¿Qué hará el nuevo gobierno?
Se empieza a fraguar la conformación de las políticas que intentará impulsar el nuevo gobierno y del equipo con el que habrá de trabajar. En ambos casos la situación se ve muy inmadura. La experiencia del presidente electo y de su equipo más cercano es escasa; el paso que tuvieron por el campo de la administración en Banobras y la secretaría de Energía fue fugaz e intrascendente y, a decir de muchos de quienes ahí los encontraron, ni la actitud ni la preparación fueron dignas de recuerdo.
El tramo que deben recorrer hasta que tomen posesión de las funciones del gobierno debe ser usado de modo eficaz para evitar perder luego el tiempo y cometer errores que serán muy costosos. La reunión que los más cercanos colaboradores del presidente electo tuvieron recientemente en Estados Unidos no dejó ver la agudeza que necesitarán para negociar con aquel gobierno. El asunto está estrechamente vinculado con el nuevo impulso de las reformas de las que siguen hablando y que Fox no pudo alcanzar, por ejemplo, en el terreno de la energía; igualmente, tiene que ver con el frustrado acuerdo migratorio que estaba arriba en sus prioridades de la relación bilateral.
En esa visión de las políticas públicas no hay cambio; al parecer se seguirá insistiendo en las mismas orientaciones económicas, sobre las cuales no hay un consenso en el país excepto entre los grandes empresarios que favorecen en general las privatizaciones. En eso concuerdan con las posturas ideológicas del PAN, como antes lo hacían con las del PRI.
Donde el presidente electo dice tener más práctica es en el trabajo legislativo. En el Congreso podría tener un ambiente más propicio para promover sus iniciativas. Sobre todo por las desventuras del PRI, cuyos restos instalados en las Cámaras, al parecer serán más dóciles y propensos a llegar a acuerdos según las conveniencias del momento. Lo que ha ocurrido en el mes que lleva instalada esta legislatura y la asignación de las comisiones, indica que la alianza del PAN con el PRI podría ser efectiva. En todo caso la tendencia señala que los ciudadanos podrían ser, otra vez, los que paguen las cuentas de los arreglos entre las cúpulas políticas y los intereses que representan.
Fox tuvo que pagar una alta cuota política por los grandes apoyos privados que lo llevaron a la presidencia, además del trabajo de Ernesto Zedillo. Eso se pudo ver de modo claro en la conformación de su gabinete. Más allá de aquellos cazadores de cabezas (sentido literal de head-hunters), más que de talentos, hoy ya olvidados, al igual que sus recomendados, lo que hubo, en efecto, fueron enviados directos de los grandes intereses empresariales. Así fue con los provenientes de los grupos de Monterrey, como Canales, Elizondo y Tamez, pero también de los grupos financieros como Citigroup-Banamex y de telecomunicaciones como Avantel y Telmex, en el caso de Gil Diaz y Cerisola. La efectividad de su gestión está ahí para ser considerada.
Ahora también habrá cuotas que cubrir, lo que podrá hacerse de distintas maneras, pues las cuentas por pagar de esta elección son muy elevadas, tal como se ha podido apreciar desde la campaña hasta los resultados de la disputa poselectoral. Eso no es para asustarse, en esta sociedad ya no somos tan ingenuos (o ¿lo somos?), pero sí es razón de más para observar de modo cercano y estar prevenidos. En todo caso, la democracia de la que tanto nos ufanamos, que por supuesto no se limita a la contienda electoral, da a partir de ahora muy pocas posibilidades a los ciudadanos para reaccionar ante las decisiones del Ejecutivo y del Legislativo.
El presidente electo y su equipo más cercano estuvieron enfrascados por completo en los meses recientes en conseguir, primero, la candidatura dentro de Acción Nacional y, después, en disputar las elecciones. Antes de eso no hay evidencia alguna de que hubiesen tenido idea clara no tanto de hacia dónde querían orientar el país, pues en eso no había diferencia esencial con Fox, sino cómo hacerlo. En ese aspecto, la verdad es que los pronunciamientos de la campaña fueron insustanciales o prácticamente nulos. La elección se baso en otras consideraciones.
Los nombres que ahora se mencionan como posibles miembros del gabinete señalan que el rumbo no será distinto del que se ha seguido en los últimos tres sexenios. Pero el presidente electo debe tomar en cuenta que el entorno en el que intentará gobernar va a ser bastante distinto. En la economía, el escenario va a variar sensiblemente por el efecto externo derivado del menor crecimiento estadunidense y los ingresos petroleros y no es indefinida la ventaja que se deriva del éxodo de trabajadores y de las remesas. La economía no tiene fuerzas endógenas de expansión desde hace mucho tiempo y eso no se resolverá en el largo plazo privatizando todo lo queda aun para vender.
El legado de la estabilidad financiera que deja Fox es insuficiente, pero lo que deja en cuanto a estabilidad política es aún más frágil. El presidente electo tiene poco tiempo para ponderar de modo eficaz este escenario e imaginar cómo gobernar sin tensar más las condiciones que tiene enfrente.