Usted está aquí: sábado 30 de septiembre de 2006 Mundo Más que a azufre, en Washington todo huele a corrupción; proliferan los escándalos políticos

El republicano Jack Abramoff, acusado de cooptar a funcionarios de la Casa Blanca

Más que a azufre, en Washington todo huele a corrupción; proliferan los escándalos políticos

DAVID BROOKS CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Henry Waxman, representante dem�crata, muestra a periodistas un informe que culpa al republicano Jack Abramoff de �ctos corruptos� FOTO Ap

Washington, 29 de septiembre. Aunque aún hay disputa aquí de si huele a azufre, no hay duda de que huele a podrido. En medio de grandes discursos sobre libertad, justicia, democracia, guerras contra el terrorismo y las drogas, amenaza nuclear y grandes debates por la tortura, migración y derechos constitucionales, en las últimas semanas casi pasó desapercibido el gran tema actual: la corrupción.

Entre las últimas noticias, un representante federal republicano se declaró culpable de poner a la venta su curul, otro legislador demócrata está bajo investigación por aceptar cientos de miles de dólares en sobornos, el Departamento del Interior es acusado de "irresponsabilidad administrativa" por tolerar conflictos de interés y favores personales de funcionarios y la industria privada a los más altos niveles, y un alto jefe del Departamento de Estado usaba su oficina para operar un negocio de caballos de carrera. Son algunos casos de lo que parece una epidemia de corrupción en los pasillos del poder.

Este viernes trascendió que algunos de los más altos funcionarios de la Casa Blanca tuvieron relaciones y aceptaron regalos de un cabildero que está en el centro de uno de los escándalos de corrupción política más grande en tiempos recientes.

Aunque parecía que la clase política había logrado en los últimos meses superar la crisis de una serie de escándalos de corrupción -o por lo menos suprimir sus consecuencias-, el anuncio del representante federal republicano Bob Ney para declararse culpable de acusaciones federales de corrupción ha provocado que el tema reaparezca en el escenario del teatro político.

Ney, pese a su confesión de que ponía su curul a la venta, se niega a renunciar a su puesto, lo cual coloca a sus colegas republicanos en situación incómoda al entrar en la recta final de la elecciones legislativas de noviembre. Peor aún, no es un caso aislado, es sólo uno de los políticos involucrados en uno de los escándalos de corrupción más grandes en esta capital en tiempos recientes, el cual tuvo en el centro al cabildero republicano Jack Abramoff.

Un informe de un comité legislativo de la Cámara se dio a conocer hoy con más noticias del gran escándalo Abramoff. En filtraciones a medios, documenta que hubo más contactos entre el cabildero y la Casa Blanca de lo que se había divulgado. Se registran 450 contactos, por lo menos nueve de ellos directamente con el asesor presidencial Karl Rove. Se ofrecieron regalos y cenas a cambio de favores, y en algunos casos parece que resultó en los favores políticos deseados, reportó ABC News.

Ney es el primer legislador que admite actos criminales en esta investigación, pero otros lo seguirán en este camino, mientras Abramoff sigue cooperando con las autoridades desde que a principios de este año confesó su conspiración para corromper a funcionarios públicos, incluyendo a Ney.

Por ejemplo, el senador Conrad Burns, republicano, enfrenta una relección difícil en parte por sus vínculos con Abramoff. Varios legisladores más están bajo investigación en ese escándalo. Otros sufren las consecuencias de relaciones posiblemente corruptas con cabilderos, legisladores y hasta funcionarios de la CIA y el Pentágono.

También vale recordar que el antes todopoderoso líder de la mayoría republicana en la Cámara baja, Tom DeLay, fue obligado a renunciar al ser acusado de violar leyes de financiamiento electoral en Texas. DeLay también era íntimo amigo de Abramoff.

Otro representante republicano federal, Randy Cunningham, fue obligado a renunciar al ser condenado por delitos de corrupción, y hoy está en la cárcel. El representante demócrata William Jefferson está siendo investigado por actos corruptos, entre otros delitos. El FBI descubrió 90 mil dólares en efectivo en el congelador de su casa.

Todos estos escándalos motivaron la promesa de los legisladores de promover nuevas normas de ética y leyes anticorrupción. Meses después, sólo han impuesto algunos cambios cosméticos en la relación entre el dinero y la política. No es sorprendente que en las encuestas sólo 25 por ciento de la población aprueba el trabajo del Congreso.

Pero lo que podría ser caracterizado de corrupción es aún más amplio que sólo sobornos y otros aspectos del negocio de la política, por ejemplo actos de corrupción en el ejercicio de los funcionarios públicos.

El inspector general del Departamento del Interior denunció que en los más altos niveles de esa dependencia "todo se vale, menos un crimen" en el manejo de decisiones que benefician a intereses particulares de la industria privada, lo que provoca sospechas de conflictos de interés y encubrimiento de potenciales delitos.

En el Departamento de Estado, Kenneth Tomlinson, presidente de la junta federal encargada de programas de televisión y radio federales trasmitidos en el extranjero (incluso la Voz de América y Radio y TV Martí), logró mantener su trabajo pese a que el inspector general de esa secretaría reportó que el funcionario había usado su oficina para administrar una operación de caballos de carrera, y había colocado de manera inapropiada a un colega en la nómina.

En la Comisión Federal de Comunicaciones los jefes ordenaron al personal destruir las copias del borrador de un informe que tenía conclusiones que aparentemente contradicen los argumentos oficiales del gobierno de George W. Bush. El informe, redactado en 2004, concluye que la concentración de control de los medios limita la cobertura de noticias a escala local. Esa conclusión es opuesta al argumento de la comisión para liberalizar las reglas del control privado de los medios y permitir mayor concentración entre dueños de televisoras locales.

A todo esto se le llama "servicio público". Aunque cada vez que estalla un escándalo hay más denuncias de una "cultura de corrupción" en Washington, investigaciones, foros y a veces hasta leyes para responder a la última expresión de esta "enfermedad". Pero eso parece ser algo para consumo popular porque aquí adentro el olor a podrido es antiguo en muchos de estos majestuosos edificios que albergan el negocio de gobernar o, tal vez, el gobierno de los negocios.

 
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