DISQUERO
Tan cerca y tan lontano
A los altavoces llega una obra mayor, una música preñada de poesía, un ente artístico completamente diferente a lo conocido, lo trillado, lo banal. Esto es música como arte. Es la voz de la inteligencia conectada a los sentidos. Suena la trompeta del maestro polaco Tomasz Stanko: sube entonces una columna de hielo evaporándose y el clamor de su gemido adormecido desaletarga, con el andar lento y sinuoso de este sonido que es un gineceo magnífico, los prodigios del universo entero y pone a girar los planetas, los astros, los soles.
Las baquetas de Michal Miskiewicz, quien está sentado frente a una batería, se ponen a parlotear como batutas mientras del piano que activa Marcin Wasilewski saltan las teclas como géiseres de velocidad lenta, alta potencia combinada con el contrabajo, que acaricia en la oscuridad como se recorre el cuerpo de una mujer desnuda, el maestro Slawomir Kurkiewicz y entonces el bajo, que tiene cuerpo de mujer, hincha su panza de madera y suelta un resuello que es quejido que es un resuello que es un estrépito de esponjas y de seda.
De repente el todo toma un swing que desmadeja. Y lo vuelve a atar con una nueva andanada de caricias que son en realidad varias secuencias de sonido que es en realidad un discurso filosófico a propósito de la relatividad del tiempo, que en eso consiste el swing, según explicó hace 11 años a La Jornada el maestro Tomasz Stanko, luego de un concierto inolvidable que ofreció en la sala Nezahualcóyotl, la noche del 23 de junio de 1995 y que ahora, como desde entonces, nos llega el eco de su prodigio con su nuevo disco, titulado Lontano (ECM) y que es una obra maestra.
Pablo Espinosa