DISQUERO
Poesía y poder
Los primeros acordes bastan para el asombro. Esto es que suenan los primeros compases de la Sonata Tres de Chopin y el escucha ya está inmerso en un estado de gracia donde reina la poesía. Enseguida, el Andante spianato y Gran Polonesa, opus 22, terminan por tundir gentilmente cualquiera de las reticencias que tuviese algún melómano maniático que incurra en el error de subestimar al hacedor de prodigios que descrucifica las teclas del poderoso Steinway. Siguen cuatro Estudios, los numerados 10, 2, 5 y 25; se encadenan a tres Nocturnos, y el viaje termina su etapa inicial con el opus póstumo chopiniano, la Fantasía Improptu. Y no para el trayecto, porque en realidad la escucha de este disco esplendoroso cumple las funciones de los cohetes propulsores que se utilizan para poner las naves espaciales en órbita. Ya el escucha continuará el viaje a placer y libre albedrío.
Estamos hablando del efecto espectacular que causa la escucha del disco Deutsche Gramophon titulado Yundi Li: Chopin, que significó en 2001 el debut discográfico de una nueva luminaria del pianismo internacional: el joven maestro chino Yundi Li, catapultado prontamente a la celebridad merced a su triunfo absoluto e indiscutible, abrumador, en el máximo concurso de piano planetario, el Premio Chopin de Varsovia, en 2000, cuando Li tenía 18 años de edad.
Porque fue un suceso notabilísimo, del que todavía no cesan los vítores. Además de los poderes evidentes del pianista vencedor, había sequía en ese premio, pues ante la falta de calidad se declaró desierto en sus dos versiones anteriores, de manera que hacía 15 años, pues se convoca cada lustro, no había rey del piano en el mundo. Reyes anteriores han sido, entre otras celebridades, Martha Argerich, Maurizio Pollini y Kryztian Zimerman, de quien el nuevo rey se ha propuesto convertirse en sucesor.
Yundi Li concibe la música de Chopin como ''poesía y poder", y pone en práctica ese aserto. El escucha queda ahíto de poesía, preñado de poder.
Pablo Espinosa