"Toco música africana, no blues... se la llevaron de aquí", decía el guitarrista
Savane, disco póstumo del maliense Ali Farka Touré
La producción incluye desde sencillas canciones de amor hasta un cadencioso y suave reggae
Ampliar la imagen El rey del blues del desierto Foto: Dave Peabody/ cortesía Discos Corasón
Entre Africa Occidental y Estados Unidos hay un puente invisible. Los músicos lo transitan de ida y vuelta: los africanos se llevaron en el corazón sus cantos cuando fueron enviados como esclavos a la construcción del "nuevo mundo"; cientos de años después, los descendientes de quienes permanecieron en Africa escuchan a Robert Johnson, a John Lee Hooker y se reconocen en aquellos cantos.
Ali Farka Touré (1939-2006) caminó este puente con tanta entrega y virtuosismo que ahora es conocido como el Rey del Blues del Desierto.
Ali prefería afirmar que tocaba, simple y llanamente, "música africana, no blues. A esta música se la llevaron de aquí. Toco música tradicional y no sé qué es el blues. Para mí el blues es un tipo de detergente", le dijo en una ocasión a Robin Denselow, del diario The Guardian.
Discos Corasón, empresa dedicada a explorar y ofrecer las maravillas musicales que hay en nuestra República y otros países, también produce para México joyas como Savane (World Circuit Music).
Se trata del último álbum solo que grabó el reconocidísimo guitarrista Ali Farka Touré, uno de los principales responsables -si no es que el principal- de dar a conocer al resto del mundo la música maliense.
Cuando este disco fue grabado, Ali Farka Touré vivía en Niafunké, a orillas del río Niger, y se dedicaba a lo que "consideraba su principal papel en la vida: cuidar de sus tierras y estar con su familia", cuenta Lucy Durán, investigadora de la música de Africa occidental cuyo espléndido texto acompaña el disco.
Preocupado por difundir su tradición musical
Niafunké fue donde vivió Ali desde su infancia, y siempre lo consideró su hogar. En los últimos años de su vida llevó a cabo proyectos de desarrollo local en este poblado. Y durante esta época le surgió una preocupación: que los jóvenes malienses conocían poco de la rica tradición musical de su país.
Con esto en mente y consciente de que estaba gravemente enfermo volvió a grabar música, en el hotel Bandé, en Bámako. El fruto fue En el corazón de la luna (dueto con Toumani Diabaté, 2005), con el que Ali obtuvo su segundo Grammy, y Savane.
En esta joya participan varios excelentes músicos, entre ellos Bassekou Kouyate, gran tocador del instrumento característico de Africa occidental, el ngoni (laúd tradicional de cuatro cuerdas), y Pee Wee Ellis (saxofón tenor, miembro fundamental de la banda de James Brown).
El disco incluye desde sencillas y hermosas canciones de amor, como Soya (en el que el calabozo invita a bailar), hasta otras que hablan sobre la situación del planeta, como el cadencioso y suave reggae que da título al disco: "Dejé mi tierra y mi Lusiana/ pero en otros países, adiós a la sabana".
En Yer bounda fara, Ali Farka Touré canta que quienes fueron electos "tienen que trabajar por quienes los eligieron, no para ellos mismos".
También están ahí cantos muy especiales que Ali generosamente comparte con el mundo, como el hipnótico Beto ("danza tradicional vudú del Níger") y Banga, "música sonraï utilizada con el único propósito de despertar y atraer a los espíritus".
En Malí, ser músico se heredaba (aunque recientemente está cambiando esta situación, como comentó Salif Keita a este diario hace poco). Ali no provenía de la casta de músicos, pero "muy pronto en la vida tuvo su llamado, lo que lo metió en la música 'mediante su poder'. Ali era hijo del río", cuenta Lucy Durán. Ser hijo del río significa tener el don de comunicarse con los djinns, los espíritus que controlan el mundo material y el espiritual.
Su apodo, Farka (burro), lo ganó por ser fuerte. Sus nueve hermanos anteriores no sobrevivieron más allá de la infancia.
Taxista, mecánico y conductor de ambulancias
Fue taxista, mecánico y conductor de una ambulancia ribereña. Viajó mucho y tocó "en las ceremonias y por placer".
Ali nunca fue a la escuela, no sabía escribir ni leer. Pero apenas pasaba de 20 años y ya hablaba "siete lenguajes malienses y dominaba el ngoni, el njarka (violín de una cuerda) y la flauta de bambú propia del pueblo peul".
"Necesitaba conocer la música y amarla a través de los muchos héroes fallecidos y los que siguen vivos en esta tierra, porque la historia permanece", cita Lucy a Ali.
Más tarde empezó a tocar la guitarra occidental con la técnica tradicional.
Con el correr de los años llegó a tener enorme éxito. Hizo giras mundiales; en 1994 ganó un Grammy por Talking Timbuktu (colaboración con Ry Cooder) y regresó a su hogar en Niafunké.
A finales de los años 90, para lograr que el guitarrista grabara, Lucy Durán relata que Nick Gold, de World Circuit, instaló un estudio en Niafunké, "en una escuela agrícola abandonada, y la grabación tuvo que ajustarse a los periodos de cultivo, pues la cosecha siempre estuvo en primer lugar".
Ali Farka Touré nunca olvidó quién era y de dónde venía. Quizá por eso pudo ser el rey del blues del desierto. Un rey que seguramente baila de vez en vez sobre el puente invisible que hay entre Africa occidental y Estados Unidos, el que construyeron los que llamaron "esclavos", dueños de nada, sólo de sus manos... y de sus cantos y bailes.