PENULTIMATUM
Regreso de una opereta
YA ERA HORA. Finalmente los diarios y revistas, la radio y la televisión de Francia se refieren elogiosamente a México. De ninguna manera para resaltar los logros obtenidos por el sexenio que agonizó desde su inicio y en el que algunos analistas galos pusieron esperanzas de cambio democrático. Tampoco para el futuro presidente, desdibujado tan intensamente por la sombra de unas elecciones y unas instituciones severamente cuestionadas, que se borró por completo de los medios. Los elogios son en cambio para Le Chanteur de México, una opereta que hace 55 años obtuvo un enorme éxito en Francia, al grado de sumar cerca de mil representaciones.
LA OPERETA FUE un género músical muy popular que resurgió en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y una de sus máximas expresiones es este Chanteur..., obra del compositor francés Francis López. En el éxito tuvo que ver mucho el protagonista, el cantante Luis Mariano, que no era mexicano ni francés, sino vasco, de Irún, pero que logró su fama en Francia y países vecinos. De haber vivido y actuado en España hubiera sido muy del gusto del franquismo, al lado de otras figuras de la canción, como Lola Flores, Sara Montiel, Paquita Rico y Carmen Sevilla.
MARIANO APENAS grabó algunas canciones mexicanas, las demás fueron de compositores europeos. Pero los franceses tuvieron una idea especial de nuestro país, muy alejada de la realidad, folclórica al extremo, gracias a esta opereta, que cuenta la historia de un joven cantante que triunfa finalmente en el cine, en locaciones que lo llevan de París al Acapulco del alemanismo y María Félix. Las melodías de esta opereta hacen ya parte de la cultura popular francesa, así como la forma de interpretar que da nombre a la obra, donde el cantante hace gala de un falsete que hace revolcar en sus tumbas a todos los grandes de nuestra canción vernácula.
AHORA, LE CHANTEUR de México regresa exitosamente al mismo lugar donde se consagró, el teatro Chatelet, en la voz de un español, Ismael Jordi, nacido en Jerez de la Frontera, al que acompaña en los estelares Rossy de Palma, actriz almodovariana por excelencia, y otros 50 actores, bailarines y cantantes. El respaldo musical corre a cargo de una orquesta de 40 solistas. En este segundo aire de una obra que bien pudo haber pasado al olvido ante el gusto impuesto por las nuevas generaciones, tiene mucho que ver el que es un homenaje al kitsch más exquisito y desenfrenado, tan del gusto de los franceses. A la cursilería de las canciones. Pero es un kitsch hecho con enorme talento y muchos euros, y prueba de ello es la escenografía, en la que destaca el inmenso sombrero charro de cuatro metros de ancho que engalana el cuadro principal y los gigantescos manojos de alcatraces riverianos. Igual el vistoso vestuario de las escenas sobre la Revolución, el Día de Muertos o la fiesta con tequila.
ESTE CHANTEUR... ES la mejor representación del país feliz que, cada que puede, el Presidente asegura que nos deja para bien de todos los mexicanos y mexicanas, y del mundo. Así debe ser Foxilandia.