La serpiente del eco, de Goeritz, regresa a su casa
La serpiente del Eco, de Mathías Goeritz, luce de nuevo en el patio del Museo Experimental El Eco, aunque sólo sea una réplica, ya que desde hace años la escultura original se encuentra en los jardines del Museo de Arte Moderno.
La copia de esta obra enigmática, de poco más de ocho metros de largo y tres de altura, se presentó el 7 de septiembre con motivo del primer aniversario de la reapertura del recinto, ubicado en Sullivan 43, colonia San Rafael. En paralelo se organizó una muestra en la sala Daniel Mont, de la planta alta, sobre el tema de la serpiente, integrada por grabados, publicaciones, arte sonoro, textos, inclusive, una víbora prieta y una mazacuata taxidermadas.
Entre los grabados destacan dos aguafuertes de Francisco Toledo, Serpiente malabar y El camino del sapo, pertenecientes a la colección José Gómez, del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. También hay cinco puntasecas de Derli Romero.
Las publicaciones exhibidas ofrecen una xilografía de Leopoldo Méndez, tomada de Incidentes melódicos del mundo irracional, cuyo texto es de Juan de la Cabada; Manuel Manilla; José Guadalupe Posada; Rufino Tamayo en Air mexicain, de Benjamín Peret, y Método de dibujo (1923), de Adolfo Best Maugard.
En cuanto al mural temporal que presenta Fernando García Correa en la planta baja del edificio, es la primera vez que las autoridades del museo permiten hacer una intervención directa de pintura sobre el muro, que será borrada al término de su exhibición.
Desde hace un lustro García Correa trabaja con sistemas lineales que forman tejidos, rejas, redes y sectores. Una invitación de Guillermo Santamarina, director de El Eco, motivó a García Correa a llevar su trabajo a escala monumental, con base en una cuadrícula con diagonales. En el área del bar, varias piezas dispuestas sobre la pared muestran como las líneas pueden variar en su naturaleza y consistencia, lo que hace que los entramados tengan un efecto óptico variado, explica el entrevistado.
El trabajo de García Correa no tiene relación directa con la obra de Mathías Goeritz. Sin embargo, al llevarlo a una escala donde la arquitectura empieza a tener relevancia, "se establece un vínculo con el manifiesto que Goeritz creó para hacer el museo".
También en la sala principal del museo se encuentra la intervención de Luciano Matus, quien acostumbra tensar espacios con cables de níquel con el objeto de acentuar las características del lugar.