Violencia en el mundo sindical
Este jueves me trasladé temprano a Morelia para estar presente en el congreso en el que se llevaría a cabo la elección del nuevo Comité Ejecutivo del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS). El periodo que estuvo a cargo de Roberto Vega Galina vencía el día 12, precisamente, aunque la entrega del puesto tendrá que hacerse el día 15, este domingo.
Roberto me habló tarde el miércoles, pero ya me resultaba imposible trasladarme en ese momento a Morelia. Acordamos que lo haría el jueves alrededor de las nueve.
Llegué a Morelia. Me esperaban en el aeropuerto tres miembros del Comité Ejecutivo seccional, visiblemente incómodos. Iniciaron su relato sobre lo que estaba pasando en ese momento en el Centro de Convenciones en el que sólo una fuerza sindical suficiente había impedido que la oposición, con muchos refuerzos, invadiera el salón de sesiones.
El aeropuerto está lejos de la ciudad, poco más de 45 kilómetros. Pero en vez de avanzar con cierta rapidez, el recorrido se estaba haciendo con una calma notable. Empezaron a funcionar los celulares. A través de ellos tuvimos noticias del avance sobre el centro, de trabajadores integrantes de una sección de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación aparentemente reforzados por miembros de Antorcha Campesina. Se habló de que era necesario citar a las autoridades lo que aparentemente definió uno de mis acompañantes, no sé si en ese momento, más que conductores, vigilantes de mi integridad.
El anuncio de los destrozos en el Centro de Convenciones fue la noticia inmediata. Y minutos después el aviso de que se había terminado el congreso, lo que procuró con particular energía Roberto Vega, con el triunfo de Valdemar Gutierrez Fragoso por una mayoría considerable: más o menos 85 por ciento de los delegados.
Desde el auditorio les dieron instrucciones a mis acompañantes de que no me llevaran y que habríamos de encontrarnos en algún punto de los alrededores. Me preocupaba mucho la integridad física de Roberto Vega y Arturo Alcalde, así como de los ex secretarios generales Ignacio Guzmán, Antonio Rosado, Fernando Rocha y Miguel Angel Sáenz. No me faltaba razón: a Fernando Rocha lo golpearon, y destrozaron los vidrios del automóvil de Roberto Vega. Entre otras muchas cosas.
El entorno del Centro de Convenciones era alarmante. No sé si conté alrededor de 20 patrullas y un innumerable grupo de policías a pie. Intentar acceder al interior era casi suicida y los encargados de mi seguridad se negaron a hacerlo. Por supuesto que aplaudí esa decisión.
El destrozo de los vidrios y muchas cosas más del Centro de Convenciones fue notable. Pero más notable aún el destrozo intentado de la democracia sindical. Porque el SNTSS es un sindicato esencialmente democrático, con elección de los delegados por voto secreto, sin relección posible en la secretaría general y auditoría externa permanente.
Cuentan las malas lenguas que la lucha por mantenerse en el poder sindical tiene una clara explicación: los que son titulares en el comité que concluye sus gestiones, no quieren regresar a los puestos de trabajo. Lo entiendo, pero no me parece una causa aplaudible.
Es curiosa la contradicción: en el viejo sistema corporativo ni se celebran asambleas que ni siquiera se convocan. La vieja alianza entre esos sindicatos y el Estado funciona a la perfección. Y es allí donde los trabajadores tendrían que imponerse al fraude, no en contra de un sistema democrático.
Pero así son las cosas. Es una curiosa paradoja.