11/S: epílogo en el Pentágono
Todo mundo está de acuerdo con la hora del ataque al Pentágono el 11 de septiembre (9:38 am). Pero el desacuerdo es total con respecto a lo que provocó la explosión en la fachada oeste. La versión oficial es que un Boeing 757 impactó el edificio contra esa fachada, después de hacer un viraje de 330 grados, descendiendo de una altura de 2 mil 300 metros en dos minutos y volando a 700 kilómetros por hora. Antes de estrellarse, el avión voló a poca altura sobre el prado que está frente a esa fachada del Pentágono.
Sin embargo, en esa versión nada está bien. El viraje es realmente espectacular: a esa velocidad y descendiendo al ritmo de 100 metros cada seis segundos es casi imposible controlar ese tipo de avión, y mucho menos volarlo a unos cuantos metros sobre el césped con la precisión que requiere la versión oficial. Pero eso no es lo único.
El boquete que abrió el ataque en la fachada del edificio no corresponde al perfil de un Boeing 757. El boquete principal mide aproximadamente unos 30 metros, mientras que la envergadura de alas del Boeing 757 es de unos 75 metros. Las fotografías del atentado en el Pentágono revelan que hay una disparidad enorme entre la zona de daños e incendio, y lo que corresponde al perfil del Boeing 757, tanto en lo que concierne a las alas como al estabilizador vertical.
Por otra parte, en la evidencia gráfica del ataque al Pentágono no hay restos del avión. Eso es extraordinario: no hay pedazos de alas ni de motores ni de la cola del avión, como sucede en cualquier accidente de aviación. La versión oficial ofrece dos elementos igualmente inverosímiles. El primero es que el avión penetró en el edificio y por eso no se pueden observar restos externos. Eso es falso, como lo demuestra cualquier fotografía de los daños en las secciones interiores del Pentágono. El segundo es que el incendio fue tan violento que casi la totalidad del avión se evaporó. Si es así será el primer caso en la historia de la aviación civil en que sucede.
Es importante observar además, que la primera detonación en el Pentágono no provocó el colapso de la sección exterior del edificio, sino sólo un fuerte incendio y un boquete de alrededor de 10 metros de ancho. Después de que llegaron los bomberos y el fuego estaba controlado, a las 10:10 am se produjo el colapso de esa sección y, como se puede observar en cualquier fotografía aérea del Pentágono de ese día, las otras cuatro secciones interiores quedaron prácticamente intactas o sin daños estructurales. En otras palabras, el interior del edificio no se "tragó" al Boeing 757.
¿Qué fue lo que pasó en el Pentágono? No sabemos. Y cualquier "teoría" es, en este momento, aventurada. Lo único que sí podemos afirmar es que un Boeing 757 no fue lo que produjo los daños en el Pentágono esa mañana. Las imágenes divulgadas por el gobierno de Estados Unidos al acercarse el quinto aniversario del 11/S no muestran ningún avión y lo único que hicieron fue alimentar la controversia.
Algo realmente sorprendente sucedió el 11 de septiembre de 2001. De las ocho cajas negras de los cuatro aviones comprometidos en los atentados solamente se encontró una (perteneciente al vuelo 11, que se estrelló en Shankesville, Pensilvania). Ese es un hecho extraordinario en los anales de la aviación civil. Además, como por magia, las leyes de la física se suspendieron con el derrumbe de las Torres Gemelas a velocidad de caída libre y con la pulverización de 200 mil toneladas de concreto. Finalmente, dos aviones se evaporaron por completo después de estrellarse: el del Pentágono y el de Shankesville.
En Estados Unidos es un delito grave manipular o retirar evidencias de la escena de un crimen. Sin embargo, en el peor crimen de la historia de ese país, la evidencia fue retirada muy rápidamente por las mismas autoridades, lo cual impidió desarrollar una investigación seria sobre el uso de explosivos para llevar a cabo el colapso de las Torres Gemelas o sobre el posible impacto de un misil en el caso del Pentágono.
Parece que la única defensa que tiene la versión oficial sobre los atentados es que realmente es muy difícil creer en "teorías" sobre conspiraciones que involucrarían a un número elevado de personas. Es una defensa débil, ya que no se sustenta en hechos, pero al mismo tiempo formidable porque descansa en la credulidad de la gente, que puede ser inagotable.
En el fondo, la versión oficial se sostiene de un hilo que dice algo así como "yo tengo una historia que contar, y ustedes no la tienen". Pero la evidencia gráfica sobre la tragedia genera muchas dudas sobre una historieta que ha servido para justificar dos guerras. Se necesita urgentemente una investigación a fondo sobre lo que realmente sucedió el 11 de septiembre.