54 Festival de cine de San Sebastián Lo sobresaliente de un festival satisfactorio
San Sebastian. En su penúltimo día, el 54 festival de cine de San Sebastián ha mantenido un estándar uniforme de calidad en su sección competitiva. No ha habido obras maestras indiscutibles, pero se ha conseguido un aceptable nivel medio (fenómeno ya común entre los festivales de primera línea).
Como siempre, los cálculos sobre las decisiones del jurado son un albur un tanto inútil. Sobre todo cuando no ha habido una clara favorita de la prensa. Según la encuesta hecha entre críticos de diversos periódicos nacionales, publicada en El diario vasco, la mejor calificada ha sido Copying Beethoven, la muy convencional biopic debida a la polaca Agnieszka Holland, mientras el peor puntaje fue para Las vidas de Celia, coproducción hispano-mexicana dirigida por Antonio Chavarrías.
Mi preferencia personal es para A tiger's tail (Una cola de tigre), del veterano británico John Boorman, que aquí no ha sido bien vista por una crítica con la cual uno suele tener serias diferencias. A través de la historia de un poderoso empresario (Brendan Gleeson), cuya vida empieza a entrar en crisis al mismo tiempo que un doble empieza a amenazarlo, el cineasta retoma uno de sus temas predilectos -el personaje que trata de recuperar su reino perdido- con una cálida mirada humorística.
Algo mejor valoradas han sido las aportaciones asiáticas al concurso. La japonesa Hana, de Hirokazu Kore-eda, es una ingeniosa subversión del género del jidai-geki a través de la historia de un ronin -un samurái desempleado-, cuyo propósito de venganza es alterado por las circunstancias de su vida. Con un tono que recuerda Los bajos fondos, de Kurosawa, la cinta resulta ser una antiépica en la que no hay proezas de diestros espadachines. Por su parte, el coreano Im Sang-soo ha realizado en Orae doin jung won (El viejo jardín) una interumpida historia de amor imposible, situada durante lo turbulentos tiempos de represión policiaca de los años 80. Aunque la estructura narrativa no ha sido la más apropiada, hay secuencias que confirman la fuerza visual de The president's last bang, su anterior realización.
También meritoria ha sido Sleeping dogs lie, debut como realizador del vociferante cómico gringo Bobcat Goldthwait, sobre cómo una mujer en vísperas de casarse es atormentada por un secreto inconfesable: un bochornoso acto sexual ejercido con su perro. Goldthwait rebasa la mera premisa del chiste guarro para explorar los prejuicios y represiones de una sociedad fundamentalmente puritana.
Fuera de competencia, Lars von Trier ha aportado con Direktoren for det Hele (El jefe de todos) una divertida boutade, una sátira a las políticas corporativas filmada en el nuevo recurso del Automavision en el que, supuestamente, una computadora escoge y ordena los planos de un estilo puntuado por jump cuts. No es cierto, claro, y se trata de otra chistosada del danés en plan ligero.
El cine español no ha tenido un año afortunado, a juzgar por las tres películas en competencia y otras vistas en las secciones paralelas. De todas, la más insufrible ha sido Lo que sé de Lola, opera prima de Javier Rebollo, que es como una pedante película francesa de los años 70. No debe extrañar que ese recorrido desdramatizado por lugares comunes sobre la soledad y el voyeurismo, haya entusiasmado a algunos colegas europeos.
Otro reflejo condicionado es el buen recibimiento del cine iraní. En este caso, se trata de Niwemang (Media luna), de Bahman Ghobadi, la que ha suscitado esa reacción a través del viaje mágico y miserable de unos músicos empeñados en hacer un concierto en la zona kurda de Irak, ya liberada del yugo de Saddam Hussein. La canción es la misma, como diría Led Zeppelin, una mezcla calculada de metáfora poética y realismo descarnado.
El cine mexicano, por su parte, ha recogido comentarios positivos en sus diferentes proyecciones. El violín, de Francisco Vargas, ha seguido su elogiado paso por festivales internacionales, y ayer se estrenó Familia tortuga, de Rubén Imaz Castro, la cual compite para el premio de Nuevos directores; también se realizó la premier europea de Fuera del cielo, de Javier Patrón, concursante en Horizontes latinos. Esos títulos, sumados a Morirse en domingo, de Daniel Gruener, han llevado dignamente la representación nacional. No estaría de más un premio para refrendarla.