Usted está aquí: viernes 22 de septiembre de 2006 Opinión EL FORO

EL FORO

Carlos Bonfil

Café Lumiere

EN EL ORIGEN del proyecto, una serie de cortometrajes solicitados por los estudios de cine Shochiku para celebrar el centenario del nacimiento del director maestro Yasujiro Ozu. De los tres cortos que finalmente debían realizarse, sólo uno se desarrolla venturosamente, a lo largo de varios años, hasta convertirse en largometraje. Café Lumiere es el tributo que Hou Hsiao-hsien (Ciudad de la tristeza), realizador nacido en Cantón, radicado en Taiwán, dedica a la memoria del prolífico autor de Viaje a Tokio. Los temas predilectos de Ozu (la familia, la brecha generacional, el elogio de la tradición, la observación de lo cotidiano) aparecen en la cinta de Hsiao-hsien con un ropaje reconocible y a la vez novedoso. El cuidado formal y la puesta en escena minimalista anteceden, con mucho, a la intención del homenaje. Numerosos críticos habían señalado ya las similitudes estilísticas de los dos realizadores, pero el taiwanés elige jugar con las expectativas del cinéfilo y brindar una reflexión muy propia sobre el contacto con una cultura ajena, los desencuentros generacionales, la familia de adopción (variante de extranjería), la maternidad, el lenguaje y la naturaleza de las obsesiones.

EN CAFE LUMIERE, la joven japonesa Yoko (Yo Hitoto) se descubre encinta de su amante taiwanés, y de regreso a Tokio anuncia a sus padres adoptivos su voluntad de ser madre soltera. Hsiao-hsien desarticula de inmediato toda posibilidad melodramática, y el anuncio se recibe con una serenidad asombrosa. En adelante, el espectador asiste a la complicidad amistosa de Yoko y Hajime (Tadanobu Asano), un tímido vendedor de libros, obsesionado con los sonidos de los trenes y los relatos fantásticos. Estos asideros narrativos son suficientes para que el director despliegue inquietudes artísticas propias, que sólo ocasionalmente coinciden con las de Yasujiro Ozu: la exploración de la urbe nipona; el retrato de una generación joven, que se desentiende sin conflictos de las conductas rituales de sus padres -inaugurando, no tan sorpresivamente, sus propios ritos y obsesiones-; el elogio de la pesquisa, con Yoko indagando sobre la obra y el perfil de un viejo compositor taiwanés, Jiang Ewn-ye, quien alguna vez vivió en Tokio.

HAJIME, POR SU LADO, propone en sus delirios visuales la amalgama entre la placenta y embrión, y una red ferroviaria. Con casco y micrófono, recorre los andenes para capturar los sonidos del los trenes -sonorización poética de un momento inaugural del cine, La llegada de un tren a la estación de La Ciotat (1895), de Louis Lumiere. El tributo de Hou Hsiao-hsien al cine de Ozu comprende la asimilación de una estética y su transfiguración modernista, la captura de un universo doméstico y su implosión silenciosa, la revisión plástica de una obra mayor a partir de la indagación de sus orígenes. Ozu/Lumiere, urbe matriz, cruce fantasioso de lenguas y culturas, elogio de la mirada como supremo principio estético. Lo más notable en este foro.

Café Lumiere se exhibe hoy y mañana en la Cineteca Nacional.

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