Usted está aquí: domingo 15 de octubre de 2006 Política La racionalidad de lo irracional

Guillermo Almeyra

La racionalidad de lo irracional

Es notable la dificultad que tienen los infantiles para encontrar el nudo racional de lo que les parece irracional. Por ejemplo, coinciden con la derecha en su insistencia sobre la corrupción en el entorno de Lula y en la dirección del Partido de los Trabajadores (PT), y de sus posiciones se desprendería, por consiguiente, que los millones de pobres, obreros, campesinos que -es de esperar- votarán por Lula y el PT lo hacen por ignorancia, inmadurez o quizá corrupción moral o simplemente masoquismo. Ni se paran a pensar en por qué decenas de millones de personas trabajadoras y honestas votan por una bola de corruptos y siguen, en el mejor de los casos, a un presidente que no sabe ni quién lo rodea. ¿No será que votan por Lula a pesar de su entorno (que conocen) y de los escándalos (que no pueden ignorar y repudian)? ¿Cuál es la motivacion de esos millones de explotados y la razón de su voto en favor de quienes ellos describen como un farsante, un aventurero? ¿Por qué son incapaces de analizar las cosas en el contexto de un conflicto entre las clases, y de comprender qué es lo que hay de racional en la toma de posición clasista de millones de explotados (aunque no de la mayoría) contra el candidato de los capitalistas?

En Ecuador, la parte más avanzada de la sociedad, repudia a los partidos pero, precisamente por eso, votará por Guerra, un socialcristiano honesto que plantea una solución a la boliviana, es decir, la convocatoria de una Asamblea Constituyente que cambie por completo las instituciones y el juego político. ¿Sería un "traidor" porque ofrece la vía electoral cuando nadie, por otra parte, ve una alternativa a la misma?

En Bolivia, el gobierno del presidente Evo Morales y el MAS, que sin cuadros capaces de enfrentar el terrible rezago histórico del país, y sin experiencia similar en el ámbito internacional, está haciendo un tremendo esfuerzo por superar las presiones nacionales y foráneas y los egoísmos corporativos, es juzgado por los infantiles con gran rigor y acusado diariamente de ser un falso líder (Quispe le dijo inclusive falso indio) y un traidor. ¿Qué habrían dicho esos jueces de Pancho Villa y de Emiliano Zapata, tan revolucionarios en la acción y bastante escasos en la comprensión teórica?

No hablemos de México donde muchos ven a López Obrador sólo como un demagogo y un farsante, y creen que el movimiento que lo apoya es igual al PRD, éste es igual a su dirección, y ésta, a su vez, y el entorno del Peje, son una sola y misma cosa con el tabasqueño, que es presidente legítimo de México. Toda su foto de los acontecimientos es en blanco y negro. No hay en ella contradicciones, ni procesos en marcha, ni luchas presentes o futuras. El demagogo dirige millones de borregos, incapaces de pensar por su cuenta y, por tanto, ineptos que no pueden escapar a esa tutela mortal que llevará a la izquierda y al país al desastre...

Los Marcos o los que siguen a Cuauhtémoc Cárdenas por esta vía, por supuesto tienen el derecho absoluto a pensar como quieran y no son, por consiguiente, traidores sino gente que en la izquierda vasta tiene plazos y opciones diferentes, pero no se detienen para tratar de entender qué hay detrás de un profundo movimiento social que convulsiona al país y asusta a las clases dominantes.

Esa visión elitista y desde dentro del establishment nubla el juicio de quienes miran hacia arriba y no debajo de los líderes, y quita a los trabajadores y oprimidos voces y opiniones de gente que, en otras condiciones, tuvo un papel importante en la maduración de los explotados en México. ¿Acaso los que luchan por la convención nacional democrática ignoran quiénes han sido y son los ex salinistas que rodean a AMLO y no sienten la necesidad de apoyar a la APPO y de imponer la libertad de los presos de Atenco, como tarea prioritaria? En su visión de las relaciones entre López Obrador y sus seguidores hay una profunda subestimación de la inteligencia y la independencia de estos últimos, y una demonización del primero, porque al fin y al cabo el diablo es casi tan poderoso como el Dios tribal de los judíos...

Por supuesto, las críticas a los movimientos sociales y a sus líderes son necesarias. Pero lo que es negativo es la transformación de los críticos en otros tantos Júpiter Tonante, en vez de formular ideas o elaborar escenarios que permitan pensar en alternativas y apreciar mejor la relación de fuerzas.

Hay que meterse en la cabeza que si Evo Morales fuese derrocado, entonces volvería al poder la oligarquía y el imperialismo, con una terrible represión; que si en Brasil ganase el candidato Alckmin habría mucho menos espacio social para los infantiles que siguen a Heloisa Helena; que si se derrumbase el movimiento contra el fraude en México, la extrema derecha tendría vía libre para actuar contra el EZLN y también contra las vestales de la pureza principista. Nunca nada estuvo tan anunciado y nunca fue tan necesario construir un frente único entre las diversas izquierdas (nacionalista, reformista, anticapitalista, revolucionaria) que combaten contra el frente único capitalista, formado por el imperialismo y por los gobiernos y sectores neoliberales que lo apoyan.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.