Usted está aquí: viernes 13 de octubre de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Capricho azul con olor a venganza

Policías delegacionales, otra rueda que moverá a los medios

Una propuesta dolosa contra los capitalinos

La respuesta a la iniciativa de ley que presentó el panista Manuel Minjares, para crear la policía delegacional, podría darse con las mismas palabras con las que Bill Richardson, el gobernador de Nuevo México, calificó la edificación del muro entre nuestro país y Estados Unidos: "es una idiotez".

El asunto ya lo habíamos comentado en este espacio, y advertíamos, entonces, que se trataba de un capricho de Felipe Calderón, o de su venganza en contra de los habitantes de la ciudad de México, pero francamente creíamos que se trataba de algo, cuando menos, serio; pero es, por decir lo menos, una tomadura de pelo que da idea perfecta de quiénes son los que lo proponen.

Con la iniciativa de marras en las manos, podemos asegurar que para los azules todo, o casi todo, en materia de los quehaceres de la policía preventiva en la ciudad, deben corregirse, o reformarse, pero no la disposición constitucional que advierte que corresponde al Ejecutivo federal el mando de las fuerzas policiacas.

Entonces, la pregunta que no responde la iniciativa salta por sí misma: ¿será el Ejecutivo federal quien nombre a los jefes policiacos de cada delegación?

Si tomamos en cuenta de quién proviene la iniciativa, podríamos asegurar que los azules tendieron una trampa que les permita, con la ayuda de los medios de comunicación afines, lanzar las campañas falaces a las que nos tienen acostumbrados, para jalar agua hacia su molino y justificar el atropello.

Pero si algo llama la atención del mamotreto propuesto por el diputado Minjares, es la parte en la que expresamente plantea lo que más les pesa, lo que los aterroriza.

Dice el documento que los panistas "estiman" -no aseguran- que con la creación de la policía delegacional se rompería con la "sujeción de la política policial a intereses partidistas", y de la misma manera se "eliminarían los inconvenientes", como "la incapacidad de la autoridad gubernativa inmediata para preservar bienes cuando se vean amenazados por disturbios u otras situaciones que impliquen violencia y riesgos inminentes, entre otros aspectos negativos".

Así, con el doble discurso de siempre, atrás de la iniciativa lo que prevalece es la idea de la represión. Lo que piden, en otras palabras, es una policía represiva en manos de Felipe Calderón. Ni más ni menos.

Tal vez por eso, todas las expresiones políticas partidistas -menos, claro, los azules- representadas en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal se pronunciaron en contra del instrumento de represión y venganza que pretende el gobierno del odio, que quiere encabezar Felipe Calderón.

Una vez más se manifiesta la intención dolosa del grupo panista por hacer a un lado, a costa de lo que sea, al gobierno de la ciudad. Pero no será ésta la única vía por la que se ataque a la autoridad citadina.

Los planes que sustentan la venganza de Felipe Calderón no paran ahí. Habrá, nos comentan los propios panistas, ríos de dinero que se ejercerán desde las instancias federales para tratar de comprar la conciencia de los defeños que, por otra parte, parecen ya no estar para esos juegos.

Pero lo peor de todo esto es que la eficacia de las medidas policiacas instrumentadas por Acción Nacional y sus gobiernos, hasta ahora no han servido para maldita la cosa. Nada más piense usted, lector, en las lecciones que hasta ahora han dejado las últimas manifestaciones populares respecto de la actuación de la Policía Federal Preventiva, por ejemplo.

¿Recuerdan la noche del 14 de septiembre? La PFP rodeó Palacio Nacional cuando los miembros de la resistencia civil pacífica la enfrentó, de inmediato llegó la policía capitalina y creó un cerco para proteger a los agentes federales. La gente se calmó.

No hace más de dos días, en el Senado, los miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca se lanzaron en contra de los mismos uniformados de gris, y otra vez los policías que comanda Joel Ortega hicieron un cerco para proteger a los federales.

Los miembros de la APPO respetaron a la policía citadina y los ánimos se calmaron. Así que los caprichos de represión del usurpador parecen, cuando menos hasta hoy, nada más eso, caprichos. Pero ¡cuidado!, ahí vienen los medios.

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