El mejor novillo de la temporada, desaprovechado por el español Roberto Galán
Mario Aguilar se consagra como el triunfador del serial; cortó tres orejas
Soñador, de San Martín, se fue con el rabo
El Payo, más carisma que recursos
Ampliar la imagen El astado Buenos sueños prendió ligeramente a Mario Aguilar, sin consecuencias Foto: Notimex
De vez en cuando surge un novillero con tantas cualidades que lo verdaderamente peligroso ya no son los toros que enfrente, sino los racionales que lo orienten. Tal es el caso del aguascalentense Mario Aguilar, con un sentido de la lidia, un valor sereno y una inspiración desbordante que lo han convertido en el triunfador de esta temporada chica en la Plaza México... mientras la empresa decide si lleva a cabo un obligado mano a mano con Víctor Mora, su paisano, en un cerrojazo a la altura de la expectación.
De apenas 15 años cuatro meses de edad, este Aguilar acusa ya una naturalidad innata, un conocimiento sólido, una decisión madura y una vocación artística intemporal, de esas que gritan a sus poseedores cómo, cuándo y qué hay que hacer para sacar todo lo que traen dentro.
Con su primero, Buenos sueños, con 418 kilos, negro zaino, delantero de cuerna y bien presentado pero deslucido y que acabó agarrado al piso, el chamaco de Aguascalientes desplegó hondura y sentimiento a lo largo de la faena, haciéndose del cónclave en cuanto instrumentó un trincherazo preciso, delicado y terso que acarició al toro y a todos. ¡Ah, la fuerza liberadora del verdadero arte!, no del artificio ni de las artimañas.
Al intentar un derechazo Aguilar, que no especula en esto del aguante, fue prendido sin consecuencias. Se levantó sin verse la ropa y volvió a ligar un trincherazo con un derechazo, nada más, y la plaza se puso en éxtasis. Cuando le sacó al animal lo que tenía de recorrido, se fue tras la espada al tiempo que arrancaba el novillo, cobrando una certera estocada al encuentro, por lo que la gente demandó unánime la oreja, que fue concedida por el juez Cardona, en tanto que el novillo era pitado en el arrastre.
Con su segundo, que cerró plaza, Abelardo, con 407 kilos y el mejor armado de la novillada de San Martín, discreta de cuerna y dispareja de presentación, deslucida a excepción de primero y cuarto y el sexto gracias a la entrega, mando y colocación de Aguilar, éste quitó por templadas tafalleras a pies juntos, rematadas con luminosa revolera, luego de que Efrén Acosta hijo señalara certero puyazo y el novillo recibiera otro más en la querencia.
Felizmente Mario desoyó la petición impertinente de que clavara banderillas, dado que el novillo se había mostrado medido de fuerza. Inició la faena, como es habitual en él, con dos emocionantes péndulos en los medios, seguidos de dos trincherazos de los suyos, un pase de la firma y uno del desdén. La plaza volvió a enloquecer.
Siguió en los medios para tirar del novillo en templados derechazos, mientras sombreros y exclamaciones de asombro rodaban por la arena, en esa magia tauromáquica de las entregas recíprocas, en este caso más que ante la experiencia, ante la definitiva entrega y abrumadora naturalidad del novillero.
Tras soberbio trincherazo con la zurda, Mario se dio a torear por naturales, algunos de una cadencia insospechada, no porque la embestida del astado fuera de dulce, sino por la manera eficaz de traer al toro toreado, de tirar, aguantar y mandar de esta joven promesa. Prueba de ello es que cuando luego de un muletazo cayó en la cara del burel, éste lo miró displicente y esperó a que tan dotado torero se levantara.
Como colofón ejecutó tres joselillinas -manoletina con el estoque por delante- y, a manera de remate magistral, un precioso muletazo con la diestra por bajo y un pase del desdén pero despatarrado. El coso era un manicomio.
Con decisión dejó tres cuartos de acero algo tendido, pero que fueron suficientes para que doblara el animal. Arrastre lento ordenó indebidamente el juez a los despojos del novillo y dos orejas muy merecidas recibió Mario Aguilar, al que el público de la México espera ver el próximo domingo en obligada confrontación con ese otro aguascalentense prometedor: Víctor Mora.
Lo demás fue lo de menos. El madrileño Roberto Galán, que tan torero estuvo en la décima novillada, devolvió la oreja obtenida en esa ocasión, pero además desaprovechó el mejor lote y no le pudo cortar el rabo al bravo y noble Soñador, el mejor presentado del encierro que, ese sí, se comía la muleta y planeaba en la embestida.
Octavio García El Payo, segundo espada, deberá reflexionar seriamente para ver cómo impide que carisma mate oficio y simpatía anule disposición y claridad de ideas. Oyó pitos y dos avisos en su segundo.