Usted está aquí: miércoles 27 de septiembre de 2006 Opinión EL FORO

EL FORO

Carlos Bonfil

Madeinusa

DIOS HA MUERTO en Manayaycuna y todo está permitido. Durante tres días santos, de viernes a domingo, una pequeña población andina admite que luego de la muerte de Cristo y en la espera de su resurrección, la noción de pecado desaparece por completo. A partir de esta tradición, y de una historia propia, la realizadora peruana Claudia Llosa describe la relación de la joven de 14 años Madeinusa (Magaly Solier), con su padre Cayo (Ubaldo Huamán), alcalde y patriarca del pueblo, y su pequeña hermana Chale (Yiliana Chong), en lo que semeja un arreglo incestuoso libre de toda culpa. No hay incesto real, tampoco pedofilia; no hay tampoco transgresión explícita, sólo un simple acatamiento de los usos y costumbres de una comunidad que interpreta, de modo insólito, el ritual de la semana santa.

EN ESTE CONTEXTO, la cinta Madeinusa propone un acercamiento etnográfico y una ficción fascinante. En este pueblo, mundo cerrado al exterior, las festividades que incluyen la coronación de una reina virgen, son el acto más importante y decisivo en la vida de cada habitante. Don Cayo sabe que su papel de iniciador sexual de sus hijas es secundario frente al imperativo de entregar casta a su hija. La tradición, tema central de la película, es tan vigorosa que impone al relato el propio ritmo moroso de sus rituales festivos y de una vida familiar que transcurre en un hermetismo absoluto.

A ESTE LUGAR inhóspito y primitivo llega un forastero, el joven limeño Salvador (Carlos de la Torre), como un intruso extraviado, objeto de curiosidad y de recelo, que en poco tiempo alterará el orden y equilibrio en el hogar de su protector Cayo, y particularmente en la existencia y certidumbres de su hija mayor, Madeinusa.

EN SU PRIMER largometraje, Claudia Llosa (sobrina del autor de La casa verde) muestra una solvencia singular en el manejo de actores no profesionales y en la recreación de una atmósfera irreal y perturbadora. Las secuencias nocturnas, con la fiesta y sus fuegos de artificio como contrapunto del drama familiar, se repiten puntualmente, a la manera de motivos ominosos que anuncian un desenlace trágico.

EL ROSTRO DE la joven Madeinusa es una mezcla de inocencia y desafío que confunde a Salvador, el forastero liberador, también víctima propiciatoria. La cinta despeja poco a poco sus enigmas, sin que el espectador pueda al final penetrar del todo en el misterio del pueblo y sus habitantes, seres espectrales de una trama casi soñada.

LA ADOLESCENTE MADEINUSA elige perder la inocencia de espaldas a la tradición, por voluntad propia, prefiriendo a la caricia paterna el contacto con un desconocido, un gringo peruano que estimula su imaginación y su deseo. El motivo recurrente del exterminio de las ratas, los agravios morales que vive la joven, el instinto imperioso, el choque cultural al borde siempre de la violencia, un romance apenas convincente, y la fría determinación de la protagonista, son elementos que contribuyen a la ambigüedad y riqueza del relato. Una buena sorpresa del cine peruano.

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