Biografías (I): Marcial Maciel
El buen género biográfico tiene algo de novelesco, porque el relato de una vida requiere por quien la realiza buenas dosis de capacidad narrativa e interpretativa, de lo contrario el resultado es simple acumulación de datos, a modo de fichero de investigación, cosa ésta que afortunadamente no sucede con el libro de Fernando M. González, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre el padre Marcial Maciel, Los legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos (Tusquets), tema sumamente vigente dadas las recientes averiguaciones publicadas sobre sacerdotes paidófilos.
Acaso fuera pertinente al menos preguntarse si en ciertos casos la vocación al sacerdocio católico no se encuentra condicionada por tendencias latentes (no necesariamente paidófilas), pero sí condicionadas por elección de objeto (persona del mismo sexo). De admitirse uniones ''normales" entre los aspirantes al sacerdocio, fueren de carácter heterosexual u homosexual, quizá la tendencia disminuyese.
El libro trata del complicado andamiaje generado por el clérigo michoacano, que creyó haber ''recibido de Dios" (directamente, sin intermediarios) carisma fundacional, vale decir: un llamado que se convirtió en necesidad imperativa, dirigida a establecer la Legión de Cristo, esa poderosa y mesiánica congregación que ha contado con apoyos financieros multimillonarios en tantos ámbitos, mismos que auspiciaron, es cierto, la consecución de instituciones educativas de gran alcance, como el Colegio Cumbres y la Universidad Anáhuac, entre otros.
Por su pertinencia destacan los capítulos introductorios de carácter teórico. Arrojan nuevas luces sobre sicoanális, historia de las creencias, sociología de las religiones, resaltando la ''hipocresía institucional, casi estructural que rige a la Iglesia católica en ciertos ámbitos".
Se comenta también la alta incidencia de valoración sacerdotal que ocurrió -en el caso del padre Maciel y en otros- a partir de una situación postraumática, como lo fue el conflicto armado de la cristiada, sin faltar el análisis de otras fundaciones, la reformística Compañía de Jesús y ya en el siglo XX el Opus Dei.
Apoyado en fuentes cruzadas, el autor explica cómo las personas que cuestionaron a Maciel, dependiendo del tiempo y de las circunstancias, desempeñaron a la vez papeles de víctimas y denunciadores. Hubo quienes colaboraron con el propio seductor y se apropiaron de sus técnicas, estableciéndose así una cadena, pues ''el fascinado se engancha con el que considera carismático, el seducido siente que el seductor se vuelve irresistible, el amante se pone a disposición del amado..." Pierre Bourdieu ha analizado el fenómeno al tratar la problemática de aquellas mujeres que, amando demasiado, son al mismo tiempo auténticas y extorsionadas debido a que priva en ellas el ingrediente masoquista sobre el sádico. También hay varones enganchados; en la nueva novela de Vargas Llosa: Travesuras de la niña mala (Alfaguara), el protagonista, a partir de la pubertad, queda por siempre en calidad de siervo. Se dirá, ''esa historia es ficticia", pero ¡qué importa! toda ficción bien realizada conlleva llamativos índices de realidad.
La historia de los legionarios es la historia ''de una institución herida", que ha rehuido la elaboración de su propio duelo. Esta conllevaría la desacralización del ''santo en vida" y la desarticulación de una idea recurrente: la providencia que vela sin descanso por la obra ''divina" del padre Maciel.
Toda decodificación, a lo largo del libro, se presenta por parte del protagonista como producto de un complot urdido por el demonio, recurso retórico que el fundador incesantemente utilizó en los momentos en los que se le enfrentó a ese duplex consabido: la seducción de pubertos y su adicción a la droga.
La dolantina (opiáceo) arma el subcapítulo ''Un farmacéutico émulo de Sherlock Holmes" ocurrido en el contexto del nacionalcatolicismo franquista en 1962, protegido por la Santa Sede. Tal red complicadísima de denuncias y silenciamientos es desanudada a partir del testimonio de un funcionario honesto: el vicepresidente del colegio oficial de farmacéuticos de San Sebastián: Manuel Castro Pérez.
El padre Maciel intentó ''comprarlo" y comprar a la policía española. Las autoridades eclesiásticas lograron -a medias- que el asunto se acallara debido a que el mal de Maciel fue presentado como ''cólico nefrítico" y no como lo que era según el farmacéutico: ''una adicción galopante que no se detenía ante nada".
La dolantina (Bayer) se administraba por vía intramuscular o intravenosa y requería (o requiere) no sólo de receta médica sino, hasta donde yo sé, de prescripción especial que sólo médicos poseedores de recetario de narcóticos están autorizados a emitir.