Primer lugar
Al gobierno foxista le gusta presumir sus logros. Durante la campaña presidencial no paró de señalar que era un gobierno responsable y que lo que al país le hacía falta era mantener la continuidad. Usó la frase "cambiemos de jinete, no de caballo" para simbolizar que el modelo económico funcionaba, de modo que había que optar por mantenerlo, votando por Calderón. Esta propaganda presidencial, que como sabemos está expresamente prohibida en nuestra legislación, sirvió para organizar acciones orquestadas, fundadas en una idea que, poco a poco, va evidenciando su falsedad: la de un gobierno disciplinado y responsable.
La principal responsabilidad de un gobernante es, por supuesto, con quienes gobierna. Son ellos quienes pueden calificar al gobierno. Lo hacen en los procesos electorales. Pero lo hacen todos los días cuando buscan empleo y no lo consiguen, cuando reciben su salario y lo reparten para pagar sus deudas, o comprar los alimentos. Un indicador irrefutable de la manera en que nuestra población califica a este gobierno es el flujo migratorio, mismo que los senadores estadunidenses quieren frenar con muros, mientras Fox y sus secuaces lo miran asombrados.
Se asombran de que cada mes crezcan los envíos de dinero a México. En agosto los trabajadores mexicanos remitieron a sus familias 2 mil 117.5 millones de dólares, sumando en el año 15 mil 510 millones, lo que seguramente significará un ingreso anual de 24 mil millones de dólares. Estas remesas son la segunda fuente de divisas, detrás de las exportaciones de crudo, mayores que la inversión extranjera directa. Constituyen, asimismo, el sustento más significativo de numerosas familias. Estas remesas crecen rápidamente debido a que los mexicanos que han migrado aumentan cada mes. El Consejo Nacional de Población ha estimado que 582 mil 600 personas abandonaron el país en 2005.
Así, lo que verdaderamente crece es el número de envíos de dinero, no la cantidad que se manda a las familias. En agosto pasado se registraron 338 mil operaciones más que en el mes anterior, manteniéndose constante el monto enviado en cada operación. Más remesas quiere decir más migrantes. Indica que cada mes más mexicanos decidieron salir a buscar un empleo que no pueden obtener en su propio país. El asunto es innegable. Califica el funcionamiento de la economía nacional y, al mismo tiempo, a un gobierno que resultó incapaz de cumplir con su obligación fundamental: mejorar el nivel de vida de su población y, para ello, no hay más solución que generar empleos. La calificación, por supuesto, vale para el sexenio entero.
En el Informe sobre el Desarrollo Mundial de 2007, titulado El desarrollo y la nueva generación, el Banco Mundial construye un variado conjunto de indicadores económicos y sociales que permiten evaluar justamente el desarrollo. Uno de ellos es la migración neta que existe en el mundo. Se informa tanto de los países que reciben migrantes como de aquellos de los que migran para buscar mejores condiciones de vida. Obviamente, las economías receptoras son las que tienen capacidad, legal o ilegal, de absorción de mano de obra.
El mayor receptor es, por supuesto, Estados Unidos, al que ingresaron en cinco años (2000-05) 5 millones 800 personas. El segundo receptor es España, con 2 millones 25 mil personas; luego Alemania, con un millón 100 mil; sigue Canadá, con un millón 50 mil migrantes. Las naciones que expulsan mano de obra son países con ingresos reducidos por habitante, como China, del que salieron un millón 950 mil personas; India (un millón 400 mil); Indonesia (un millón); Irán (un millón 379 mil); Paquistán (un millón 810 mil). Pero el país del que más personas emigraron entre 2000 y 2005, es México, campeón indiscutible, con un flujo registrado de 2 millones de personas. En esto sí tenemos el primer lugar.
Así que el próximo gobierno oficial, el de los que se propusieron mantener el mismo modelo, corregir solamente los excesos matrimoniales y la retórica banal, el de quienes decidieron cambiar sólo de jinete, tiene que enfrentar un desafío: generar las condiciones económicas necesarias para que el flujo migratorio disminuya y, con el tiempo, desaparezca. Si mantiene el mismo modelo económico, que es lo que ofreció a sus patrocinadores, no lo logrará. Por el contrario, los migrantes mexicanos, con muro o sin él, en una corriente cada vez mayor, diariamente intentarán cruzar la frontera y contratarse ilegalmente. Algunos cientos de miles lo conseguirán. El aumento de los envíos de dinero lo constatará. Ese gobierno, en consecuencia, también habrá fallado en su responsabilidad fundamental.