declarado presidente electo por el TEPJF.

Llama la atención, en el contexto del encuentro organizado por Forbes, la participación y las declaraciones de Carlos Slim Helú, quien descalificó como "kafkiano" al movimiento de resistencia civil y lo acusó de causar daños al Paseo de la Reforma, en donde se instalaron parte de los campamentos de los inconformes. Y es que, en el ámbito empresarial, el presidente vitalicio de Telmex se ha distinguido por emitir señalamientos que expresan una sensibilidad política y social poco frecuente en ese medio, por demandar la defensa de los intereses nacionales en los procesos de apertura de los mercados y por reconocer la necesidad de atender y atenuar la enorme deuda social que han dejado en el país cuatro sexenios consecutivos de orientación neoliberal. Difícilmente habría escapado a la perspicacia del magnate, el tercer hombre más rico del mundo, la conexión entre el descontento electoral que protagonizan las muchedumbres en las calles ­y no sólo en Reforma­ desde julio pasado y la exasperación popular ante la perpetuación del modelo económico aún vigente, depredador, corruptor, concentrador de la riqueza, multiplicador de la miseria y, para colmo, incapaz de detonar el crecimiento y de evitar las crisis cíclicas.

La descalificación formulada por Slim de una izquierda que "se radicaliza" no parece tomar en cuenta que los principales factores de radicalización de esa izquierda han sido el desaseo administrativo, la torpeza política y la desvergüenza electoral con que se ha desempeñado el foxismo gobernante, ni el carácter abiertamente kafkiano, ese sí, del comportamiento de autoridades electorales que se negaron, aduciendo nimiedades legales, a revisar los sufragios de una votación cuyos resultados oficiales dieron un triunfo en el filo de la navaja, y que después, tras reconocer que se cometieron irregularidades graves en los comicios, los declaró válidos. Es inquietante, asimismo, que el socio principal de Grupo Carso no haya incluido en su análisis, junto con la radicalización del movimiento opositor, la radicalización de una derecha en el poder cada vez más intolerante, cerrada al escrutinio social, alejada del principio de rendición de cuentas y afecta a desvirtuar las instituciones que controla al usarlas con propósitos facciosos, partidistas y patrimonialistas.

Slim y el sector privado en general requieren, para llevar a cabo su tarea, de una estabilidad real y fundada en consensos, y el primer requisito para obtenerlos es la inclusión de todos los actores y sectores. Pero el grupo gobernante ha establecido una paz, una gobernabilidad y una seguridad que no tienen más asidero ni cimiento que el optimismo irredento de los discursos presidenciales, en un país en el que el movimiento que encabeza López Obrador es posiblemente el menos preocupante de los factores de incertidumbre: a fin de cuentas, en el Distrito Federal hay gobierno, pero en Oaxaca no, y en extensas regiones del país el poder real lo ejercen los grupos de la delincuencia organizada. En tales circunstancias, y si se pretende contribuir a la superación de la crisis actual, debiera resultar obvia la necesidad de empezar por el reconocimiento sin descalificaciones de todas las posturas ­como se lo propusieron los firmantes del Acuerdo de Chapultepec, promovido por, entre otros, el propio Slim­, incluida esa "izquierda radicalizada" que, según las dudosas cifras oficiales, obtuvo el respaldo de un tercio del electorado. En cambio, apostar por la veracidad de las escenografías y los montajes del grupo que detenta el poder puede ser, literalmente, un mal negocio.

 
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